lunes, 24 de marzo de 2014

MARAVILLA O MONZÓN: UN DEBATE ABIERTO EN EL BOXEO ARGENTINO


Jesús Mínguez
AS.com

Dos campeones del mundo del peso medio. Dos argentinos. 
Una comparación. Carlos Monzón, rey en el blanco y negro de los primeros setenta, y Sergio Maravilla Martínez, aspirante a mejor libra por libra en medio del reinado de Floyd Mayweather y Manny Pacquiao. “Sergio es tan grande como Monzón, los dos mejores de la historia. Ningún boxeador argentino llevó a tanta gente a un combate fuera del país como Maravilla. A ver a Monzón viajaban doscientas personas y a Las Vegas, Sergio hizo desplazarse a más de tres mil. Quedó en la historia”. Las palabras de Pablo Sarmiento, coach del actual monarca del Consejo Mundial tras derrotar a Julio César Chávez jr., el pasado 15 de septiembre, volaron por el Río de la Plata y abrieron un debate que parecía imposible. Porque allí, cuando se menta a Juan Manuel Fangio, Diego Armando Maradona o a Monzón hay que ponerse en pie.

Monzón, el indio salvaje descendiente de los mocovíes, nació en la pobreza en Santa Fe, en 1942, y forjó su historia con sus puños y sus frases:Yo subo al ring a matar, odio a mi rival antes del combate”. Puro instinto animal domado por Amílcar Brusa para huir del hambre hasta tener en el armario “46 trajes, 200 camisas y 300 corbatas y pares de zapatos” en 1980, según contó a la revista Gente. Además de millones de dólares. Se lo ganó todo a pulso, en una carrera que se extendió desde 1963 hasta 1987, en 100 combates de los que ganó 87 (59 KO’s), perdió sólo tres e hizo nueve nulos. Unos números brutales que parecen todavía lejos de los de Maravilla, autoproclamado ahora, con razón, como “el personaje más famoso de Argentina”. Como lo fue don Carlos.
La leyenda de Monzón comenzó realmente en Roma, cuando el 7 de noviembre de 1970 ganó en el Palazzo dello Sports a Nino Benvenutti, con una derecha tremenda en el duodécimo asalto. Desde ahí hasta que se retirara, el 30 de julio de 1977 en Montecarlo, también con victoria ante Rodrigo Valdez, defendió catorce veces su faja de campeón mundial del medio, siempre con éxito. En el trayecto, víctimas como Emile Griffith, Denny Moyer, Jean Claude Bouttier, Tom Bogs, Bennie Briscoe, Mantequilla Nápoles, Tony Mundine, Tony Licata y Gratien Tonna. Algunos por dos veces. Por eso, cuando a Maravilla, afincado entre Madrid y California, se le pregunta por sus ídolos cita a “Ali” y, claro, “Carlos Monzón”.

Pero quizá es más una concesión a la tradición, una declaración de respeto de Maravilla a Monzón, que un puro ejercicio de imitación. Porque el estilo del actual campeón es de manos bajas, de mucha 
esquiva, de piernas. Sin tanto choque. En algo sí se parecen para aguantar tantos años invicto: le pegan poco. El boxeo de Sergio, que llegó a España hace diez años para escapar del corralito que ahogaba su país, no se basa en lanzarse a la guerra como un kamikaze. “En el boxeo, lo que menos importa es golpear. Importan el tiempo y la distancia, se trata de mentir, de engañar al rival. Yo no voy a ganar por pegar, sino porque no me peguen nunca… A Nicolino Locche le llamaban El Intocable, pero para intocable Carlos Monzón”.

Maravilla, 37 años ahora, es ahora mismo una bomba mediática. En España tuvo incluso que recurrir a la caridad, porque se vio sin nada. Vivió sin papeles y trabajó de portero de discotecas o en gimnasios. Pero nunca perdió la fe y, cuando volvió a dar el salto a Estados Unidos, en 2008, mordió para quedarse. En 2010 se proclamó campeón mundial al derrotar a Kelly Pavlik, y lo defendió con Paul Williams al que recetó un KO impresionante —el mejor del año—. Luego, dejó el título para hacer un favor al Consejo Mundial y que lo pudiera pelear Julio César Chávez, y se vio envuelto en un entuerto, con el mexicano evitándole, que no acabó hasta que en septiembre le dio una lección para recuperarlo.
Antes había derrotado a Dzinziruk, Baker o McKlin. Cada vez con más fama, en la programación de la HBO, siempre con mayores bolsas. Ya tiene varios millones de dólares en el bolsillo. Ha comprado casa a su madre y hermanos en Argentina. “Ahora quiero llenar el campo de River”, advierte, y lo conseguirá. Y suenan rivales para el futuro como Canelo Álvarez, Miguel Cotto, una revancha con Chávez o el deseado Floyd Mayweather. Pero se escapa el tiempo con 37 años y su trayectoria va a ser por tanto mucho más corta que la del Gaucho. Su carrera va por los 54 combates con 50 victorias (27 por KO), dos derrotas y dos nulos. Será imposible que supere a Monzón. Aunque si se llegara a cruzar con Mayweather podría ponerse a la altura del ídolo en cuanto a popularidad. No digamos ya con una victoria.

Ese ídolo Monzón acabó con los pies de barro. Fundido por la fama y la adulación. Y arrastrado por su instinto primitivo. Después de muchas historias de amoríos, en 1988 asesinó a Alicia Muñiz, su mujer, al arrojarla desde un tercer piso. Le condenaron a once años a la sombra y, tras cumplir cinco, en una salida, se mató en 1995 en un accidente de tráfico, cuando tenía 52 años.

Sergio Maravilla Martínez no tiene ninguna pinta de seguir ese camino de autodestrucción. Escribe libros, protagoniza monólogos humorísticos, tiene el verbo de Valdano o Menotti, está invirtiendo en una promotora de boxeo y en varios negocios… “Yo soy así de fábrica, aunque dejara de estudiar a los catorce años. Me encanta leer y escribir”, explica un hombre que hace poco estaba boxeando en modestos polideportivos de Madrid y ahora llena el Thomas&Mack Center de Las Vegas, generando treinta millones de dólares en PPV. El Monzón del siglo XXI.