sábado, 4 de abril de 2009

La felicidad según Castillejo






QUIQUE PEINADO. Leganés (Madrid)

“Soy amigo de Pablo y le quiero de corazón, pero la cabeza me dice lo que hay”. Carlos Bardem, amigo de ‘Huracán’ Navascués, había estado en Las Vegas, con su hermano, cuando Castillejo perdió en Mundial con Óscar de la Hoya. Y en Alemania, cuando cayó contra Carrera. Por eso, aunque estaba sentimentalmente cerca de Navascués, sabía lo que había. Había visto de cerca de la leyenda, aunque fuera perdiendo. Sabía que era el día de Castillejo.
A la derecha de Bardem, Daniel Guzmán, de profesión, como él dice, “contador de historias”, ya sea como actor, director o, como cuando era un chaval, graffitero. Siempre pegado a la calle, de donde sacó su afición por el boxeo, un mundo donde se mueve casi mejor que en el del cine. Cuando Castillejo pasó por su lado, camino del ring, a Guzmán le brillaron los ojos. Como a todos los que abarrotaban La Cubierta.
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La historia que retrató Guzmán con una cámara era una de bandas. La de Navascués, más pegada al ring, la de la ‘beautiful people’, decantada quizá de su lado. La de Castillejo, la grada alta, la del bocata de bacon con queso y el mini de cerveza, la del pueblo boxístico al que ha sostenido ilusionado y vestido de grandeza 20 años.
Castillejo fue fiel a sí mismo hasta el último aliento. Boxeó metódicamente, buscando las manos bajas al principio para mermar la condición física de un rival semirretirado, que aguantó como un titán, haciendo justicia a lo gran boxeador que ha sido y es. ‘El Lince’ tiró de su prodigiosa cintura para no encajar más de lo necesario y en el sexto asalto sacó a pasear la izquierda para cortar a su rival en la mejilla. Ya no dejaría de manar sangre, a pesar de que sus manos no pararon de salir a pasear con efectividad. Era el método contra la pasión.
Cada puñetazo del ‘Huracán’ Navascués era un tsunami. Cada uno que sacaba el ‘Lince’, un manual de boxeo inteligente. Los apodos, como se ve, no son casuales. Y Castillejo, tacita a tacita, exprimiendo a su rival, que cada vez bajaba más la guardia, cada vez recibía más. La cara roja, la sonrisa desafiante. Con las rodillas funcionando de puro orgullo. Se llevó algún pito por agarrarse al campeón, pero bastante hacía. Era el noveno asalto y seguía de pie.
El truco de no ponerse el protector bucal en la esquina de Navascués abrió el décimo
El truco de no ponerse el protector bucal en la esquina de Navascués abrió el décimo. Unos segundos de aire que le ayudaron a acabar de pie, como un toro. Se lo merecía, como, quizá, el combate nulo que obtuvo y que nadie esperaba. Ni Bardem, evidentemente.
Dice la canción que acompaña al de Parla cuando entra al ring que ‘El Lince’ rompe el dolor. Su esquina era todo emoción contenida. Cuando los jueces dieron el resultado, sonrieron. El dolor de lo inesperado quedaba roto por el cariño de la gente, la que lo adora por ser como es, por estar encima de un cuadrilátero con 41 años dejándose lo que no tiene para darse el gusto de que su gente lo vea boxear una vez más.
La pelea sí es merecedora de la despedida de Javi Castillejo. El resultado, no. Por eso, habrá que ver si ‘El Lince’ nos deja así. La emoción y el cariño de la gente sobró. Y eso no lo tapa ni el combate más nulo de todos.

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