JESÚS MÍNGUEZ
AS.com
Ángel Moreno viajó a Arras (Francia) convencido de que sólo
un KO le daría el cinturón de campeón de Europa del peso mosca que custodiaba
el local Thomas Masson, y así fue. El vallecano fue un diablo, todo corazón y
presión. Una caldera. Pero los jueces no se complicaron la vida y otorgaron una
victoria por decisión unánime al galo: 117-111, 115-113 y 117-111. Una
diferencia excesiva para un combate muy igualado, con alternativa en los
asaltos.
El madrileño, de 32 años, pagó los tres primeros episodios,
que se anotó Masson, y tuvo que ir a remolque. Un corte feo en la ceja
izquierda en el cuarto round anunció un final prematuro. Pero no fue así. Al
calor de la sangre, Moreno se encendió y llevó al campeón contra las cuerdas. "Esto
es un ejercicio de devastar", le recordaba desde su esquina su preparador,
Tinín Rodríguez. Contra la altura y el mayor alcance de Masson, Moreno se
fajaba abajo.
El madrileño, con las manos bajas y las piernas rápidas, con
la cintura flexible, apuntó al cuerpo del francés, siempre muy cerrado de
guardia. No se desarboló y eso le salvó el cinturón. Sabía que si no le
conectaban demasiado, la victoria sería suya. Es la ley no escrita que protege,
casi siempre, al que boxea en casa en caso de duda.
"¡No puedes parar, esto es un infierno!", animó
Tinín a su pupilo cuando el campeonato se ponía feo. Y el Golden Boy de
Vallecas se jugó la cabeza. Todo pasión y corazón. Bien preparado, asumiendo el
riesgo de comerse una mano letal por el cansancio. Decidido a no irse de vacío.
Pero su pronóstico se cumplió. O KO o derrota. Demostró, eso sí, que llegó a
Francia bien preparado y con ambición. Y no se dejó nada dentro. Eso también
merece recompensas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario