JESÚS MÍNGUEZ
AS.com
Mañana, en Las Vegas, Deontay Wilder puede proclamarse
campeón del mundo de los pesos pesados. Es la gran esperanza negra de EE UU. El
elegido para que el título retorne, porque el último estadounidense en lucirlo
fue Shannon Briggs en 2007 (OMB). El Bombardero de Bronce, de 29 años,
disputará al canadiense Bermane Stiverne (36 años, 24-1-1) el cinturón del
Consejo Mundial, el que dejó Vitali Klitschko cuando decidió fajarse en la
agitada política de Ucrania.
Deontay Wilder, representado por Óscar de la Hoya, es un prodigio físico
de 201 centímetros
que podría haberse ganado la vida en la
NFL o en la
NBA. En 2005 consiguió una beca deportiva para la Universidad de
Alabama, pero una temprana paternidad con 19 años le frenó. Su hija, Nieya,
nació con espina bífida. Decidió ponerse a trabajar para pagarle los
tratamientos y comenzó a boxear. Entonces, descubrió que en sus puños había
acero. La pegada seca de los elegidos. En los Juegos de Pekín 2008, con sólo
tres años en el ring, conquistó el bronce… y se extrañó de que le pidieran
autógrafos: le confundían con LeBron. Por cara, por altura y por músculo.
Llega al MGM con 32 victorias, todas por KO, 18 de ellas en
el primer asalto. Ningún rival le ha durado más de cuatro. Pero en la lista no
lucen victorias ante púgiles en sazón. Derrotó al excampeón Siarhei Liakhovich,
pero muchas de sus víctimas lucieron demasiada grasa. Stiverne debería dar la
medida de lo que puede ser Wilder. Y los doce asaltos son palabras mayores.
“Voy a devolver este cinturón a América”, amenaza él.
El de Alabama podría ser campeón invicto como Tyson (20 años
y 27-0), Lewis (27 años y 22-0) o Holyfield (24 años y 24-0). Y abriría la
puerta de un combate con Wladimir Klitschko por la unificación de los cuatro
cinturones de los pesados. ¿Esperanza o realidad?