jueves, 5 de febrero de 2009
¿Quién fue Monzón?
PUERTO MADRYN -- Resumir la carrera de una leyenda del boxeo en unos pocos párrafos implica ciertos desafíos que en otros deportes no suelen aparecer. Una "línea" de estadísticas de béisbol resume la carrera de un pelotero de manera muy cabal, la cantidad de goles y partidos jugados por un futbolista da una buena idea de sus capacidades como jugador, y lo mismo sucede con la amplia disponibilidad de números que dan cuenta de los talentos de un basquetbolista. En el caso del boxeo, la cantidad de victorias y derrotas no siempre cuenta la historia completa.
Monzón, en este aspecto, puede ser considerado como una rara excepción.
Sus números impresionan aún hoy. Su lista de rivales incluye a los mejores púgiles de una de las décadas más competitivas de la historia del boxeo. Y sus estadísticas contienen récords que aún hoy pueden ser considerados imposibles de romper.
Aquí van algunos ejemplos:
Carlos Monzón (87-3-9, 59 KO's), permaneció invicto durante los últimos 80 combates de su carrera, a lo largo de un período de casi 13 años, uno de los récords más irrepetibles de la historia del boxeo. Muchos son los que llegan a 80-0 con 70 nocauts, alimentando sus palmarés a base de los proverbiales "taxistas de Tijuana" y otros púgiles de menor valía. Pero cerrar una carrera de más de 14 años con una racha ganadora tan longeva es algo nunca visto y que (en mi opinión) difícilmente podamos volver a ver. Con 9 años de carrera y sin dar signos de severo desgaste físico, Narváez todavía está a tiempo de acercarse a ese número.
Mucho se ha dicho en años recientes sobre la lista de 14 defensas de Monzón. Desde que esa marca fuera superada en el peso mediano por el gran Bernard Hopkins (quien ahora tiene una lista de más de 20 defensas logradas en su mayor parte ante boxeadores de segunda y tercera línea) hasta el empate (por ahora) sostenido por Omar Narváez, las 14 defensas de Monzón son una meta que ya no parece imposible de quebrar. Lo imposible en este aspecto es igualar la calidad de oposición del santafesino. Benvenutti y Griffith serían considerados dos de los más grandes medianos de todos los tiempos si Monzón no los hubieses aplastado a ambos con tanta facilidad. Mantequilla Nápoles quizás hubiese logrado imponerse ante un campeón de menor valía para ser campeón mundial en dos divisiones. Es probable que Boutier, Bogs, Tonna, y Moyer hubiesen constituido una rivalidad cuadrangular europea memorable si no fuese por sus derrotas a manos de Monzón. Rocky Valdez hubiese dominado la división con claridad en las postrimerías de la década del '70, y Bennie Briscoe pasará por siempre a formar parte de la lista de los más grandes boxeadores que nunca ganaron un título mundial por sus caídas ante Valdéz y ante un joven Marvin Hagler, pero su derrota ante Monzón en su mejor momento es una de las más claras de toda su carrera. En toda su grandeza, ni Hopkins ni Narváez pueden decir lo mismo sobre su lista de víctimas pasadas.
La promesa cumplida de su retiro definitivo es quizás una de las marcas más indelebles de Monzón. Su alejamiento final del boxeo en 1977 en la cima de su carrera no tiene comparación en la historia del boxeo. Solamente Rocky Marciano fue capaz de mantener su promesa de no regresar. Narváez necesitará, para eso, lograr el reconocimiento internacional y la fortuna que Monzón logró al momento de su retiro, y ninguna de esas dos bendiciones le ha llegado todavía. Esperemos que sepa reconocer el momento adecuado para perpetuar en la memoria de sus fanáticos la imagen de campeón eterno que dejó Monzón en sus tiempos.
En todo honor a la verdad, su ascenso y caída en su vida fuera del ring fueron mucho más extravagantes que las de muchos boxeadores de su época y de los tiempos por venir. Monzón pasó de construir su casa con sus propias manos en sus días libres durante los inicios de su carrera a vivir en los hoteles más exclusivos de Buenos Aires, París y Mónaco para terminar sus días en una celda de prisión. Viajó a sus primeras peleas en autobuses de línea, fue propietario de la usual colección de autos deportivos que le llega invariablemente a todos los campeones, y terminó sus días en un accidente automovilístico manejando un auto que hubiese desdeñado hasta el más humilde taxista. Y nada describe más cabalmente su curva de triunfos y tribulaciones que su relación con las mujeres.
Baleado por la madre de sus hijos en los comienzos de su carrera (Monzón tuvo una bala alojada en su cuerpo durante casi toda su carrera de campeón), pasearía su imagen de macho latino por las mejores discotecas de tres continentes del brazo de beldades y divas inalcanzables para la mayoría de los mortales (como Ursula Andress y Susana Giménez) para luego terminar asesinando a su joven esposa en un confuso y triste episodio en una casa prestada por un actor de segunda línea. Para bien o para mal, la vida de Monzón fuera del ring fue igual de inimitable que su listado de proezas pugilísticas.
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