Miguel Velázquez: "Carrasco no ganó, pero era el púgil de moda"
Sentarse a hablar de boxeo con el único campeón mundial de este deporte, a nivel profesional, que ha dado Canarias es una auténtica gozada. Quedar con Miguel Velázquez para hacerle una entrevista de diez minutos es imposible. Te envuelve en su historia, el reloj se para y allí se respira boxeo en estado puro. Cuando se vuelve a recuperar la conciencia ya han pasado horas, pero ha valido la pena. Este es Miguel Velázquez (Santa Cruz de Tenerife, 27-12-1944), considerado uno de los cinco mejores boxeadores españoles de toda la historia. Campeón de España del peso ligero durante nueve años, se retiró con el título en sus vitrinas sin que nadie se lo arrebatara. En total fueron 74 peleas, 67 ganadas (33 antes del límite), cuatro derrotas y tres nulos.
- ¿Por qué el boxeo?
- El boxeo llegó a mi vida porque era muy joven y estaba indeciso a la hora de practicar algún de deporte y el barrio donde yo vivía, Taco, era un barrio que dio boxeadores notables como Sombrita, Quintero, Mena, y muchos más, y esa fue mi manera de empezar a practicar un deporte que yo no sabía cómo se me iba a dar, pero luego me salieron las cosas bien. Ese fue mi inicio.
- Y todo eso salvando las barreras que la sociedad siempre ha impuesto alrededor del boxeo...
- Sí. Hubo una época que mi madre sí me decía ¡estás loco! pero eso fue sólo al principio y luego, como ya empecé a hacer mis peleitas en amateur y ganaba siempre pues la gente se fue ilusionando conmigo y claro, en el barrio ya me conocían y cuando iba por la calle oías a la gente decir “¡ahí va Velázquez!” y eso a un chico joven como yo pues me levantaba mucho el orgullo.
- ¿Cómo fue la primera experiencia cara a cara contra otro boxeador?
- Fue curioso porque no fue en el ring sino en el bar Quintana, en Taco. Me puse los guantes con un chico del barrio, uno de los gallitos de entonces, y la verdad es que lo agarré bien con una mano y lo estampé contra una columna. A partir de ahí fue despertándose en mí la curiosidad del boxeo.
- ¿Y cuándo decide que quiere boxear, que quiere entrenar?
- Yo empecé a entrenar en el gimnasio que había en el estadio Heliodoro Rodríguez López. Entrenaba un tal Tomás y yo iba a acompañar a Kid Martín, que en paz descanse, y otro entrenador que se llamaba Herrera me dijo “si vienes a acompañar a Martín por qué no pruebas tú a ver qué tal se te da”. Empecé a entrenar un martes y el sábado, en Taco, en un solar que había al lado del cine España se hizo una velada de boxeo. Yo fui a verla y entonces un tal Eduardo Palenzuela me dijo “Miguel falta un boxeador, ¿tú quieres pelear?” y claro, como me lo dijo delante de todos los amiguetes del barrio mi orgullo me obligó a decirle “¿cuándo quieres que pelee?, ¿dónde, aquí o en su barrio?” y me respondió “no, aquí, ahora mismo” y así fue la primera vez que me subí al ring.
- Luego vendría una bonita época como amateur con experiencias inolvidables...
- Sí, luego ya empecé a entrenar en serio y fui al campeonato de España amateur en Málaga. Luego estuve una temporada apartado del boxeo porque yo había ganado aquel campeonato y me lo dieron perdido, pero a los dos años volví, con 18 años, y ya no paré. Fui a los Juegos Olímpicos a Tokio (1964) con un buen número de peleas de amateur porque peleaba cada semana o cada dos semanas, a lo mejor tres veces en el mismo mes, porque es que en Tenerife había antes mucho boxeo y muchos boxeadores. En Tokio también me hicieron otra trastada con un japonés que se llamaba Takayama Yonekura, todavía recuerdo su nombre, para que luego digan que los boxeadores nos quedamos sonados y que nos falla la memoria. Yo le gané aquella pelea bien, claro, en el peso superligero. Después me presenté como voluntario para hacer el servicio militar y durante el mismo se celebró el Campeonato del Mundo militar en Alemania y yo gané la medalla de oro.
- ¿Después ya llega el paso al profesionalismo?
