JUANMA LEIVA
AS.com
Este sábado, un Esprit Arena de Dusseldorf a reventar con
45.000 espectadores vieron la caida de un rey. Wladimir Klitschko, cuyo reinado
casi duraba diez años, sucumbió tras once años invicto, a los puntos de forma
justa y unánime (116-111, 115-112 y 115-112), con Tyson Fury, nuevo campeón de
los pesos pesados que se convierte así en el nuevo monarca de la Organización (OMB),
Asociación (AMB) y Federación (FIB). No sólo eso, sino que después de una
promoción repleta de fanfarronería y show, cumplió exactamente lo que había
prometido: acabó con la era Klitschko.
Y lo hizo simplemente porque el hasta entonces campeón fue
incapaz de hacer lo suficiente para retener sus títulos en un combate donde
apenas tuvo armas para defenderlo. Su jab, ese que había desmontado las estrategias
de tantos rivales, aparecía de forma tímida, sin convicción. Desde los primeros
compases se vio a un Fury más activo e inteligente, que boxeaba a distancia y
con poco le bastaba para apuntarse los asaltos ante un Klitschko que en el
quinto ya tenía el pómulo cortado y no era capaz de tomar la iniciativa.
De hecho, el ucraniano pasó verdaderos problemas en el
décimo asalto que salvó gracias, en parte, a que el árbitro paró la pelea para
restar un punto a Fury por golpear la parte posterior de la cabeza. Ya por
entonces, el aspirante se encontraba muy por delante en las cartulinas y los
riesgos que tomó Klitschko en el último asalto no le valieron de nada. Había
acabado su era.
Ahora, con Fury como campeón, habrá que ver el camino que
toma el exdominador ucraniano de 39 años y si intentará la revancha con el
británico. O si decide apartarse, con lo que ganaría enteros un duelo entre el
nuevo campeón y Deontay Wilder, norteamericano que reina en el Consejo (CMB).
Combate que marcaría lo que parece haber empezado este sábado en Alemania, una
nueva época en los pesos pesados.