lunes, 2 de junio de 2008

Un año después... Por Kieran Mulvaney


No voy a ser tan presuntuoso como para decir que Diego Corrales era amigo mío.
La nuestra era una relación casual y profesional. Yo era el periodista, él era el boxeador. Yo era el entrevistador, él era el entrevistado.
Pero la comunidad del boxeo en Las Vegas es una fraternidad pequeña. Cuando yo vivía en esa ciudad en el desierto, a menudo me cruzaba con él en numerosas ocasiones, quizás más a menudo que con otros boxeadores: en el ringside de peleas grandes y chicas, en gimnasios de boxeo, en lugares sociales. Aún cuando no estábamos todo el tiempo invitándonos mutuamente al cine, nosotros nos conocíamos. En nuestra limitada interacción nos llevábamos muy bien.
Corrales siempre era simpático, siempre estaba disponible, siempre era generoso con su tiempo. Uno le dejaba un mensaje, y él devolvía la llamada enseguida (lo cual no está garantizado con otros atletas profesionales, créanme) y estaba dispuesto a hablar.
La última entrevista exclusiva que le hice fue para un perfil en ESPN.com antes de su tercer y definitivo combate con Joel Casamayor en octubre de 2006. Yo estaba ahí para el pesaje de esa pelea, cuando se subió a la balanza pesando 5 libras por encima del límite del peso ligero (una trasgresión llena de ironía, por el hecho de que un año antes Corrales y su promotor Gary Shaw habían querellado a José Luis Castillo por hacer exactamente eso mismo. Eso causó la cancelación de lo que hubiese sido el choque concluyente de una trilogía.
Y yo estuve en el ringside cuando Corrales, a pesar de anotar una caída en el quinto asalto, cayó por decisión dividida ante el rival cubano.
Después de esa pelea, no hablé con Corrales... ni lo volví a ver.
Siete meses más tarde, el día en que Floyd Mayweather derrotó a Oscar de la Hoya, yo estaba en la sala de prensa del MGM Grand, hablando con dos amigos (un boxeador y un manejador, ambos amigos de Corrales). La conversación fue llevando hacia nuestro contacto en común, y hacia la preocupación sobre su bienestar. Su carrera había pasado de estar lenta a estar detenida (luego de su derrota ante Casamayor, Chico había subido al peso welter para ser dominado por Joshua Clottey en su tercera derrota consecutiva). Se había separado de su esposa, Michelle, que estaba embarazada de su hijo. Ninguno de nosotros había oído nada de él recientemente, y cada uno de nosotros expresó esperanza de que estuviese bien.
Tres días después de esa conversación, Corrales estaba muerto, habiendo fallecido instantáneamente al ser despedido de su motocicleta, con la cual había chocado a alta velocidad contra la parte trasera de un auto.
Yo estaba en la costa este cuando eso sucedió. Estaba muy dormido cuando el teléfono sonó en medio de la noche. No escuché los mensajes ni noté que había tenido llamada alguna hasta que me desperté a la mañana siguiente.
Más tarde ese día, cuando el sol salía en Las Vegas, yo levanté el teléfono y marqué. Cuando escuché el dolor en las voces de sus amigos más cercanos, yo también sentí ese dolor. Cuando escuché los sollozos al otro lado de la línea, las lágrimas me corrieron por las mejillas a mí también.
Yo estaba lejos de mi familia en el boxeo. Cuando mis amigos y colegas miraron mi rostro desencajado y me preguntaron qué era lo que me pasaba, yo simplemente busqué la explicación que me pareció más sencilla y más fácil de entender, aún cuando no era la más precisa.
"Falleció un amigo mío", les dije, y ellos entendieron. O pensaron que habían entendido.
Es una contradicción interesante ver que, en su trato con otra gente que no sea aquella a la que tienen que lastimar severamente para ganarse el salario, los boxeadores son extremadamente educados y usualmente son muy reservados. Es una realidad que choca con la violencia para la cual deben prepararse y que tienen que absorber cuando suena la campana, y fue aún más acertado este análisis en el caso de Corrales. Su popularidad entre los fanáticos era mayor que la del resto de sus pares, no solamente por estar siempre disponible ni por carecer de aires de grandeza fuera del ring, sino también por su particular ferocidad dentro del ring.
Extraordinariamente alto para las divisiones en las que combatió en la mayoría de sus peleas, se rehusaba a usar su altura como una ventaja para pelear desde la distancia, eligiendo en lugar de eso plantarse a pelear. Y cuando era derribado, casi siempre se ponía de pie nuevamente, sin abandonar jamás. Alguna vez le dijo al entrenador Joe Goossen que lo "asesinaría" si alguna vez lo veía arrojar la toalla.
Por otra parte, por ser Corrales un tipo tan afable y abierto, y por hablar tan honestamente y con una voz tan apacible, era difícil comprender que era ese mismo hombre que combatía tantos demonios internos. Aquellos eran los demonios que lo llevaron a la prisión por ataques físicos, los demonios con los que aparentemente estaba luchando nuevamente antes de encontrar tan trágico final.
Personalmente, elijo recordarlo como el entrevistado bien dispuesto, el conocido amigable, el problemático pero bien intencionado joven a quien mis amigos conocían y querían tanto.

