J.C.C.
ABC.es
Como dueño de todos los superlativos, no hay freno posible
para la exhibición pública de Floyd Mayweather, el boxeador norteamericano de
38 años que el próximo 2 de mayo se presentará a La Pelea. Así , sin otro
adorno ni calificativo, se ha bautizado el combate que lo enfrentará en Las
Vegas al filipino Manny Pacquiao en la que se ha considerado la contienda deportiva
más lucrativa de la historia. Mayweather hace honor a su apodo (Money -dinero
en inglés-) y rebosa dólares en grandilocuentes manifestaciones de abundancia
que lo enlazan con tradiciones singulares del boxeo y de sus bajos fondos.
Invicto en el ring después de 47 combates, Floyd Mayweather
ha destrozado todas las categorías que unen negocio y deporte: cobrará 138
millones de euros por 36 minutos de estancia sobre el ring. A 3,8 millones el
minuto. Jamás un deportista profesional ha alcanzado tales cifras en un año
sobre cualquier superficie de trabajo: ni Tiger Woods en la hierba del golf ni
Michael Schumacher en el asfalto de los circuitos ni Michael Jordan en el
parqué de las canchas. Floyd Mayweather lo conseguirá en una sola noche.
Ya el año pasado conquistó cimas inimaginables para
cualquier mortal: 60 millones de euros por dos peleas. Algo así como 13.600
euros por cada segundo que pasó en el cuadrilátero.
Mayweather es hijo y sobrino de boxeadores y ha popularizado
el exceso como norma de conducta. Además de sus fiestas, cargadas de todo, en
un ámbito algo más privado exhibe con orgullo su relación con el dinero. Ha
contratado a una cocinera, la mejor pagada del mundo, a razón de 4.000 euros
diarios por trajinar platos las 24 horas a su servicio. Ha mostrado al planeta
el protector bucal con el que se medirá a Pacquaio: una bagatela de 23.000
euros laminada en oro con incrustaciones de diamantes y billetes de 100
dólares. Y en el paseíllo antes del combate presumirá de un cinturón hecho a
medida con 3.000 esmeraldas en su corona.
Más allá del tono divertido y fanfarrón que acompaña a este
deporte en los prolegómenos de cualquier pelea del siglo, lo de Mayweather es
un caso digno de estudio: no recibe ni un dólar por contratos de patrocinio.
Nadie, ninguna multinacional, empresa o compañía, quiere que el púgil de
Michigan promocione su producto. No lo ha contratado como imagen un banco o una
red móvil, no se ha asociado a ningún fabricante de ropa deportiva. Nada.
Su personalidad sulfurosa y sus problemas con la justicia
(pasó 90 días en la cárcel por violencia doméstica) provocan el rechazo de los
anunciantes. «Tener una marca en la espalda no altera la magnitud de lo que he
logrado. No necesito a Nike o Adidas para ser lo que soy», suelta el púgil
según establece su modo de vida, el desafío.
Y no hay argumento para quitarle la razón. Floyd Mayweather
ha construido su imperio con la fuerza de sus músculos y sus dotes para la
negociación. No tiene manager, sino que es él mismo quien gestiona sus
contratos desde 2007. Estableció un acuerdo con una productora de televisión
que le garantiza un mínimo de bolsas.
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