jueves, 11 de febrero de 2010

LAS 20 GRANDES SORPRESAS DE LA HISTORIA DEL BOXEO




Por Kieran Mulvaney
Especial para ESPN.com

Una vez que la campana final ha sonado y Michael Buffer ha anunciado al ganador, el estadio se vacía, sus residentes temporarios se arremolinan contra las puertas de salida y hacia el casino hasta que, aparentemente en apenas unos minutos, los únicos que quedan allí son los periodistas con horario de cierre inminente y los trabajadores que desarman el ring.
Puedo contar en una sola mano la cantidad de veces en que la mayoría de los asistentes se quedaron en el estadio mucho después de que el eco de la campana final se haya disipado.
El ejército viajero de Ricky Hatton continúa cantando y bebiendo mucho tiempo después de que su boxeador fuese noqueado consecutivamente por Floyd Mayweather y Manny Pacquiao.
Los fanáticos de Pacquiao y Miguel Cotto aplauden con entusiasmo las entrevistas de ambos boxeadores luego de las peleas.
Y luego está la noche de mayo del 2004 en la que Antonio Tarver noqueó a Roy Jones, Jr.
Había pasado algo más de un año desde que Jones parecía haberse asegurado su sitial en el panteón de los más grandes con su dominante actuación ante John Ruiz, transformándose en el primer ex campeón de peso mediano en alzarse con una porción de la corona de peso pesado. En noviembre de 2003, regresó al peso semipesado y tuvo problemas ante Tarver, esforzándose para lograr una victoria por decisión en una actuación floja que muchos, incluyendo él mismo, adjudicaron al cansancio de perder la musculatura que había ganado para subir de categoría y enfrentar a Ruiz.
Era posible. Después de todo, Jones apenas había sido tocado en el ring antes de eso. En la revancha ante Tarver, seguramente, regresaría a la gloria, y en el primer asalto fue dominante, aparentando estar encaminado a la victoria.
Luego en el segundo, una enorme zurda de Tarver lo envió hacia las lonas en un rincón. Rodó sobre sus manos y rodillas, cayó de bruces nuevamente, y tuvo problemas para ponerse de pie, haciendo que el réferi Jay Nady liquidara el pleito.
El rugido inmediato fue seguido por un enorme silencio. Periodistas y espectadores por igual quedaron parados, conmovidos, mirando el ring como si ese holograma que lo habitaba fuese a desaparecer y la realidad fuese a regresar. Miles de celulares se iluminaron mientras la noticia se esparcían por todo el mundo. Mucho después de que se hiciera el anuncio oficial había todavía poco movimiento, porque la imposibilidad aparente de lo que acababa de suceder se estaba tomando su tiempo para asentarse en el inconsciente colectivo.
Esa es una de las grandes bellezas del boxeo. No hay nada tan dramático y excitante como una gran victoria sorpresiva, cuando un gran boxeador envejece de un día para el otro o no toma en serio a su oponente, o si ese oponente logra aunar fuerzas milagrosamente y hace la pelea de su vida. La sorpresa puede darse de a poco, como cuando Evander Holyfield derrotó a Mike Tyson en 1996, o con sorprendente velocidad, como cuando Tarver noqueó a Jones. De cualquier modo, el drama es que algo aparentemente impensable sucede ante tus ojos, y te das cuenta de que en muchos años más podrás decir "yo estuve ahí".
En honor al 20º aniversario de la mayor victoria sorpresiva de la historia, cuando un desconocido peso pesado de Columbus, Ohio derrotó al Hombre Más Malo del Planeta, aquí presentamos los 20 resultados menos esperados en la historia del boxeo.

James J. Corbett KO21 John L. Sullivan
7 de septiembre, 1892, Olympic Club, New Orleans
Sullivan fue el último campeón de boxeo sin guantes, y el primer campeón de peso pesado bajo las reglas del Marqués de Queensbury. Fue la primera súper estrella del boxeo, superaba a su retador por 25 libras, y salió de su rincón buscando despachar a Corbett con una derecha enorme. Corbett retrocedió, evitando los puños de Sullivan pero sin conectar puños de su parte hasta el tercer asalto. Lenta pero firmemente, su trabajo de piernas y movimiento lateral confundieron al campeón, y sus jabs y derechas en punta acumularon suficiente daño hasta que en el 21er asalto una sucesión de golpes envió a Sullivan a las lonas. El campeonato de peso pesado había cambiado de manos por primera vez.

Jess Willard KO26 Jack Johnson
5 de abril, 1915, Hipódromo del Vedado, La Habana, Cuba
Un grupo de "esperanzas blancas" se habían alineado para intentar derrotar a Johnson, el primer campeón negro de peso pesado de la historia, que había tenido el título desde 1908. Todos habían fallado, y Willard parecía ser el candidato menos dotado para revertir esa tendencia. Con 34 años de edad, había sido profesional por menos de cinco años, y era un púgil muy crudo. Pero era enorme (6'6'' de altura, 230 libras y un alcance de 83 pulgadas) y había tenido un gran entrenamiento para aguantar los golpes y el desgaste. Por el contrario, Johnson había vivido en el exilio en Francia por dos años, y había pasado más tiempo de fiesta que en el gimnasio. Sin embargo, el campeón comenzó con fuerza, y luego de 15 asaltos estaba muy al frente. Pero luego comenzó a debilitarse bajo el duro sol de La Habana y los duros golpes de Willard. El 26 de junio, una derecha derribó a Johnson a las lonas, y recibió el conteo completo de espaldas. Luego, Johnson diría que se tiró a propósito.

Gene Tunney V10 Jack Dempsey
23 de septiembre, 1926, Sesquicentennial Stadium, Filadelfia
Dempsey le había dado a Willard una tremenda paliza para alzarse con la corona de peso pesado en 1919, y con su estilo lleno de acción aunado a su clásico gancho de izquierda se había transformado en un campeón enormemente popular. Luego de una excitante pelea con el retador argentino Luis Firpo en 1923, en el cual Dempsey derribó a Firpo diez veces para lograr un nocaut en el segundo round aunque enviado dos veces a las lonas y hasta sacado del ring a través de las cuerdas, el "Asesino de Manassa" soslayó sus posibles defensas de título para dedicarse a hacer películas y boxear en exhibiciones. Eventualmente regresó al ring para defender su faja ante Tunney, pero ya había perdido su velocidad y precisión, y una multitud conmovida que superaba las 120.000 personas vio cómo Tunney boxeaba fácilmente para lograr la victoria.

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