Por Daniel
Guiñazú
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¿Asistió Buenos Aires el
sábado por la noche al último acto de la formidable carrera boxística de Sergio
“Maravilla” Martínez”? A dos días de la esforzada victoria ante el inglés
Martin Murray, resulta aventurado afirmarlo. Pero la posibilidad no parece demasiado
alejada de la realidad. Martínez volvió a fracturarse la mano izquierda –que
mantendrá 45 días enyesada–, la rodilla y el tobillo derechos no aseguran
estabilidad a sus movimientos, y siguen lloviéndole ofrecimientos para
dedicarse a otras actividades acaso menos lucrativas, pero mucho menos
exigentes, en lo físico, que la práctica del boxeo profesional.
Samson Lewkowicz –el empresario uruguayo
que lo asesora– y Pablo Sarmiento –su técnico– coincidieron en la información:
Maravilla no volverá a subir a un ring, por lo menos, hasta marzo de 2014.
Lewkowicz fue más allá: agregó que Martínez peleará hasta los 39 años, pero no
hasta los 40. Y que se retirará combatiendo otra vez en la Argentina. Con lo
cual puede deducirse, habida cuenta de que le restan dos peleas para cumplir su
contrato con HBO, que la campaña del campeón de los medianos del Consejo no se
extenderá más allá de diciembre de 2014. Pero ese plazo puede llegar a ser demasiado
largo para las expresiones de deseos de los amigos y/o socios del campeón.Maravilla sabe que le está empezando a pasar lo peor que puede pasarle a un deportista de elite: que el físico deje de responderle. Y que en esos casos la decisión más inteligente es irse del boxeo antes de que el boxeo termine de irse de uno. Martínez tiene que ponerle cada vez más el cuerpo a sus peleas. Y el precio que paga en consecuencia es cada vez más elevado: manos fracturadas, cara magullada y rodillas y tobillos en falsa escuadra.
Lo peor de todo es que le están fallando las piernas. Y que sin sus piernas, veloces para abrir el ring y para acercarse o alejarse de sus rivales, Maravilla es medio boxeador. Son esas piernas, más que sus brazos o sus giros de cintura o cuello, las que hacen el trabajo de la defensa. El sábado no le funcionaron para escapar de la zona de fuego. Por eso recibió más de la cuenta. Por eso terminó con la ceja izquierda rota y con el pómulo derecho abollado. Nada grave. Pero sí un indicio de que los golpes de Murray le llegaron. Y que el susto pudo haber sido mucho mayor si el inglés hubiera tenido la mano más pesada y una superior convicción de combate. De hecho, a Martínez lo derribaron en dos ocasiones: en el 8º, el árbitro italiano Massimo Barrovecchio le dio cuenta. En el 10ª se interpretó como resbalón lo que en verdad fue un golpe pegado de refilón.
Nunca fueron buenas las noticias que llegaban desde Madrid acerca de los entrenamientos previos a la pelea. Hasta tres semanas antes, las intensas sesiones aeróbicas sobre superficies duras fueron reemplazadas por un trabajo más liviano en el agua, cuestión de no exigir la rodilla derecha operada tras el triunfo ante Julio Chávez Jr. en Las Vegas. Y el guanteo se redujo apenas a seis sesiones de 10 rounds cada una, en las cuales lejos estuvo de verse la mejor versión de Maravilla. Ante el aumento de las versiones sobre su baja condición física, producto no de una preparación descuidada e irresponsable sino de un cuerpo resentido y dolido, el jueves por la noche, previo al pesaje, Martínez citó a su habitación a tres periodistas argentinos para hacerles un entrenamiento en persona y despejar cualquier duda.
En ese trabajo de guanteo, desarrollado junto con Pablo Sarmiento, el crack quilmeño lució como si todas esas versiones fueran habladurías. Pero no pudo evitar que minutos después lo vieran rengueando ostensiblemente camino a la ducha. Como lo hizo el sábado sobre el ring de Vélez, su enorme orgullo lo mantuvo en pie.
Pero sería sumamente doloroso que ese mismo orgullo se transformase en un capricho y que por ello (o por asfixiantes intereses comerciales) Maravilla estire una carrera que ya dio lo mejor de sí y se exponga a una fea derrota. Nadie mejor que él para saber qué es lo mejor para su vida y su físico, cuándo conviene irse y si le conviene quedarse. Pero el crack que apabulló a Pavlik, Williams, Baker, Dzinziruk y a Julito Chávez no vuelve más. Su angustiosa y angustiante victoria sólo en las tarjetas del sábado ante Murray le entregó una comprobación rotunda: nadie puede eludir el abrazo del tiempo. Nadie. Por más que se llame Maravilla Martínez y haya sido un boxeador enorme.
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