- Sí, cuando acabé el servicio militar yo ya quise hacerme profesional y en noviembre de 1966 debuté como profesional (el día 23 ante Joaquín Martín, en Madrid, venciendo por KO en el quinto asalto de una pelea pactada a seis episodios). Luego en diciembre hice dos peleas más que también gané y así encadené hasta 33 peleas seguidas con triunfo.
- Entonces llegó la famosa pelea con Pedro Carrasco. Ese duelo trajo mucha polémica y supuso el fin de su imbatibilidad...
- Yo creo que gané aquella pelea. Carrasco no ganó, pero era el púgil de moda y tenía un entrenador que era el socio deportivo del presidente de la Federación que era Vicente Gil García. YO siempre quería pelear con Pedro y él no quería, pero me nombraron aspirante al título europeo y la pelea tenía que hacerse. Hubo varias veces que suspendieron la pelea cuando yo estaba en plena preparación y decían que si se lesionaba la mano, que si cogía una gastroenteritis, siempre retrasando la pelea que al final se hizo tal día como un 14 de junio de 1969 en Madrid. Se quedó gente por fuera del Palacio de los Deportes de Madrid de tanta expectación que se levantó y en la pelea yo le di un repaso a Carrasco. Por aquel entonces había un árbitro y un juez único, no como ahora y eran amigos del entorno de Carrasco. Estaban adiestrados por ellos para que yo no ganara. Según el árbitro, hasta el asalto 13 iba ganando yo y en los dos últimos asaltos dice que Pedro me ganó por un punto ¡a ver de dónde se sacan en 15 asaltos un punto! Pedro no quería hacer esa pelea ni loco y él sabía por qué. Yo me fui caminando a mi casa después de la pelea con mi bolsito de deportes y a Pedro se lo llevaron a un hospital y luego a casa de sus amigos a meterlo en una bañera con antinflamatorios porque estaba fatal. Pero el boxeo siempre ha tenido esas cosas y no me desilusioné porque yo sabía que le había ganado y que si Pedro era campeón de Europa yo podría ser también el campeón de Europa. Entonces, cuando nombraron aspirante a Ken Buchanan, los entrenadores de Carrasco dijeron que no pelearía con el escocés y dejaron vacante el título por lo que me nombraron a mí coaspirante.
- Y entonces llega la gran noche de su carrera...
- La Federación no quería que yo peleara con Buchanan porque decían que era buenísimo, que me iba a ganar, que lo dejara pasar que ya me saldría otra oportunidad, pero yo quería ser campeón de Europa y tenía claro que quería pelear con Buchanan y con su padre si hacía falta. Fue la primera vez que tumbaban a Buchanan, lo cogí con un crochet de derecha cuando él me venía con su izquierda y se fue al suelo. Se levantó y acabó la pelea en pie, pero perdió. Luego Buchanan fue campeón del mundo y hubo un inglés, Anthony Forbes, que le propuso una vez una pelea por el mundial con un español y cuando a Buchanan le dijeron que el español era yo dijo “no, no, con Velázquez no”. Él perdió aquel campeonato conmigo pero luego tuvo la oportunidad de hacer el mundial con Ismael Laguna en Puerto Rico y le ganó y defendió muchas veces el título hasta que llegó Roberto Mano de Piedra Durán y le ganó. El boxeo se escribe así, cuando vienen las oportunidades las coges o no las coges. Yo fui campeón del mundo con 32 años, si hubiese tenido la oportunidad de hacerlo con 25 o 26 años, cuando le gané a Buchanan... hubiese sido otra historia.
- Luego vinieron varias defensas de su cinturón europeo hasta que llega la derrota con Antonio Puddu en Cagliari, Italia...
- Mantener un peso mucho tiempo es muy costoso. Tienes que privarte de muchas cosas y yo estaba bien en el peso ligero pero, por ejemplo, el mundial fue en el superligero. Fue una pelea de generaciones. Yo ya estaba mayor y Puddu estaba en el mejor momento de su carrera como profesional. Yo había peleado con buenos boxeadores como Chris Fernández o Josué Márquez, siempre ganando y la verdad es que de las cuatro derrotas que tengo como profesional sólo dos fueron justas. Yo considero que no perdí ni con Carrasco ni con Gómez Fouz, al que también le di un buen repaso, pero sí perdí con Puddu y con Muangsurin. Yo estaba viejo y la ley es la ley. Puddu era un chaval. Con Puddu estaba deshidratado, con la tensión baja y me retiré para venirme a Tenerife dos años. Luego retomé la carrera de nuevo e hice 15 o 20 peleas, todas ganadas menos la de Gómez Fouz que no la perdí aunque lo diga mi récord, y llegó la oportunidad de hacer el mundial con Muangsurin.
