martes, 6 de diciembre de 2011

CAMPILLO PUEDE SUPLIR AL LESIONADO ERDEI ANTE CLOUD EN NOCHEVIEJA


JOSÉ MANUEL MORENO. "BOXEO VELEÑO"

Hace unos días, y por motivo de una lesión, el húngaro Szolt Eerdei se "caía" del cartel de la pelea del próximo 31 de diciembre en Anaheim, California, ante el actual campeón mundial semipesado de la IBF Travoris Cloud. Según informa Dan Rafael en ESPN.com se le ha hecho el ofrecimiento al español Gabriel Campillo para que ocupe su lugar, estando todo en la mano de la cadena Showtime, quien tiene que valorar si le interesa seguir con la pelea. Quedan 25 días. Campillo seguro que dirá que sí. La tele una vez más, tiene la sartén por el mango.

¿MAYWEATHER-PACQUIAO CERCA DEL ACUERDO?



José A. Sánchez Fournier
El Nuevo Día


Luego de múltiples traspiés, negociaciones infructuosas, acusaciones de uso de esteróides y hasta demandas en corte civil por difamación, finalmente parece que la más esperada de las últimas décadas está a la vuelta de la esquina.
Bob Arum, el fundador de Top Rank, le dijo ayer a El Nuevo Día que las negociaciones privadas para hacer realidad la tan esperada pelea entre el filipino Manny Pacquiao y el estadounidense Floyd Mayweather, hijo, han adelantado y que están muy cerca de llegar a un posible acuerdo para lo que sería la pelea más monetaria de todos los tiempos.
"Prefiero no entrar en detalles al respecto. Pero te digo que están sucediendo cosas tras bastidores, y todos estamos en la misma página", le dijo Arum a este diario ayer. "Las negociaciones han sido muy positivas y estamos cerca de llegar a un acuerdo".
Pacquiao lució vulnerable en su reciente victoria sobre el mexicano Juan Manuel Márquez el pasado 11 de noviembre, en Las Vegas, Nevada.
A pocos días del triunfo, Mayweather retó a Pacquiao para que se enfrenten el cinco de mayo próximo.
No es la primera vez que el controvertible púgil estadounidense hace comentarios públicos sobre su deseo de medirse al Pac Man. Sin embargo, sus exigencias sobre pruebas de sangre para detectar sustancias ilegales y sobre un mayor trozo de la bolsa han hecho sal y agua todas las negociaciones previas.
El panorama se complica debido a que Top Rank, promotora de Pacquiao, y Golden Boy Promotions, representantes de Mayweather, son las principales empresas del deporte y llevan años en una cruenta guerra de desgaste, por lo que pocas veces se miden peleadores de los unos con los otros.
Arum indicó que las negociaciones siguen en pie, y que las partes han decidido no comentar públicamente sobre ello.