Es difícil imaginar un final más dramático que en la pelea Corrales-Castillo I
También lo recordaré, como lo harán millones de personas, como un peleador temerario en el cuadrilátero. Particularmente, lo recordaré siempre por aquel 7 de mayo de 2005 cuando tuve el privilegio de sentarme en el ringside para verlo despegarse de algún modo de las lonas en aquel décimo asalto ante José Luis Castillo para regresar aullando venganza y ganar lo que fue la mejor pelea que he visto en mi vida y probablemente la mejor que veré.
Escribí aquella noche: "Muchos boxeadores se pavonean diciendo que sus oponentes deberán matarlo para derrotarlos. Corrales lo dice en serio. Si Castillo le hubiese arrancado la cabeza y puesto una estaca en el corazón, aún así quizás no lo hubiese podido superar". Pero también escribí: "Así de fantástica como fue esta pelea, fueron 30 minutos de locura y violencia que les dio sentido a las carreras de estos dos hombres, y que al mismo tiempo seguramente las acortó dramáticamente. Ninguno de los dos será la misma persona después de este combate".
Sin duda, Castillo se alzó con una victoria más, y bastante dudosa: un triunfo por nocaut ante Corrales en la revancha luego de haber marcado un peso por encima del límite del peso ligero.
Corrales no tendría ni siquiera eso. Su histórico triunfo sobre Castillo sería la última vez en que su mano fuera levantada en señal de triunfo en un cuadrilátero de boxeo. Luego llegaron tres derrotas dentro del ring, una gran debacle fuera de él, y el repentino y espeluznante final, cuando finalmente fue derribado por un golpe del cual nunca podría recuperarse.
Ese final llegó dos años después de su mayor triunfo, a la sombra del estadio en el cual ese triunfo tuvo lugar. A una corta distancia, esa noche las luces del Mandalay Bay, tan lejanas y tan cercanas a lavez.

La provocativa "gran hermana" de Tyson



Aunque ya se conocían los rumores de un romance, la bellísima y polémica Aisleyne Wallace fue sorprendida junto al boxeador retirado.Es una de las mujeres más sexys de la escena inglesa, que saltó a la fama por su participación en el "Big Brother".
Aunque ya se conocían los rumores de un romance, la bellísima y polémica Aisleyne Horgan Wallace fue sorprendida junto al boxeador retirado en el centro de Londres. Se trata de una de las mujeres más sexies de la escena inglesa. Ver Galería de fotos. Los paparazzi ingleses quedaron boquiabiertos al sorprender en la salida del Club Chinawhite en el Soho londinense al gigante Mike Tyson acompañado nada más y nada menos que por esta deslumbrante inglesa que saltó a la fama por su participación en la última edición del Big Brother del Reino Unido. Aisleyne Horgan Wallace, de 28 años, fue la protagonista de varias polémicas y controversias que generaron su impopularidad entre los participantes del reality acusada de “calculadora”.

A pesar de esas críticas, la gloriosa rubia ganó el tercer puesto, lo que le garantizó mantenerse en escena a través de contratos para modelar y trabajar como DJ en una radio de Londres. Otro aspecto que la mantiene siempre en escena es que en sus apariciones resulta cada vez más atrevida y provocadora. Dejando a la vista progresivamente más partes de su esbelta figura, la mediática causa furor entre sus seguidoras. Provocativa y sensual, a Wallace ya se la había vinculado sentimentalmente con el boxeador retirado.