- ¿Y el tailandés, Saensak Muangsurin, era tanto como lo pintaban? ¿Era de verdad la sombra del diablo?
- Bueno, la vida son todo oportunidades. Yo ya venía más que de vuelta cuando peleé con él y él estaba en una línea ascendente. No había equilibrio, el más joven tenía ventaja y el tailandés estaba muy bien y yo no, pero no era ningún comenadie ni era la sombra del diablo ni nada de eso. Era muy fuerte, muy rudimentario, de boxeo no sabía mucho, pero era muy fuerte y pegaba muy, muy duro. Él no sentía los golpes, era una roca y el árbitro, en la pelea de revancha, porque la primera se la gané por descalificación, paró el combate porque no había historia, yo ya estaba cortado y había mucha diferencia. Ese es el boxeo. Después gané a Jesús Canut en el Campeonato de España y ya me retiré definitivamente.
- Las cosas han cambiado mucho desde entonces...
- Sí, el boxeo se ha estropeado mucho. El boxeo debe servir para ejercer una labor social, para rescatar gente para la vida. Hay muchos chicos por ahí en busca de una oportunidad que nunca se ofrece. La gente habla siempre de los accidentes del boxeo, de lo sonados que nos quedamos los boxeadores, pero nunca hablan de la cantidad de personas que han podido salir adelante gracias al boxeo. La gente dice que si en el boxeo se pegan, pero los montañeros suben a las montañas y se despeñan y los pilotos de motos tienen accidentes mortales o en los rallies hay accidentes que se llevan por delante a mucha gente... hay muchos deportes de riesgo, pero el boxeo es un riesgo personal y yo asumo ese riesgo igual que lo asume un parapentista que se puede ir abajo con todo el aparato. La libertad de las personas hay que respetarla.
- Por eso hay que respetar también el boxeo femenino...
- Exactamente y lo he defendido muchas veces. Si ellas quieren boxear por qué se lo tienen que prohibir o decirle si se puede o no se puede hacer. El boxeo tiene su riesgo, está claro, pero uno lo asume cuando va a dar ese paso. A mí me choca mucho cuando la gente dice que el boxeo es peligroso y que te deja mal. Yo he practicado boxeo durante 16 años, desde la nada al todo, y si soy tonto ahora es porque lo era antes de empezar a boxear, no le vamos a echar la culpa al boxeo. Yo creo que soy totalmente normal y en el boxeo lo he hecho todo, olimpiadas, mundiales, europeos... y no me ha pasado nada. Ahora, si hay una persona que no se cuida y que no hace las cosas bien es una responsabilidad suya, porque es su persona y el boxeo tiene su sitio en el deporte español igual que otros deportes. Estamos hablando de un deporte olímpico que se practica desde antes de Cristo.
- En una carrera larga como la suya le ha dado tiempo a ver muchísimos boxeadores de leyenda, pero cuál de ellos es el que más le llamó la atención...
- El mejor boxeador que yo he visto encima de un ring era un cubano que se llamaba José Ángel Robinson García. Ese era mejor que Cassius Clay, que Mantequilla Nápoles, que todos. Era un peso ligero, superligero y welter y en España boxeó muchas veces, pero no se cuidaba y hacía lo que quería. Lo sacaban de la cárcel para ir a boxear porque era un paria de la vida. Ya murió desgraciadamente porque tuvo una vida muy desacertada. Siempre estaba borracho, pero era muy bueno, el mejor boxeador que he visto yo en un ring, había que ver cómo se quitaba los golpes y cómo pegaba, con que precisión y con que potencia. Para mí fue el mejor que vi pelear.
- Y cómo encuentra el boxeo ahora mismo...