EL BOXEO ESTÁ DE MODA



Rolando Hanglin | Para LA NACION

En la Edad de Piedra, los hombres sin duda se ejercitaron en destrezas primarias como correr, nadar, lanzar una jabalina, levantar grandes pesos, lucha entre sí con puñales o espadas y -también- golpearse con los puños. El boxeo pertenece, pues, a la élite de los deportes más antiguos. Aquellos que el hombre primitivo practicó para ganar los favores de una hembra, apoderarse de un territorio, cazar una presa comestible, obstruir la entrada de una gruta, etc. Por eso se habla de los "púgiles" desde la antigüedad más remota. El puño cerrado es un arma que el varón posee con sólo cerrar los dedos de una manera adecuada, para golpear con los nudillos, y a partir de esta simple constatación se van elaborando posturas de ataque y defensa, movimientos reflejos de la cintura y el antebrazo, hasta cristalizar en aquello que conocemos como boxeo.
Aprovechando que, por una vez -¡quien lo diría!- el boxeo está de moda, quisiera transmitir a los lectores la vivencia que este deporte contiene, ya no como espectador sino como deportista.
Boxear te hace sentir vivo. Como los deportes extremos (alpinismo, parapente, kayak en los rápidos y otros que, en su momento, prejuzgué absurdos) el hombre se ve enfrentado a sus posibles recursos de ataque y defensa
Practico boxeo desde los 14 años y hoy, con 65, lo sigo haciendo. A medida que transcurre el tiempo, las facultades técnicas cambian, y mucho más las físicas.
¿Qué es lo bueno de boxear?
Boxear te hace sentir vivo. Como los deportes extremos (alpinismo, parapente, kayak en los rápidos y otros que, en su momento, prejuzgué absurdos) el hombre se ve enfrentado a sus posibles recursos de ataque y defensa. Se encuentra solo, en un terreno acotado que llamamos "ring" frente a un rival, también solo. El rival lanza golpes que no vemos. A veces, con un poco de suerte, iniciamos el movimiento defensivo antes de que el golpe venga hacia nosotros, y lo "barremos", "bloqueamos" o "esquivamos". Todo golpe puede evitarse con un oportuno paso atrás, pero esto significa mover las piernas, que poseen los músculos más grandes del cuerpo humano. Por lo tanto, cualquier movimiento que hagamos con las piernas consumirá buena parte de nuestro oxígeno. Además, nadie gana una pelea retrocediendo sin parar: a lo sumo puede huir de manera decorosa. Muchas veces el púgil se encuentra ante la siguiente disyuntiva: mi rival está lanzando "crosses" de izquierda y derecha. Llegan firmes a mi mandíbula y a mis cejas. Debería hacer algo, de manera más bien urgente, porque los golpes me duelen y me aturden. Pero sólo se me ocurre quebrar la cintura, para que pasen sobre mi cabeza. Queda muy bonito y a veces sale bien, pero cansa enormemente.

