lunes, 8 de diciembre de 2008
Una sombra de sí mismo
Por Sebastián Contursi
ESPNdeportes.com
Al final, estábamos en lo cierto quienes pensábamos que la pelea entre Oscar De La Hoya y Manny Pacquiao sería una farsa. Sin embargo, el acierto se dio por las razones menos pensadas. Pero, ¿quién se iba a imaginar que el filipino pelearía sólo, como si se tratara de una sesión de sombra en su gimnasio de Los Ángeles?
Todos los análisis previos daban cuenta de la enorme diferencia de tamaño físico a favor de De La Hoya, lo cual sería suficiente como para vencer a Pacquiao. Claro, siempre y cuando la pelea se diera en condiciones normales. Pero eso no sucedió.
Porque el Oscar De La Hoya que subió al cuadrilátero de Las Vegas fue, simplemente, una burla, una caricatura patética de sí mismo.
Sosteníamos en nuestras columnas previas que Oscar había dejado una pésima imagen en su última presentación, en mayo pasado, ante Steve Forbes, cuando lució casi como un ex boxeador resucitado.
También decíamos que el hecho de tener que rebajar tanto peso para enfrentar a Pacquiao podía costarle muy caro. Y así fue.
Porque esta vez el Golden Boy lució como uno de esos jornaleros que se suben al ring con el único objetivo de poder resistir tanto como puedan y así ganarse sus dólares.
Lento, sin reflejos, débil, desorientado, sin distancia y, lo más preocupante, vacío de espíritu, De La Hoya prácticamente no lanzó golpes en toda la noche (no se confíen de las ridículas estadísticas que presenta Compubox) y se convirtió en un saco de entrenamiento para el gran Pacman, que le pegó a voluntad durante los ocho asaltos.
Una verdadera vergüenza que Oscar se haya subido en condiciones tan malas, teniendo en cuenta la envergadura que él mismo y su compañía promotora le habían dado a este combate, al punto de presentarlo como "la pelea soñada".
No intentamos quitarle méritos a Pacquiao, quien llegaba a este combate como el mejor libra por libra y con varias hazañas sobre sus hombros. Pero está claro que al filipino simplemente le alcanzó con hacer lo de siempre para imponerse. Nada del otro mundo.
Desde el primer campanazo quedó evidenciado que con sólo emplear a fondo su velocidad y no exponerse demasiado le alcanzaría para dominar a su devaluado oponente.
Es cierto que el filipino salió a buscar a Oscar con mayor cautela de lo que lo hace habitualmente, en los primeros asaltos. Pero ante la falta de contestación, fue ganando en confianza vuelta tras vuelta, y terminó peleando solo.
Fue increíble ver, por ejemplo, cómo la izquierda en recto de Pacquiao se filtraba con la mayor facilidad por entre la guardia de De La Hoya en las primeras vueltas, como si éste último no llegara a a verlas.
Después, el filipino fue agregando un excelente trabajo a los planos bajos, que terminó por reducir completamente las pocas energías que traía Oscar.
Así las cosas, ya para el sexto capítulo, estaba claro que en cualquier momento Oscar se iría a la lona. Y si eso no sucedió, seguramente fue debido a la diferencia de tamaño en su favor. De todos modos, como para evitar que el oprobio fuera aún mayor, al término del octavo asalto Igancio Beristain le dijo a Oscar: "voy a parar la pelea si no lanzas golpes, te doy un round más".
Sin embargo, da la impresión de que fue el propio De La Hoya quien decidió ponerle fin a su martirio y, tras escuchar la frase de su entrenador, se levantó de su asiento en la esquina en señal de abandono, para ir a saludar a Pacquiao. En ese momento, las cámaras de televisión enfocaron fugazmente a Antonio Margarito, quien estaba en el ring side. Y todos pensamos cuán sabio fue De La Hoya en haber evitado una pelea con el mexicano. ¡Qué masacre hubiera sido eso!
Por estas horas escuchamos a muchos decir que tras esta victoria de Pacquiao ha nacido una estrella. Vaya necedad. El filipino ya era una estrella consagrada antes de este combate. Y ese rótulo lo obtuvo gracias a desafíos muchísimo más riesgosos que el del sábado.
Comparar, por ejemplo, este combate ante De La Hoya, con los dos ante Marco Antonio Barrera, los dos primeros ante Erik Morales, los dos ante Juan Manuel Márquez y hasta el que hizo ante David Díaz sería una falta de respeto.
Seguramente, a los fines comerciales, no obstante, este triunfo catapulta a Pacquiao hacia la popularidad masiva. Pero esa es otra historia, no necesariamente relacionada íntimamente con los hechos estrictamente deportivos.
Lo cierto es que la mayoría de nosotros se equivocó en las predicciones sobre el resultado de la pelea, justo es admitirlo. Sin embargo, a la postre terminamos siendo testigos de una farsa, de todos modos.
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