-El boxeo en estos momentos no está. Los boxeadores se preocupan más de la estética que del boxeo. Que si el pantalón va a juego con las botas, es otra cosa, antes era otro tema, era boxeo. Ahora se preocupan de los tatuajes, de llevar el pelo bien cortado... y luego le pegan una trompada y salen corriendo. Es lo que hay ahora y no digo que antes fuéramos mejores o peores, pero las cosas se hacían de otra manera, era... más de verdad. Ahora hay mucho cuento, mucha película de focos, con la música, el humo alrededor del ring, el entrenador sale con una cinta en el pelo... el boxeo es un deporte serio, no es ningún teatro ni ninguna película. No se mira el boxeo como un deporte sino como un negocio y sólo les interesa llenar el bolsillo y no miran por si las peleas acaban bien. Los promotores y los entrenadores se dejan influenciar mucho y se llevan el dinero de los boxeadores que son los que ponen la cara para que les peguen. Conozco en España a muchos entrenadores que nunca se han puesto unos guantes y que no saben lo que es el boxeo ni el peligro que corren sus muchachos, tienen dudas y aquí no se puede dudar.
- Pero hay muchas cosas que se han ido poniendo en contra del boxeo con el paso de los años...
- Claro y yo no soy el todopoderoso. Puedo poner una parte grande para formar boxeadores, pero lo demás no depende de mí, depende de los organismos y las administraciones, depende de la sociedad que tenemos y de las ganas que hay de quitar a los chicos de las esquinas, de apartarlos de los vicios malos que siempre hay en la calle. Esos chicos en un gimnasio pueden ser bien orientados para formarse, sobre todo, como hombres. Este es un deporte de gente íntegra, pero se lo han querido cargar y el declive del boxeo llegó cuando aterrizó Felipe González en el gobierno español. Se acabó el boxeo en la tele, pero hizo cosas muy buenas como cambiar el color de los taxis, los nombres de las calles... eso sí era importante y no buscarle trabajo y salida a la gente que estaba en la calle o conducirla a través del deporte y ayudar de otra forma. Eso me da mucha rabia porque el boxeo es un deporte que vale la pena y mucho y ha salvado a gente que ha pasado de estar tirada debajo de un puente a tenerlo todo a través del deporte. El boxeo es una de las mejores oportunidades para los chicos que están en la calle y que no saben qué hacer. A mí me gustaría preparar a la gente para que prepare a la gente, formar entrenadores para que el boxeo se renueve de los pies a la cabeza.
Por Juan S. Sánchez - La Opinión de Tenerife
Sentarse a hablar de boxeo con el único campeón mundial de este deporte, a nivel profesional, que ha dado Canarias es una auténtica gozada. Quedar con Miguel Velázquez para hacerle una entrevista de diez minutos es imposible. Te envuelve en su historia, el reloj se para y allí se respira boxeo en estado puro. Cuando se vuelve a recuperar la conciencia ya han pasado horas, pero ha valido la pena. Este es Miguel Velázquez (Santa Cruz de Tenerife, 27-12-1944), considerado uno de los cinco mejores boxeadores españoles de toda la historia. Campeón de España del peso ligero durante nueve años, se retiró con el título en sus vitrinas sin que nadie se lo arrebatara. En total fueron 74 peleas, 67 ganadas (33 antes del límite), cuatro derrotas y tres nulos.
- ¿Por qué el boxeo?
- El boxeo llegó a mi vida porque era muy joven y estaba indeciso a la hora de practicar algún de deporte y el barrio donde yo vivía, Taco, era un barrio que dio boxeadores notables como Sombrita, Quintero, Mena, y muchos más, y esa fue mi manera de empezar a practicar un deporte que yo no sabía cómo se me iba a dar, pero luego me salieron las cosas bien. Ese fue mi inicio.
- Y todo eso salvando las barreras que la sociedad siempre ha impuesto alrededor del boxeo...
- Sí. Hubo una época que mi madre sí me decía ¡estás loco! pero eso fue sólo al principio y luego, como ya empecé a hacer mis peleitas en amateur y ganaba siempre pues la gente se fue ilusionando conmigo y claro, en el barrio ya me conocían y cuando iba por la calle oías a la gente decir “¡ahí va Velázquez!” y eso a un chico joven como yo pues me levantaba mucho el orgullo.
- ¿Cómo fue la primera experiencia cara a cara contra otro boxeador?
- Fue curioso porque no fue en el ring sino en el bar Quintana, en Taco. Me puse los guantes con un chico del barrio, uno de los gallitos de entonces, y la verdad es que lo agarré bien con una mano y lo estampé contra una columna. A partir de ahí fue despertándose en mí la curiosidad del boxeo.
