Aquel primer puñetazo de Humberto Aranda hay que buscarlo en la lejanía de la niñez, porque el boxeo era parte de los juegos infantiles.
“Me dejaron y dejé ojos morados, de chiquitillo. Es que desde los 8 años me gustó”.
Entonces, su padre le compró unos guantes para que le diera rienda suelta a la pasión y pudiera seguir a Muhammad Alí, su patrón a copiar en el pugilismo.
“Ya oficialmente –a los 15 años– fue contra un muchacho Franklin, no sé el apellido; lo tenía apuntado en una agenda, pero la perdí”, recordó ayer Aranda en el gimnasio Full Boxing, donde funge como instructor.
El último puñetazo está tan cercano como lo puede estar el día de mañana, cuando realice su última pelea profesional.
Ya el domingo habrá que colgarle el prefijo “ex” delante de la palabra boxeador.
“Ahora que lo pienso, hasta que se me escalofría el cuerpo; es bien difícil. No lo había llegado a pensar, pero ahora lo que me ayuda mucho es la ilusión de ser entrenador y la posibilidad de ser comentarista”, agregó.
Apodado El Maestro –por su buena técnica en el arte de golpear sin ser golpeado– está a las puertas del último round de su larga trayectoria profesional. Dirá adiós en la pelea estelar de la cartelera de Go To Productions, del promotor Ezquiel Obando. Su rival será el nicaragüense Víctor Vaquedeano.
Esta se realizará mañana en el Gimnasio Nacional, a partir de las 7 p. m. La cartelera comprende otras siete peleas y destaca el regreso al cuadrilátero de Henry Porras.
Repaso. Seleccionado para los Juegos Olímpicos de Seúl 88, cuatro años después tuvo que renunciar a la cita de Barcelona porque tenía que trabajar para vivir.
A comienzos de los 90, cuando decide dar el salto al profesionalismo, el pugilismo estaba en un agujero negro, casi extinto.
Sus mejores años los vivió entre el coma del pugilismo y el semiretiro; pero, Aranda no llora por la leche derramada.
“Dios lo tenía designado así y he podido aprovechar al máximo mi vida; ahorita valoro y vivo mi vida cada día”, sostuvo el todavía púgil.
Sin embargo, tuvo la oportunidad de pelear por el cetro mundial superwelter del CMB: el 14 de mayo de 1999 ante el español Francisco Javier Castillejo.
“Fue algo muy rico subir a pelear por un título. Me criticaron porque tal vez no era el momento, pero es que no sabía sí se me iba a presentar otra oportunidad”.
Es inevitable hacer el repaso de lo que le dejó un deporte, reputado como rudo, cuando no violento.
“A través del boxeo he vivido momentos muy especiales, mis hijos no lo ven como un deporte peligroso, como algo que su papá ya traía desde que ellos nacieron”.
Este Aranda se va y queda su hija Wendy. “Me llena de orgullo, pero siempre le he dicho que la prioridad es el estudio. Ahora trabaja en lo que estudió. Me encantaría que llegue lejos, pero más me gustaría que fuera una profesional”.