JOSÉ MANUEL MORENO. "BOXEO VELEÑO".
Empecemos por el final. Dos boxeadores extenuados, 5.000 seguidores aplaudiendo sin parar, entre ellos ilustres boxeadores como Mike Tyson, Tim Bradley, Juan Manuel Márquez o Mikey García. Se conoce la decisión, favorable para el peleador que tenía la cara absolutamente tumefacta y en peor estado y el perdedor, en vez de lamentarse, se lanza a una esquina como un poseso indicando el número 3 con su mano izquierda, apremiando a un tercer combate. Le escuece la derrota. Incluso, se entromete en la entrevista que hace HBO al ganador y le pide vehementemente la revancha, el tercer combate, lo que el ahora vencedor acepta sin rechistar. Todo esto es el epílogo a una de las peleas más memorables de los últimos tiempos, comparable a cualquiera de las míticas y recientes entre Ward y Gatti, Barrera y Morales, o Pacquiao y Márquez. Si el primer combate entre Brandon Ríos y Mike Alvarado, en octubre pasado, maravilló al mundo, con un KOT favorable a Ríos en el sétimo episodio, cuando la pelea estaba absolutamente igualada, siendo solo superada como mejor pelea de 2012 por la más mediática Pacquiao-Márquez IV, esta fue infinitamente mejor que la anterior. Una constante lluvia de golpes, o mejor, de bombas, entre dos boxeadores del mismo corte, siempre al frente, que se midieron con desenfreno en la corta y media distancia. Ríos acudía como invicto y favorito, y todo pareció según el guión previsto cuando estuvo a punto de tirar por dos veces a la lona a Alvarado en el segundo asalto.
Un round, que en consideración de Bob Arum es, quizás exageradamente, el mejor desde el legendario primer asalto de la míticia pelea Hagler-Hearns. La recuperación en el siguiente round de Alvarado llevó al público a un estado de éxtasis, que hizo que acabara ovacionando a ambos gladiadores al término de todos y cada uno de los asaltos. Puro espectáculo. Estamina por un tubo. Festival de uppers. Y, curiosamente, ninguna caída. No, no era por falta de punch del de Colorado o el de California, sencillamente son dos fajadores como existen pocos en el boxeo actual. Hasta el último tercio de combate, Ríos llevaba una pequeña ventaja en las cartulinas, pero Alvarado, a pesar de tener los dos ojos, especialmente el derecho, prácticamente cerrados, se adaptó mejor a ese final trepidante de pelea. Mejor condición física, puede que mayor hambre de gloria, a sus 32 años. Al final, y tras tropecientos golpes de poder por parte de ambos excepcionales pugilistas, decisión unánime para Alvarado (115-113, 115-113 y 114-113), para que la tercera pelea, que no tardará mucho en producirse, sea lo más parecido al tiroteo de "O.K. Corral".