- ¿Y cuándo decide que quiere boxear, que quiere entrenar?
- Yo empecé a entrenar en el gimnasio que había en el estadio Heliodoro Rodríguez López. Entrenaba un tal Tomás y yo iba a acompañar a Kid Martín, que en paz descanse, y otro entrenador que se llamaba Herrera me dijo “si vienes a acompañar a Martín por qué no pruebas tú a ver qué tal se te da”. Empecé a entrenar un martes y el sábado, en Taco, en un solar que había al lado del cine España se hizo una velada de boxeo. Yo fui a verla y entonces un tal Eduardo Palenzuela me dijo “Miguel falta un boxeador, ¿tú quieres pelear?” y claro, como me lo dijo delante de todos los amiguetes del barrio mi orgullo me obligó a decirle “¿cuándo quieres que pelee?, ¿dónde, aquí o en su barrio?” y me respondió “no, aquí, ahora mismo” y así fue la primera vez que me subí al ring.
- Luego vendría una bonita época como amateur con experiencias inolvidables...
- Sí, luego ya empecé a entrenar en serio y fui al campeonato de España amateur en Málaga. Luego estuve una temporada apartado del boxeo porque yo había ganado aquel campeonato y me lo dieron perdido, pero a los dos años volví, con 18 años, y ya no paré. Fui a los Juegos Olímpicos a Tokio (1964) con un buen número de peleas de amateur porque peleaba cada semana o cada dos semanas, a lo mejor tres veces en el mismo mes, porque es que en Tenerife había antes mucho boxeo y muchos boxeadores. En Tokio también me hicieron otra trastada con un japonés que se llamaba Takayama Yonekura, todavía recuerdo su nombre, para que luego digan que los boxeadores nos quedamos sonados y que nos falla la memoria. Yo le gané aquella pelea bien, claro, en el peso superligero. Después me presenté como voluntario para hacer el servicio militar y durante el mismo se celebró el Campeonato del Mundo militar en Alemania y yo gané la medalla de oro.
- ¿Después ya llega el paso al profesionalismo?
- Sí, cuando acabé el servicio militar yo ya quise hacerme profesional y en noviembre de 1966 debuté como profesional (el día 23 ante Joaquín Martín, en Madrid, venciendo por KO en el quinto asalto de una pelea pactada a seis episodios). Luego en diciembre hice dos peleas más que también gané y así encadené hasta 33 peleas seguidas con triunfo.
- Entonces llegó la famosa pelea con Pedro Carrasco. Ese duelo trajo mucha polémica y supuso el fin de su imbatibilidad...
- Yo creo que gané aquella pelea. Carrasco no ganó, pero era el púgil de moda y tenía un entrenador que era el socio deportivo del presidente de la Federación que era Vicente Gil García. YO siempre quería pelear con Pedro y él no quería, pero me nombraron aspirante al título europeo y la pelea tenía que hacerse. Hubo varias veces que suspendieron la pelea cuando yo estaba en plena preparación y decían que si se lesionaba la mano, que si cogía una gastroenteritis, siempre retrasando la pelea que al final se hizo tal día como un 14 de junio de 1969 en Madrid. Se quedó gente por fuera del Palacio de los Deportes de Madrid de tanta expectación que se levantó y en la pelea yo le di un repaso a Carrasco. Por aquel entonces había un árbitro y un juez único, no como ahora y eran amigos del entorno de Carrasco. Estaban adiestrados por ellos para que yo no ganara. Según el árbitro, hasta el asalto 13 iba ganando yo y en los dos últimos asaltos dice que Pedro me ganó por un punto ¡a ver de dónde se sacan en 15 asaltos un punto! Pedro no quería hacer esa pelea ni loco y él sabía por qué. Yo me fui caminando a mi casa después de la pelea con mi bolsito de deportes y a Pedro se lo llevaron a un hospital y luego a casa de sus amigos a meterlo en una bañera con antinflamatorios porque estaba fatal. Pero el boxeo siempre ha tenido esas cosas y no me desilusioné porque yo sabía que le había ganado y que si Pedro era campeón de Europa yo podría ser también el campeón de Europa. Entonces, cuando nombraron aspirante a Ken Buchanan, los entrenadores de Carrasco dijeron que no pelearía con el escocés y dejaron vacante el título por lo que me nombraron a mí coaspirante.
