jueves, 25 de diciembre de 2008

"EL ROBO DEL SIGLO"


El manager y promotor Wilfried Sauerland celebró recientemente su 30 aniversario en el boxeo. Sauerland comenzó la promoción en Zambia, pero fue en 1.980 cuando las estrellas amateur Rene Weller y Manfred Jassman decidieron pasar a profesional a través de su firma, logrando revivir el boxeo de pago en Alemania. Weller conquistó el título ligero de la EBU, convirtiéndose en una gran estrella a la vez que Ralf y Graciano Rocchigiani, llegando finalmente, a principios de los 90, el gran éxito de Sauerland con Henry Maske, que se hizo una superestrella y llevo el boxeo en Alemania a un nivel diferente. Otros púgiles que han llevado su empresa “Sauerland Event” a tener una mayor representación en la escena han sido Arthur Abraham y Marco Huck. Hasta aquí la historia de éxito deportivo y económico de uno de los más grandes promotores del Viejo Mundo. Hace unos meses, cuando se confirmó que Ruslan Chagaev sufría una lesión que le tendría alejado de los cuadriláteros, surgió de nuevo el eterno problema de los organismos en épocas recientes. La solución de la W.B.A. fue lo salomónica y discutible de costumbre: declarar al uzbeco como campeón “en receso” y organizar una pelea entre dos ex campeones: Nikolay Valuev y John Ruiz, para declarar campeón al vencedor, ojo, no interino, sino campeón “regular” del organismo que preside el ínclito Gilberto Mendoza, con la única cláusula de tener que defender la corona contra Chagaev, cuando este se recuperase. El caso es que Valuev venció al mediocre Ruiz, aunque el “Team Ruiz” enviase una protesta formal a la W.B.A. por lo que ellos consideraron una injusta decisión de los jueces. De esta manera, el “viejo” Evander Holyfield, cuatro veces campeón del mundo de los pesos pesados, volvía a tener una oportunidad de hacer historia, tras no conseguirlo un año antes, en Moscú, ante Sultan Ibragimov, que le derrotó justamente a los puntos. Sauerland, en co-promoción con Don King, se avino a organizar una pelea indudablemente mediática, aunque discutida desde todos los rincones del planeta, por la edad del estadounidense, que ya sufrió la prohibición de la Comisión Atlética de Nueva York, hace varios años, por considerar que padecía de derrames cerebrales. Se ubicó la pelea, para sorpresa de propios y extraños, en Zürich, y no en uno de los escenarios habituales de Alemania, y ahí vino todo rodado en contra de los intereses del promotor germano. ¿Por qué? Muy fácil. El Hallenstadion de Zurich, parecía Atlanta, patria chica de Holyfield. Nunca en sus 24 años de profesión, contó el norteamericano con tanto apoyo, ni siquiera en su época de mayor esplendor, en sus célebres peleas ante Mike Tyson o Riddick Bowe. La segunda sorpresa para Sauerland, King y toda su cohorte fue la excelente preparación con la que subió al ring Evander, bien aleccionado por su preparador, Tony Brooks, para moverse por todo el anillo, para escapar del potente jab de izquierda del gigante ruso, que dio en la báscula, nada menos que 44 kilos más que el estadounidense. Los asaltos fueron pasando, Evander dominaba como quería el combate, con su gran oficio y técnica y con una sorprendente condición física, aunque ésta siempre fue uno de sus puntos fuertes. Los gritos de ¡Holyfield, Holyfield! atronaban entre las 12,500 almas que abarrotaban el escenario, los millones de televidentes de todo el mundo (al final, se vendió en PPV para América) veían cómo Evander Holyfield iba a a terminar con el récord de campeón de los pesados más longevo, en poder de George Foreman. Es cierto que en los últimos asaltos, apretó más el gigante ruso, hasta el punto que desde su esquina, le ordenaron noquear al de Atlanta en el último asalto, sabedores de que, hipotéticamente, la pela la tenía perdida. Holyfield capeó el temporal y afrontó los minutos interminables de espera de la lectura del veredicto de los jueces, con suma tranquilidad, mientras el público esperaba cualquier gesto del norteamericano para aclamarle y vitorearle. Mientras tanto, cada saludo del ruso, gorra en ristre, era respondido con estridentes abucheos. El final ya lo conocen los lectores: un juez vio el match nulo, y los otros dos, que Santa Lucía les conserve la vista a los tres, que había ganado el que “interesaba” a Sauerland, a Don King y a un futuro enfrentamiento entre Valuev y el rey del peso completo de la actualidad, Wladimir Klitschko. El malestar en la grada fue apoteósico, y la cara de Sauerland, enfocada por la televisión alemana, era todo un poema. Era claro que lo sucedido le había sobrepasado y que el descrédito mundial iba a ser innegable. Holyfield, por su parte, se tomó la decisión con una gran deportividad, como un auténtico caballero del deporte. Horas después de la pelea, Sauerland, leídas las primeras críticas de toda Europa, incluida España, donde se volvió a meter en portada el boxeo, por la atracción de Holyfield, y, sobre todo, al lado del Atlántico, han sido brutales y justas contra semejante cambalache, lo que motivó que el promotor alemán declarase que para él, “lo justo, hubiera sido un combate nulo, puesto que Holyfield dominó la primera mitad de la pelea, y Valuev dominó todos los asaltos de la segunda mitad de la misma”. Incluso, prometió una revancha rápida, insinuando la suspensión del Chagaev-Drummond, para que todo sucediera con la rapidez que le conviene a los promotores, y sus ansias por ganar grandes sumas de dinero. Con lo que no contaba Sauerland es con las declaraciones de Tony Brooks, el preparador de Holyfield, que manifestó, nada más pisar suelo americano, que “alguien había recibido “grasa” por conceder ese injusto veredicto” y automáticamente, anunció que protestarían oficialmente a la Asociación Mundial de Boxeo. La reacción de Sauerland fue inmediata: nada de revanchas, pero mucho revanchismo contra esos americanos que llegaron a la neutral Suiza, a fastidiarle sus planes. Hace unas semanas, Klaus Peter
Kohl, el otro mangante, perdón, magnate del boxeo alemán, el dueño de la poderosa Universum, dijo, con respecto a un duelo entre su pupilo Felix Sturm y el de Sauerland, Arthur Abraham, campeones del peso medio, algo así, como diríamos en España, que con Sauerland no iba ni a coger billetes de 500 euros. Ahora comprendemos las razones. Y una conclusión: los seguidores del boxeo estamos hartos de los continuos robos de los alemanes, aunque esta vez fuera en Zurch, capital de la neutral Suiza. El público dictó sentencia: Sauerland está marcado para los restos. Por cierto, ¿Qué diferencia existe entre la injusticia sufrida por el famoso Holyfield y nuestro modesto Gabriel Campillo hace meses? Ninguna. Un robo es un robo, aquí y en la Luna.

JOSÉ MANUEL MORENO. BOXEO VELEÑO.

1 comentario:

JOSE MANUEL dijo...

ESTOY DE ACUERDO UN ROBO POR TODO LO ALTO.