martes, 9 de diciembre de 2008
¿Cómo será recordado?
LAS VEGAS -- Así es como termina esto.
Casi siempre termina de la misma manera, aún para los mejores del circuito. Es la manera que terminó para Muhammad Ali. Sigue siendo el mismo final para Roy Jones.
Y ahora es la manera en que va a terminar para Oscar De la Hoya.
Hasta aquellos que predijeron que el tamaño y estilo de De la Hoya abrumaría a Manny Pacquiao ofrecieron una pequeña pero significante advertencia: Si De la Hoya no podía mantenerse al tope, si no podía utilizar su jab con suficiente velocidad y autoridad, Pacquiao tenía la chance de acercarse, apalear al cuerpo de De la Hoya y sorprenderlo camino a una victoria por puntos.
Ali y León Spinks, como analogía: el boxeador más joven venciendo al campeón más experimentado.
Me equivoqué. Fue Alí y Larry Holmes.
No fue que De la Hoya no pudo apretar el gatillo. Ni siquiera sabía donde tenía que apuntarlo.
De la Hoya no tenía nada. Desde el primer round, se mostró perplejo, sin poder responder a medida que el filipino rebotaba sobre sus tobillos y se preparaba apara aterrizar su izquierda con facilidad suprema. Pero al menos los primeros rounds intentó mantenerse en el juego, haciendo lo que pudo para utilizar su velocidad a su favor, intentando aterrizar una mano derecha.
Pero luego en el cuarto round, Pacquiao mejoró su juego, mezclando golpes al cuerpo que obligaron a De la Hoya a arrodillarse y dejar su cabeza vulnerable para mayor castigo de las explosivas combinaciones del filipino.
Aún así, mientras Pacquiao continuaba apaleando a De la Hoya con combinaciones y seguía evadiendo sus contraataques, eso no fue nada en comparación a los últimos rounds.
Digan lo que quieran de De la Hoya, acerca de las victorias que debieran haber sido derrotas o las derrotas que debieran haber sido victorias, pero con la excepción de su pelea contra Bernard Hopkins, siempre se había mostrado competitivo en cada una de sus peleas.
Y sin embargo allí lo vimos, en los minutos finales de lo que probablemente sea la última pelea de su carrera, abatido contra las cuerdas mientras Pacquiao lo asaltaba.
De la Hoya se cubrió y no ofreció nada en respuesta excepto a invitar al árbitro Tony Weeks a detener la pelea para evitarlo de seguir siendo castigado y sufriendo la humillación.
Weeks lo miró de cerca, lo pensó, pero al final fue Nacho Beristain quien hizo lo que su boxeador quería y señaló que la pelea estaba terminada.
"Si esta es la última pelea de Oscar, entonces tenemos que recordar lo que hizo por el boxeo, lo que hizo por el deporte todos estos años", dijo Bob Arum en la conferencia de prensa. "Si se retira, Dios lo bendiga y deberíamos darle las gracias por lo que hizo por el boxeo".
Manny Pacquiao lo dijo con más claridad.
"Aún es mi ídolo".
Pero, como sucede con el boxeo, cuando un boxeador cae, otro surge. De la Hoya podrá estar terminado, pero se necesitó a Pacquiao para terminar con él, de la misma manera que terminó con Erik Morales, de la misma manera que terminó con Marco Antonio Barrera.
Por algo lo llaman el Mejecutador.
"No es personal", dijo Pacquiao tras la pelea. "No es algo sobre los mexicanos y los filipinos. Se trata de dar una buena performance y dejar a la gente contenta. No es mi ambición vencer a todos los mexicanos. Yo quiero mucho a los mexicanos
De hecho, por el momento, sus dos oponentes más evidentes no son mexicanos ni americo/mexicanos.
El prospecto espera un choque contra Ricky Hatton en la categoría de las 140 libras, una pelea que podría llevarse a cabo en Las Vegas o bien en Wembley Stadium en Londres. Y de prevalecer Pacquiao, entonces ¿Cuanto tiempo más puede resistir Floyd Mayweather el sonido de la sirena? ¿Cuánto tiempo más puede negarse a pelear contra el muchacho que asumió su manto como el mejor del boxeo?
No se confundan, eso es lo que es Manny Pacquiao. Es lo que este deporte anhela: Es emocionante de ver dentro del ring, afable y aproximable fuera de él, y ciertamente adorado en su tierra.
De la Hoya era el favorito cuando entró al ring el sábado por la noche. Para cuando el apaleamiento había terminado, la antorcha había sido transferida, y la página se había dado vuelta.
Al final de la noche, era el pequeño quien se había llevado el premio mayor.
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