- Y entonces llega la gran noche de su carrera...
- La Federación no quería que yo peleara con Buchanan porque decían que era buenísimo, que me iba a ganar, que lo dejara pasar que ya me saldría otra oportunidad, pero yo quería ser campeón de Europa y tenía claro que quería pelear con Buchanan y con su padre si hacía falta. Fue la primera vez que tumbaban a Buchanan, lo cogí con un crochet de derecha cuando él me venía con su izquierda y se fue al suelo. Se levantó y acabó la pelea en pie, pero perdió. Luego Buchanan fue campeón del mundo y hubo un inglés, Anthony Forbes, que le propuso una vez una pelea por el mundial con un español y cuando a Buchanan le dijeron que el español era yo dijo “no, no, con Velázquez no”. Él perdió aquel campeonato conmigo pero luego tuvo la oportunidad de hacer el mundial con Ismael Laguna en Puerto Rico y le ganó y defendió muchas veces el título hasta que llegó Roberto Mano de Piedra Durán y le ganó. El boxeo se escribe así, cuando vienen las oportunidades las coges o no las coges. Yo fui campeón del mundo con 32 años, si hubiese tenido la oportunidad de hacerlo con 25 o 26 años, cuando le gané a Buchanan... hubiese sido otra historia.
- Luego vinieron varias defensas de su cinturón europeo hasta que llega la derrota con Antonio Puddu en Cagliari, Italia...
- Mantener un peso mucho tiempo es muy costoso. Tienes que privarte de muchas cosas y yo estaba bien en el peso ligero pero, por ejemplo, el mundial fue en el superligero. Fue una pelea de generaciones. Yo ya estaba mayor y Puddu estaba en el mejor momento de su carrera como profesional. Yo había peleado con buenos boxeadores como Chris Fernández o Josué Márquez, siempre ganando y la verdad es que de las cuatro derrotas que tengo como profesional sólo dos fueron justas. Yo considero que no perdí ni con Carrasco ni con Gómez Fouz, al que también le di un buen repaso, pero sí perdí con Puddu y con Muangsurin. Yo estaba viejo y la ley es la ley. Puddu era un chaval. Con Puddu estaba deshidratado, con la tensión baja y me retiré para venirme a Tenerife dos años. Luego retomé la carrera de nuevo e hice 15 o 20 peleas, todas ganadas menos la de Gómez Fouz que no la perdí aunque lo diga mi récord, y llegó la oportunidad de hacer el mundial con Muangsurin.
- ¿Y el tailandés, Saensak Muangsurin, era tanto como lo pintaban? ¿Era de verdad la sombra del diablo?
- Bueno, la vida son todo oportunidades. Yo ya venía más que de vuelta cuando peleé con él y él estaba en una línea ascendente. No había equilibrio, el más joven tenía ventaja y el tailandés estaba muy bien y yo no, pero no era ningún comenadie ni era la sombra del diablo ni nada de eso. Era muy fuerte, muy rudimentario, de boxeo no sabía mucho, pero era muy fuerte y pegaba muy, muy duro. Él no sentía los golpes, era una roca y el árbitro, en la pelea de revancha, porque la primera se la gané por descalificación, paró el combate porque no había historia, yo ya estaba cortado y había mucha diferencia. Ese es el boxeo. Después gané a Jesús Canut en el Campeonato de España y ya me retiré definitivamente.
- Las cosas han cambiado mucho desde entonces...
- Sí, el boxeo se ha estropeado mucho. El boxeo debe servir para ejercer una labor social, para rescatar gente para la vida. Hay muchos chicos por ahí en busca de una oportunidad que nunca se ofrece. La gente habla siempre de los accidentes del boxeo, de lo sonados que nos quedamos los boxeadores, pero nunca hablan de la cantidad de personas que han podido salir adelante gracias al boxeo. La gente dice que si en el boxeo se pegan, pero los montañeros suben a las montañas y se despeñan y los pilotos de motos tienen accidentes mortales o en los rallies hay accidentes que se llevan por delante a mucha gente... hay muchos deportes de riesgo, pero el boxeo es un riesgo personal y yo asumo ese riesgo igual que lo asume un parapentista que se puede ir abajo con todo el aparato. La libertad de las personas hay que respetarla.
- Por eso hay que respetar también el boxeo femenino...