Entonces, el púgil debe negociar consigo mismo. ¿Qué es preferible, recibir el golpe o hacer una perfecta rotación de cintura, con las piernas apenas flexionadas, como mandan los libros? Esto último sería lo ideal, pero a la salida del movimiento uno se encuentra corto de oxígeno, respirando con dificultad, sobre todo si debe repetir los movimientos de cintura. Entonces, a veces, el púgil elige recibir el golpe en lugar de esquivarlo o cubrirse: hace menos daño.
Lo he visto muchas veces en los boxeadores mejicanos: uno advierte que saben esquivar, que poseen magníficos movimientos de defensa y bloqueo, pero prefieren recibir el golpe, reservando fuerzas para pegar más duro, antes que agotarse en contorsiones defensivas. Los comentaristas confunden esta maniobra con un supuesto "machismo mejicano", cuando sólo se trata de elegir, con sentido práctico, el movimiento más favorable.
Lo he visto muchas veces en los boxeadores mejicanos: uno advierte que saben esquivar, que poseen magníficos movimientos de defensa y bloqueo, pero prefieren recibir el golpe, reservando fuerzas para pegar más duro, antes que agotarse en contorsiones defensivas
Todo es una cuestión de economía de movimientos. El buen boxedador efectúa los quites y barridos más sencillos, los pasos más cortos, los golpes de mejor factura técnica, que son los que consumen menos oxígeno. Como resultado del ballet que efectúan ambos púgiles, se golpean una y otra vez en la nariz, el entrecejo, la mandíbula, las orejas y la parte frontal del torso. Allí se encuentran los puntos neurálgicos que pueden producir un K.O. fulminante: la punta del mentón y el hígado. El golpe aplicado en el extremo saliente de la mandíbula, si aterriza con suficiente potencia, provoca un visible sacudón de la caja craneana -conectada con el maxilar por la apófisis zigomática- y desencadena una serie de fenómenos: falta de equilibrio, debilidad de las rodillas, movimientos sin control. El boxeador así tocado está "groggy" y suele terminar en la lona. En cambio, el golpe aplicado mediante un gancho de izquierda en cierto lugar conocido como "la punta del hígado" produce una caída a cámara lenta. El boxeador así golpeado retrocede un paso, luego vacila, luego se le doblan las piernas, hace un gesto de dolor y se arrodilla en el tapiz, con el tren inferior paralizado. Algo parecido puede suceder con un golpe poco frecuente: el directo al plexo solar.
De todas formas, la vivencia del boxeo no conduce casi nunca al K.O. Se trata de golpear sin ser golpeado, poniendo en marcha todo un conjunto armonioso de movimientos sincronizados, que permiten el ataque y la defensa. Pero la experiencia fundamental es recibir el golpe. El hombre aprende, así, que un golpe no es nada. Simplemente, un impacto que se recibe en la cara o el cuerpo. Y otro, y otro, y otro. Pero seguimos respirando, seguimos vivos. Podemos asimilar lo sucedido y volver por más. Podemos golpear al mismo tiempo que recibimos castigo, podemos desafiar el fuego enemigo, con los ojos bien abiertos, recibir una lluvia de mamporros bien colocados... que no harán mayor daño. A lo sumo, caeremos en la lona. No se puede caer más abajo. El árbitro sólo cuenta hasta diez. Es todo. Y luego llegará el alivio. Ya terminó. Gané o perdí. Pero estoy vivo.
Se trata de golpear sin ser golpeado, poniendo en marcha todo un conjunto armonioso de movimientos sincronizados, que permiten el ataque y la defensa
El boxeador que no tiene la cara marcada, no boxea: caza mariposas, pero no boxea. La experiencia consiste en participar del "in-fighting". Golpear y ser golpeado por un hermano cuya transpiración nos empapa, su sangre nos mancha, su abrazo nos fatiga. El boxeador no siente asco del cuerpo de otro hombre. Es un hermano.
Durante muchos años, el boxeo ha sido rodeado por una leyenda negra, edificada en gran parte por periodistas que nunca boxearon, y por el cine. Las películas de boxeo se parecen tanto al boxeo como un "western" puede parecerse al verdadero Far West. O sea, nada que ver. Los boxeadores no golpean como Rocky, no caen como Rocky, no piensan como Rocky, ni sienten como él. Es otra cosa.
Durante décadas nos hemos acostumbrado al discurso de que los boxeadores son todos tarados, hombres primitivos llenos de violencia, explotados por sus apoderados mafiosos, condenados al alcoholismo o a un final trágico. Gracias al torrencial boxeo femenino que nos invade, nuevos públicos aprecian este noble arte atlético con una mirada distinta. Lo debemos a Marcela "Tigresa" Acuña, a Yessica "La niña bonita" Bopp y a Carolina "La Turca" Duer. Además de otros púgiles como Oscar de la Hoya y Sergio "Maravilla" Martínez, que ponen de manifiesto una obviedad: no todos los boxeadores son brutos ni mucho menos. El pugilista normal es un hombre dulce, sencillo, emparentado con el artista de teatro o de circo, que ama el aplauso más que el dinero, que juega constantemente al límite de sus fuerzas, su habilidad, su entrenamiento, sus reflejos aprendidos. Un artista. Como todo artista, respeta el arte de los otros.
En el auténtico boxeo no caben la jactancia, la payasada, la burla, el juego sucio.
En cuanto a la vieja cantinela de las "secuelas", no hay deporte sin secuelas
No he querido hablar del boxeo profesional que permite a millones de muchachos (el 90 por ciento, de raza negra) alzarse desde la miseria y conquistar un lugar bajo el sol, aunque no sea como millonarios. Simplemente, una casa, una familia, buenos amigos, una cálida popularidad que hace bien al hombre. Esto ya es otro tema y sólo quise explicar lo que se siente boxeando.
En cuanto a la vieja cantinela de las "secuelas", no hay deporte sin secuelas. Las más terribles, las del automovilismo, donde no sólo se matan los deportistas sino también los espectadores. Pero -desde ya- el deporte es un ejercicio de riesgo. En el rugby, en la lucha, en el fútbol... ¿Algún lector ha visto cómo caminan los ex-futbolistas, a los 50 años?
¿Qué tal quedan los pies de una bailarina después de 30 años de ballet?
Y sin embargo, ¿valió la pena?
Sí, vale, y se transmite cuando el espectador abre los sentidos. Descubre entonces que un combate de boxeo en vivo (bueno o mediocre) es vida real, mientras que la inmensa mayoría de lo que se proyecta en la tele... es de plástico.
Estas cosas quería transmitir, sobre el boxeo.