Montiel, listo para Mijares


Como decíamos unos días atrás, después de su gran triunfo ante el venezolano Alexander Muñoz, el mexicano Cristian Mijares, campeón supermocas AMB y CMB, había quedado listo para otra unificación para alquilar balcones, ante su compatriota Fernando Montiel.

Montiel posee una de las mejores pegadas en las 115 lbs.(AP)Otros, sin embargo, propiciaban una revancha ante Jorge El Travieso Arce, que realmente a nadie le puede interesar demasiado, teniendo en cuenta que en el primer enfrentamiento entre ambos Mijares se impuso con una tremenda paliza de por medio.
Lo cierto es que, mientras tanto, el Cochulito Montiel tenía primero que ganar su compromiso ante el también mexicano Luis Titi Maldonado. Y lo hizo sin dejar lugar a dudas, con una contundente victoria por nocaut técnico en tres asaltos ante un rival que si bien ya no está en su mejor momento, no es ningún bulto, ni mucho menos.
Haciendo gala de su tremenda potencia, el sábado último en San Luis de Potosí, México, Montiel derribó a Maldonado en la primera vuelta y definió el pleito en la tercera, reteniendo así el cetro supermosca de la OMB.
De esta forma, a nadie que conozca seriamente a todos los protagonistas de esta categoría puede quedarle duda alguna de que Mijares vs. Montiel es uno de los mejores combates que puede ofrecer el boxeo actual.
Dos excelentes campeones mexicanos. Uno, Montiel, dueño de la pegada más contundente de las 115 libras, pero no sólo un pegador y nada más, sino también extremadamente inteligente cuando el desarrollo de la pelea así lo requiere.
El otro, Mijares, un tiempista sensacional, zurdo y magistral a la hora de defender y meter el contragolpe en el momento preciso. Ojalá los promotores se inclinen por el boxeo puro y no tanto por el negocio.
El despropósito de la semana y quizás de lo que va del año se vivió, también, en el Centro Internacional de Convenciones in Chetumal, Quintana Roo, México, donde insólitamente Oscar Chololo Larios se consagró como campeón interino de los plumas del CMB, tras vencer al mediocre colombiano Feider Viloria.
Lo de insólito, claro está, no lo decimos por el rival de Larios sino porque hasta hace algunos meses era el propio presidente del CMB, José Sulaiman, quien le reclamaba al Chololo que se retirara del boxeo, tras la soberana paliza que sufriera ante el venezolano Jorge Linares, en julio del año pasado.
De hecho, Linares no sólo noqueó feamente al mexicano sino que éste debió ser hospitalizado debido a la formación de un coágulo en su cerebro. Nada más y nada menos.
Sin embargo, el bravo Larios decidió continuar con su carrera y reapareció en febrero pasado, venciendo a un tal Arturo Gómez.
En la cartelera de Chetumal originalmente era Linares quien debía defender su corona ante Viloria. Pero una lesión en el hombro del Niño de Oro obligó a cancelar la pelea. Entonces, de buenas a primeras, el CMB le otorgó a Larios el estatus de retador al título, cuando hace sólo unos meses le recomendaba colgar los guantes por su propia salud.
Por otra parte, ahora que Larios es campeón interino debe volver a enfrentarse ante Linares. ¿A quién puede realmente interesarle ese combate, si se piensa en el que ya hicieron? ¿Esa es la forma en que el CMB cuida la salud de los púgiles, enviándolos de esta forma al matadero?
Como hemos sostenido una y mil veces, los organismos siguen equivocándose terriblemente con la sanción de títulos interinos indiscriminadamente.
Especialmente, los dos más importantes, la AMB y el CMB. Pero esta vez se llegó demasiado lejos&
Mientras tanto, en Alemania, el panameño Anselmo Moreno se coronó como nuevo campeón gallo de la AMB, al vencer por puntos, en decisión unánime, al ucranio Wladimir Sidorenko.
El Chemito Moreno era, sin dudas, un secreto a voces, ya que se sabía tenía todas las condiciones para destronar a un muy sólido monarca como Sidorenko.
Desde ya, el combate fue bastante parejo, pero esta vez los jueces se inclinaron por el panameño, quien sin sobrarle demasiado demostró tener muchos más recursos que su rival. Velocidad e inteligencia y una cintura prodigiosa se impusieron ante la mayor potencia y vigor físico del europeo.
Excelente victoria, entonces, de Moreno, quien si sigue haciendo las cosas bien junto a su entrenador Celso Chávez, probablemente sea campeón mundial durante muchos años.
Pero atención que, según pudimos saber, los promotores de Sidorenko  la alemana Universum Box Promotions  presentará el lunes un reclamo, ya que están muy disconformes con el resultado. Veremos cómo sigue esa historia.
Los fanáticos panameños, de todos modos, celebran la enorme importancia de este 25ª título mundial que obtiene el boxeo de ese país, que bien merecido se lo tiene, por ser una de las mejores escuelas del mundo. Quienes no lo merecen tanto y sin embargo se golpean el pecho gracias a los logros ajenos, que tanto dinero les han reportado durante años, son algunos negociantes mesiánicos que trabajan de periodistas de boxeo en la televisión panameña. Ellos, seguramente, ya se frotan las manos pensando en cuánto dinero sacarán en la primera defensa del Chemito.

