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Una
décima de segundo. Eso fue lo que necesitó Deontay Wilder para retener por
décima vez el Mundial WBC del peso pesado. El estadounidense regaló seis
asaltos y en el séptimo conectó su primera derecha clara. Fue directa a la sien
de Luis Ortiz, quien se quedó totalmente noqueado. No hubo más vueltas que
darle. Si algo tiene el 'Bombardero de Bronce' es pegada y en Las Vegas lo
volvió a ratificar. Hubo dudas sobre su victoria contra el cubano en 2018 y en
la revancha las despejó todas. Ahora se marca un nuevo objetivo: Tyson Fury.
"El siguiente será él en febrero y después una unificación. La división es
muy pequeña para tener tantos campeones", desafió tras acabar. Nadie puede
parar la potencia del de Alabama.
El
combate tuvo un guión claro desde el inicio hasta el sexto asalto. Ortiz y
Wilder jugaron con su jab, y se midieron. Ritmo constante, pero sin muchas
chanzas. Pausados y estudiando a su rival. El cubano cada vez fue sacando más
trabajo y se fue gustando. Variaba los planos de golpeo y conectó manos claras.
El Wilder más visceral no salió a relucir pese a todo. Deontay demostró tener
más capacidad de encaje de lo que muchos le presuponían y aguantó todos los
golpes que le llegaron con gran facilidad. El plan estaba claro por ambas
partes. Ortiz quería aguantar, ya que sabía que lo que hacía le valía.
Wilder
se dio cuenta que debía reaccionar y en ese séptimo asalto comenzó a sacar su
derecha. Varios golpes fueron abajo y otros tanto blocados y el pareció tocado.
Ahí justo, cuando saca su rabia, el Bombardero de Bronce es más peligroso y
preparósu traca final sorprendiendo a todos. Ortiz no se cubrió bien del todo.
Dejó un hueco mínimo entre su guante y su cabeza, lo justo para que el
estadounidense clavase ahí su derecha letal. Le dio en la sien y le dejó con la
mirada perdida. Estaba claro que no se podía levantar en condiciones. Wilder
demostró de nuevo que puede no ser el mejor técnicamente, pero con la pegada
supera todo. Ante Ortiz tuvo un 100% de efectividad. Colocó y conectó una derecha
y noqueó. No necesitó más. Deontay Wilder solo necesita una mano para cambiar
todo.