jueves, 17 de julio de 2008
Marta Martí: "El súmmum del placer es la ducha tras el combate" (De El Periódico de Catalunya)
Entra en el Gimnàs Castellbisbal, le llueven las felicitaciones y ella va soltando sonrisas como si fuesen crochets. El mejor saludo, un auténtico 'uppercuts' de la simpatía, se lo reserva para su entrenador, Toni Moreno. Lo adora.
--Para que se haga cargo del tipo de entrevista: pregunta machista, sí, ¿tiene a la tuna de Medicina cada noche bajo su ventana?
--Pues no, ni la espero, la verdad.
--Para completar su respuesta, ahora me dirá que no tiene novio.
--Pues no, tampoco tengo novio ni lo quiero ni lo necesito ni tengo tiempo para él. No puedo permitirme ese lujo. Ahora estoy concentrada en lo mío, en el boxeo.
--¿Ve? No tiene novio porque todos saben que es de armas tomar.
--Hasta que apareció usted y su amigo y colega Tomás Guasch, nadie sabía que practicaba el boxeo y que debutaba un día de estos. Y la verdad es que me irá bien que la gente sepa que practico el boxeo.
--¿Y eso?
--Cada vez que me llevo un buen o mal golpe en los entrenamientos, cuando hago guantes con los compañeros o en algún combate, cada vez que me hinchan un ojo, me crece el pómulo o me sangra la nariz, paso un calvario. Solo puedo ir a la oficina. Allí es el único sitio que saben cómo me he producido esa lesión. En el súper, en la gasolinera, en los bares, en las tiendas, todo el mundo me mira con mimo, me acarician el hombro cuando se despiden de mi y nunca faltan los "vaya con cuidado" o "que vaya bien". Todos, todos, sospechan que mi novio o mi marido me maltratan. Y lo digo con todo el respeto del mundo por las mujeres maltratadas. Yo tengo, a veces, esa horrible sensación y no se la deseo ni al peor de mis enemigos. Esas miradas son horribles.
--Para haber boxeado el viernes, la veo inmaculada, sin un rasguño.
--Bueno, la procesión se lleva por dentro. Quiero decir que bajo el pómulo izquierdo ardo de calor y en los costados también. Mi primera rival, que llevaba ya cuatro combates disputados, golpeaba más en los flancos, alrededor del ombligo, que en la cara. Tuve suerte, sí.
--¿Qué la condujo al boxeo, quién le metió en el gimnasio, cómo cruzó sus primeros guantes?
--Fue hace nueve años, teniendo 16. Mi amiga Marta Mairal, que llegó a ser campeona de España de full contact, siempre bromeaba con mi padre diciéndole: "Valentí, un día de estos me llevaré a tu hija al gimnasio a pelear". Y mi padre la miraba como si fuese a matarla. Sus ojos decían "¡Ni hablar, ni hablar!". Y, sí, un día fui y me quedé. Apasionante.
--Y ahí está, una licenciada en Filosofía y Letras, con una segunda licenciatura en Publicidad, con tres idiomas, una planificadora on line de internet, loca por el boxeo.
--Loca, sí, esa puede ser una buena definición. La filosofía no es muy útil, la verdad, aquí nadie quiere aprender a pensar. Es más, cada vez se piensa menos. La publicidad es lo que es, pillería. El boxeo es auténtico, vibrante, pasión, fuego. Y, sobre todo, noble, muy noble. Toni, mi entrenador, ha hecho que adore el boxeo. Me ha enseñado a amarlo.
--Y ¿cómo se ama el boxeo?
--Viviéndolo, entrenando, practicándolo, temiéndolo, respetándolo. Conociendo a tu rival, estando cuerpo a cuerpo con ella, pegándote, sufriendo sus golpes, que te duelen, y mucho, pero, al final, te das un abrazo. Mire, le diré una cosa, aunque no pretendo que la comparta ni la entienda, simplemente que la tenga en cuenta: la ducha de después de un combate, de un duro entrenamiento, la ducha de después de cruzar guantes con un compañero, esa en la que el agua va acariciando tu cara ensangrentada, magullada, el ojo a la virulé, esa en la que el agua resbala por todo tu cuerpo, ayudada por la vaselina que queda en tu cara, es el mayor placer del mundo, el súmmum del placer. Se lo digo yo.
--Estoy por hacerme boxeador.
--Haga toda la broma que quiera, pero el boxeo te coloca contra las cuerdas. El otro día, cuando vi a Nadal vencer a Federer, pensé: "Mira, otro que sabe lo que es luchar hasta el límite". El boxeo te enfrenta contigo mismo. Estás solo y piensas: "Tengo que hacerlo". O ganas tú o te magullan. No puedes aplazar la pelea. No puedes bajar la guardia. No hay miedo posible. Al primer golpe, piensas: "Me ha dado". Con el segundo: "Espabila, nena, espabila". Con el tercer y el cuarto: "Joder, la que estoy pillando". No piensas: "Me va a hacer daño". No. ¡Ya te ha hecho daño! Así que te pones las pilas. Y disfrutas.
--¿No tiene un punto de mafioso?
--Me hubiese dejado cortar una mano si no hubiese adivinado que me haría esa pregunta. Pues, por lo que leo, ni más ni menos que otros deportes en los que han descubierto, ¿verdad?, apuestas clandestinas, partidos manipulados, árbitros comprados, jugadores sobornados ¡por favor! Pero, claro, como se trata de deportes que dan dinero, de deportes reyes, pues nada, palante. Espero que algún día abandonemos esa idea de que el boxeo es un deporte barriobajero, de ignorantes, muertos de hambre, expresidiarios o incultos. Le diré que todos mis compañeros de gimnasio hablan muchísimo mejor que muchos futbolistas campeones de Europa. ¡Dónde va a parar!.
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