¿Pobreza de pelea o de fans?


Cuando Kelly Pavlik de Youngstown, Ohio, quien en ese entonces era el contendiente número uno, desafió al campeón del mundo de los medianos Jermain Taylor en septiembre en Atlantic City, N.J., el marítimo entablado era un mar de escarlata y gris. A donde fuera que uno se dirigiera ese fin de semana se estaba rodeado por fans de Pavlik que habían viajado desde Ohio.
En la mañana de la pelea, desayuné con Larry Merchant de HBO y con Todd duBoef de Top Rank en un Starbucks en el paseo de la costa. El lugar estaba plagado y creo que éramos los únicos que no teníamos algo puesto que dijera Buckeyes.
Más de 10,000 fans llenaron las calles el Boardwalk Hall esa noche para ver a Pavlik vencer al anotar un nocaut de séptimo round para ganar el título.
Bob Arum, de Top Rank, quien promueve a Pavlik, y el promotor de Taylor, Lou DeBella, llevaron la revancha (no-titular) a Las Vegas, donde una menor cantidad de personas se presentaron para ver a Pavlik ganar una decisión el 16 de febrero.
Ahora, Pavlik está programado para regresar al Boardwalk Hall para su primera defensa el próximo sábado contra Gary Lockett (30-1, 21 KOs), un boxeador de Gales con un tremendo récord contra una colección de don-nadies.
Se espera que menos fans realicen el viaje desde Ohio para ver a Pavlik, por más que las entradas varíen entre 50 y 300 dólares, un precio bastante razonable en comparación a la mayoría de los eventos de boxeo. Arum admite que las ventas están retrasadas. Eso es algo que no se suele escuchar de un promotor, especialmente no de Arum.
Arum dio su opinión de por qué a la pelea no le estaba yendo bien en las boleterías. "Hay una sola persona a quien culpar y esa persona es George W. Bush, quien está arruinando la economía y la gente no puede darse el lujo de gastar dinero en entradas. Creo que a la gente le duele. No creo que venga la misma cantidad de personas que vino para la pelea de Jermain Taylor. No porque no les guste Kelly. La gente está sufriendo. La gasolina está a más de cuatro dólares por galón. Hay que despertarse y darse cuenta lo que está sucediendo en este país".
Es difícil discutir con Arum que la caída en las ventas tenga que ver con los problemas económicos, especialmente en el área de Youngstown. Tengan en mente que muchas de las personas que asistieron a la pelea de Pavlik-Taylor I condujeron desde Ohio.
"Vendrían si pudieran pagarlo", dijo Arum. "No todo son las peleas de boxeo en la vida. Hay otras cosas".
Claro que si. ¿Qué hay del hecho de que la pelea no sea armoniosa en papel? Pavlik es un favorito de 10-1 contra un muchacho que es completamente desconocido para los fans del boxeo en los Estados Unidos. Ni siquiera se trata de alguien de renombre en el Reino Unido.
Pavlik ganará 2.5 millones mientras que Lockett ganará un alto de carrera de 250,000, "reflejando las diferencias de la pelea", dijo Arum.
Aún en tiempos de riqueza, la gente no quiere pagar para ver una pelea que no les resulte competitiva. ¿Pueden culparlos cuando el dinero no alcanza?