- Exactamente y lo he defendido muchas veces. Si ellas quieren boxear por qué se lo tienen que prohibir o decirle si se puede o no se puede hacer. El boxeo tiene su riesgo, está claro, pero uno lo asume cuando va a dar ese paso. A mí me choca mucho cuando la gente dice que el boxeo es peligroso y que te deja mal. Yo he practicado boxeo durante 16 años, desde la nada al todo, y si soy tonto ahora es porque lo era antes de empezar a boxear, no le vamos a echar la culpa al boxeo. Yo creo que soy totalmente normal y en el boxeo lo he hecho todo, olimpiadas, mundiales, europeos... y no me ha pasado nada. Ahora, si hay una persona que no se cuida y que no hace las cosas bien es una responsabilidad suya, porque es su persona y el boxeo tiene su sitio en el deporte español igual que otros deportes. Estamos hablando de un deporte olímpico que se practica desde antes de Cristo.
- En una carrera larga como la suya le ha dado tiempo a ver muchísimos boxeadores de leyenda, pero cuál de ellos es el que más le llamó la atención...
- El mejor boxeador que yo he visto encima de un ring era un cubano que se llamaba José Ángel Robinson García. Ese era mejor que Cassius Clay, que Mantequilla Nápoles, que todos. Era un peso ligero, superligero y welter y en España boxeó muchas veces, pero no se cuidaba y hacía lo que quería. Lo sacaban de la cárcel para ir a boxear porque era un paria de la vida. Ya murió desgraciadamente porque tuvo una vida muy desacertada. Siempre estaba borracho, pero era muy bueno, el mejor boxeador que he visto yo en un ring, había que ver cómo se quitaba los golpes y cómo pegaba, con que precisión y con que potencia. Para mí fue el mejor que vi pelear.
- Y cómo encuentra el boxeo ahora mismo...
-El boxeo en estos momentos no está. Los boxeadores se preocupan más de la estética que del boxeo. Que si el pantalón va a juego con las botas, es otra cosa, antes era otro tema, era boxeo. Ahora se preocupan de los tatuajes, de llevar el pelo bien cortado... y luego le pegan una trompada y salen corriendo. Es lo que hay ahora y no digo que antes fuéramos mejores o peores, pero las cosas se hacían de otra manera, era... más de verdad. Ahora hay mucho cuento, mucha película de focos, con la música, el humo alrededor del ring, el entrenador sale con una cinta en el pelo... el boxeo es un deporte serio, no es ningún teatro ni ninguna película. No se mira el boxeo como un deporte sino como un negocio y sólo les interesa llenar el bolsillo y no miran por si las peleas acaban bien. Los promotores y los entrenadores se dejan influenciar mucho y se llevan el dinero de los boxeadores que son los que ponen la cara para que les peguen. Conozco en España a muchos entrenadores que nunca se han puesto unos guantes y que no saben lo que es el boxeo ni el peligro que corren sus muchachos, tienen dudas y aquí no se puede dudar.
- Pero hay muchas cosas que se han ido poniendo en contra del boxeo con el paso de los años...
- Claro y yo no soy el todopoderoso. Puedo poner una parte grande para formar boxeadores, pero lo demás no depende de mí, depende de los organismos y las administraciones, depende de la sociedad que tenemos y de las ganas que hay de quitar a los chicos de las esquinas, de apartarlos de los vicios malos que siempre hay en la calle. Esos chicos en un gimnasio pueden ser bien orientados para formarse, sobre todo, como hombres. Este es un deporte de gente íntegra, pero se lo han querido cargar y el declive del boxeo llegó cuando aterrizó Felipe González en el gobierno español. Se acabó el boxeo en la tele, pero hizo cosas muy buenas como cambiar el color de los taxis, los nombres de las calles... eso sí era importante y no buscarle trabajo y salida a la gente que estaba en la calle o conducirla a través del deporte y ayudar de otra forma. Eso me da mucha rabia porque el boxeo es un deporte que vale la pena y mucho y ha salvado a gente que ha pasado de estar tirada debajo de un puente a tenerlo todo a través del deporte. El boxeo es una de las mejores oportunidades para los chicos que están en la calle y que no saben qué hacer. A mí me gustaría preparar a la gente para que prepare a la gente, formar entrenadores para que el boxeo se renueve de los pies a la cabeza.
Por Juan S. Sánchez - La Opinión de Tenerife