domingo, 25 de enero de 2009

LA IMPORTANCIA DE LLAMARSE "SUGAR"




Durante la friolera de 25 años, un morenito de Harlem peleó, entre sonrisa y sonrisa, en 200 batallas. Su apodo, “Sugar”, (Azúcar en español), su nombre Ray Robinson. Realizó tan fantásticas exhibiciones que aún hoy, cincuenta años después, se le considera el mejor pugilista de todos los tiempos. Otro morenito, ¡oh, casualidad! apodado “Sugar”, también Ray, esta vez Leonard, de Carolina del Norte él, hizo las delicias, entre danzas, golpes, títulos, batallas épicas y sonrisas, siempre las sonrisas azucaradas, de todos los seguidores, por los cuadriláteros de Estados Unidos, derrotando hasta a las “manos de piedra”, las “maravillas” y las “cobras” que se le pusieron por delante. Estamos en otro siglo, diferente en el noble arte del boxeo. Pero, gracias sean dadas al dios del pugilismo. Otro “Sugar” nos endulza la vida a los seguidores, en tiempos tan escasos de figuras rutilantes y que den brillo y esplendor al boxeo. Este artista negro de ojos verdes no se llama Ray, sino Shane, y su apellido, sin antecedentes boxísticos, es Mosley, campeón mundial con 25 años y lanzado a la fama tras su doble duelo victorioso ante el “Chico de Oro” Óscar de la Hoya”. Su carrera parecía estar abocada al declive natural de cualquier atleta, pero tras los visto este sábado en su California natal, aún le queda mucho en el “tanque”, como se dice en la jerga boxística. Desde el pesaje, gramo arriba o abajo, se le veía mejor color y sonrisa, mucha sonrisa, ante un Antonio Margarito, que estrenaba reinado, y que parecía a priori el favorito indiscutible. Y “Sugar” empezó la pelea como en sus mejores momentos, soltando manos a velocidad de vértigo, electrizante, esquivando, demostrando astucia en la corta distancia, superior atacando y defendiendo. Resulta difícil encontrar un asalto en el que ese auténtico guerrero de Tijuana que es Margarito, pareciera a su nivel. Fue una lección, un deleite para la vista, a pesar del drama de ver a un hombre grande como el denominado ”Tornado” caer de una forma tan arrolladora. El upper con el que empezó el principio del fin en el octavo asalto, pasará a los anales de este mitad arte, mitad deporte. A partir de ahí, una demostración única, quizás irrepetible, como si tratara a un luchador como a un pelele. Sé de más de un árbitro que hubiera parado la masacre, al final del octavo asalto, léase, por ejemplo, Jay Nady, pero Caiz le quiso aportar más épica a una victoria ya cantada y decantada. Lo del noveno asalto, formidable, pero evitable, hasta que saltó por los aires una toalla, que significaba el abandono de un hombre fiero y bravo, ante uno, sencillamente, mejor, y que devuelve al boxeo USA unos gramos de autoestima que tanta falta le hacen en este singular deporte. Lo que volvió a evidenciarse este sábado en el inigualable escenario del Staples Center, ante la mirada atónita de más de 20.000 aficionados, es que, en el boxeo, llamarse o que te digan “Sugar” es algo que imprime carácter y solo está al alcance de los grandes, pero grandes de verdad.

JOSÉ MANUEL MORENO. BOXEO VELEÑO.

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