MIGUEL COTTO HA VUELTO


JOSÉ MANUEL MORENO. "BOXEO VELEÑO"

Los médicos de ring decretan el final de la inmensa batalla. Un hombre, un extraordinario deportista, Miguel Cotto, mira al frente, mira a su rival, "Es algo personal", y llora, llora como solo, permítanme la licencia, lloran los hombres. Ni un abrazo con su rival. Ningún gesto de piedad con su enemigo. La esposa de Margarito no disimula su disgusto por la detención del combate, la de Cotto aplaude y parece dar gracias al Cielo. Y Cotto llora, porque tres años, cuatro meses y una semana más tarde, por fin se pudo quitar la espina de su derrota en el mismo sitio y a la misma hora en "su" Madison Square Garden, al que solo él es capaz de meter más de 21.500 personas. Pasan por su mente imágenes de aquella noche. De aquella increíble y devastadora pegada de Margarito que él está convencido que estaba manchada de yeso de trampa y traición. Hasta aquel 26 de julio de 2008 el boricua era uno de los tres mejores peleadores del mundo. Tras aquello y la derrota un año después ante Pacquiao, Cotto parecía uno más en el boxeo internacional. Pero el pasado sábado puso las cosas en su sitio. Boxeó como los ángeles, pegó como un demonio, bailó como el mejor Ali, esquivó como "Sugar" Leonard y, en definitiva, demostró que sigue siendo aquel que aspiraba a medirse de igual a igual a Floyd Mayweather. Ante ese rival, Margarito, con unas rastas con gomina infumable para un clásico como el que suscribe, fue siempre al frente, soltó todas las manos que pudo, pero siempre desde la inferioridad. Cotto no quería ver las cuerdas ni en pintura pero cuando tuvo que ir al intercambio de golpes pegó más y mejor que el extornado de Tijuana y cuando tuvo que fajarse en la corta distancia con los uppers del mexicano también estuvo por encima. El combate tuvo momentos épicos. Como un durísimo intercambio en el tercer asalto, de lado a lado del cuadrilátero.

Y a partir del sexto asalto, y con el ojo de la discordia que por poco deja sin pelea a Margarito hecho unos zorros, ya todo fue un tiro al blanco por parte de Cotto, con la precisión de cirujano y maestro que le caracterizan. Al final del octavo asalto, los médicos de ring, sí, eran dos, ya saben, cuatro ojos ven más que dos, decidieron que el mexicano podía seguir. Pero después de otros tres minutos con Cotto de francotirador en busca del ojo cerrado de su odiado rival, los doctores dijeron algo que entiende todo el mundo "No More". Margarito se disgustó mucho, y, lo más sorprendente, también su esposa. Es verdad que boxísticamente, el de Tijuana podía seguir aunque la pelea la tuviera completamente perdida, pero en el boxeo del siglo XXI, y desde aquí lo aplaudo, un boxeador con esos antecedentes no puede poner en riesgo su vista y su vida boxeando como un tuerto. En definitiva, gran pelea, festival de Miguel Cotto que vuelve a ser posible rival de cualquier boxeador del mundo y un Margarito que debería pensar aquello de "Una retirada a tiempo es una victoria". Eso, o se convertirá en el próximo muñeco roto del boxeo mundial.