miércoles, 17 de septiembre de 2008

‘Un Sueño Americano’, De La Hoya


‘Un Sueño Americano’, American Son en el idioma de Shakespeare, es el título que muy acertadamente ha elegido el ‘Chico de Oro’, junto con la colaboración del premiado escritor Steve Springer (ganador del Nat Fleischer Award en 2002), para presentarnos su autobiografía.


En poco más de 250 hojas el californiano nos relata aventura y desventuras de lo que su inacabada carrera nos ha deparado hasta el momento, incluyendo anécdotas acerca de sus relaciones familiares, sentimentales o inversiones financieras.


Esto no pretende ser una crítica ni constructiva ni destructiva sobre esta biografía, es simplemente la opinión de un servidor acerca de un libro que se le ha quedado corto, escaso a grandes rasgos, y que, sinceramente, en determinados momentos parece más una guía de autoayuda que la vida de una superestrella del deporte.

Pese a que recomiendo la lectura de este libro a todo el mundo, mis principales críticas se centran en la escasa información que aporta acerca de sus combates, despachando algunos de ellos en escasas líneas. Se presta más dedicación a sus aventuras financieras, aportando gran cantidad de datos, que a sus peleas con Ike Quartey o Fernando Vargas entre muchos otros.


Metidos en faena, destacaría algunas partes en concreto de su libro. En primer lugar me llamaron la atención los problemas a nivel psicológico que causo en el medalla de oro olímpica su primer enfrentamiento con el alemán Marco Rudolph, siempre dentro del terreno aficionado. Según cuenta en los primeros capítulos, tras la derrota a manos del germano en los campeonatos mundiales de 1991 en Sídney, De La Hoya lo paso realmente mal, dado que como también relata, no estaba muy acostumbrado a perder (tan solo 5 derrotas en 228 combates). Cuando volvió a verse las caras con el teutón en la final olímpica de Barcelona, el múltiple campeón mundial afirma: “cuando subí al cuadrilátero y vi a Rudolph por primera vez desde Sídney, sentí que en mi vida nunca había estado tan asustado”.


Tampoco dejo de asombrarme las cifras económicas que se manejan en el campo aficionado en los EE.UU. El Golden, que a lo largo de la biografía cuenta las grandes necesidades económicas que paso su familia cuando él era pequeño, tampoco tiene reparos en confesar que podían pagarle unos 1.500 dólares por vencer en un torneo, llegando a ganar como cantidad máxima 2.500 billetes americanos, una cantidad nada desdeñable, y más teniendo en cuenta que estamos hablando su época amateur, es decir, finales de los 80 principios de los 90. Ya quisiera más de uno cobrar ahora ese dinero por pelea... profesional.


Como anteriormente he mencionado, el libro presta una gran atención al mundo financiero en el que ahora se ve envuelto Oscar De La Hoya. De todas estas grandes inversiones que le están reportando mucho más dinero del que ya tiene, el mismo nombra como máximo responsable a Richard Schaefer, un banquero suizo que decidió dejar el mundo de las finanzas para convertirse en su socio y principal asesor. Lo cierto es que es una historia realmente interesante y se ve al angelino muy agradecido a esta persona, llegando a ser el padrino de su último hijo (por cierto, que el tal Richard es ahora el propietario de The Ring Magazine…).


Por la parte que nos toca, es decir, la pelea contra Javier Castillejo, es el más claro ejemplo del porque considero que el libro flojea. En dos caras y media dedicadas al combate, De La Hoya muestra más interés por explicarnos como se confeccionó el cartel o en intentar explicar su mala actuación (según él, debida a una insolación que cogió el día anterior) que a la pelea en sí. Este último punto, el de las derrotas o actuaciones flojas, es una constante dentro del libro. Oscar tiene excusas para todo y para su derrota contra Trinidad echa la culpa a la esquina, su ajustada derrota ante Mosley se debió a la falta de tomar rayos UVA sin gafas protectoras, lo que le causo un gran daño en los ojos, todo eso por no hablar de su combate con Mayweather, en donde según cuenta, se lesionó su hombro izquierdo, por lo que se vió obligado a utilizar un rocambolesco “Plan B”, consistente en “poner mi cabeza como blanco y dejar que Mayweather se golpeara, con la esperanza de que se rompiese la mano”…



Oscar De La Hoya en un acto promocional de su libro (foto: Golden Boy Promotions)

Constantes recuerdos hacia su fallecida madre, declaraciones constantes de amor a su actual mujer, y muchos agradecimientos para todos conforman casi la totalidad del resto del libro.


Pese a todo, he de reconocer que uno siente especial admiración por Oscar De La Hoya. No se puede negar todo lo que este púgil (estrella de la década de los 90 y, aunque en menor medida, también en estos inicios de Siglo XXI) ha dado por el noble arte. Más allá de sus batallas sobre el entarimado, la imagen que el del Este de Los Ángeles ha trasladado a los no aficionados a nuestro deporte ha sido tan importante o más que sus logros en el ring. Alguien dijo alguna vez que el boxeo debía mas a Alí que este al mismo boxeo, es posible que tal como marchan las cosas también acabemos aplicando esta frase al propio De La Hoya.