domingo, 11 de mayo de 2008

Narváes, en el camino de nuestros grandes campeones


Aún retumba la lección boxística ofrecida el viernes por Omar Narváes, a quien ya es hora de que le escriban bien el apellido, con S, y no con Z, como es lo tradicional. El Enano de Chubut, radicado en Córdoba, Huracán como apodo boxístico, pasó por Vigo, España, arrasando una vez más con el púgil local, en este caso el hidalgo Iván Pozo, reteniendo su título mundial mosca OMB, como lo hizo otras veces con los franceses Bernard Inom, Brahim Asloum, Andrea Sarritzu, y de visitante contra hombres peligrosos como el ruso Alexander Mahmutov, aunque en terreno neutral.Curiosamente, las mejores defensas fueron esas, con todo en contra, y las peores de local, contra púgiles en teoría más accesibles. Pozo el viernes no salió al 8° y fue KOT 8, no 7, porque la OMB posee una regla igual a la de nuestro país, que toma como referencia el round que está por iniciarse, en los casos en que un púgil abandone en el descanso.Fue la 13° retención, y mucho se está hablando y se hablará del record que está por romper -hablando siempre de boxeadores argentinos y sus retenciones mundialistas-, o mejor dicho, por alcanzar -si es que ya no lo ha hecho-, de Carlos Monzón, que tiene 14 de su título mediano AMB, aunque se duda si la primera contra Rodrigo Valdez fue defensa o sólo peleó por el CMB del colombiano.

COMPARACIONES OBLIGADAS

Sin embargo, cuando suceden estas cosas de que un contemporáneo iguale a una leyenda, siempre surgen comparaciones, y cuestionamientos acerca del nivel, de los merecimientos, de la jerarquía, y de si lo numérico puede competir obligadamente contra lo sustancial, lo técnico, y lo inmaterial.Analizando el estilo de Narváes, antes que a sus rivales y el mérito de sus victorias, vemos que además de ganar afuera y adentro, como los grandes campeones, lo hace con amplitud, y hasta con suficiencia.No necesita esquivar con la ampulosidad de Nicolino Locche para ser un intocable. Tampoco ser un rompehuesos como lo era Martillo Roldán para ganar por KO, aunque tiene un buen porcentaje de victorias antes del límite (17 en 27). Ni ser un demoledor paulatino como lo era Carlos para demoler de a poco también, pero no por potencia de golpes, sino por supremacía técnica y cantidad. La otra comparación con El Más Grande púgil argentino de todos los tiempos tiene que ver con que tampoco necesita el gesto adusto y fiero, el aspecto de indio, la altura y la imponencia de su físico para ser temido. Narváes pega, boxea, esquiva, es ligero, pícaro, tiene un temperamento de hierro y una mentalidad ganadora siendo chiquito, perfil bajo, culto, y un señorito abajo del ring.Sin regalarle ningún elogio, Narváes tiene estilo propio. Es un caballero, respetuoso y humilde, cosa que lo saben todos en el ambiente del boxeo, tanto propios como extraños. Jamás se le escuchó una declaración fuera de lugar, ni estridente. Y en esto tiene que ver en parte la conducta forjada en su paso por el amateurismo, donde tantas veces representó exitosamente al país.¿Sus rivales? No hay grandes "pesos pesados" en el mundo de los moscas, pero le falta la unificación, o la gran pelea. El dinero grande. La incursión a Las Vegas, o a La Meca yanqui. Les ganó a los que tuvo, como Monzón, a quien tampoco le tocó un tiempo de grandes figuras. Jamás peligró su corona, salvo el empate localista ante Sarritzu, ni esquivó rivales. Le están preparando a un invicto estadounidense de 1,70 llamado Rayonte Whitfield, que está N° 1, y que a lo lejos se ve como la más difícil, lo mismo que le pasó a Monzón con Marvin Hagler a quien finalmente no enfrentó, por retirarse antes. Eso no lo hará Narváes. El quiere la gloria, los records, la inmortalidad, y después la plata, que llegará inexorable, aunque le ha demorado. Porque, tal como dijo una vez, entre round y round peleando con Asloum, "el orgullo vale más que todo".

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