Yo sé lo que quiero. Ser el mejor. Todo el trabajo no lo tomo como un sacrificio, sino como una inversión. Mientras mi mente esté a tope, romperé mi cuerpo lo que haga falta. Óscar de la Hoya tenía 500 millones de dólares en el banco y sus sueños seguían siendo superiores a sus bolsas". Las palabras suenan contundentes en boca de Sergio Maravilla Martínez (37 años, Quílmes, Argentina), vecino del barrio madrileño de Chamberí, fisura en la mano izquierda y menisco de la rodilla derecha esperando ser reparado por el doctor Ángel Villamor. Es su filosofía. Su mantra. La idea que cruza su mente desde que hace diez años llegara a España con una mano delante y otra detrás y que no ha cambiado después de recuperar el cinturón de campeón del mundo del peso medio (Consejo Mundial) el pasado 15 de septiembre en Las Vegas.
Julio César Chávez jr., once años menor, probó su medicina durante 11 asaltos -en el último tiró a Maravilla a la lona en un final infartante- y su cara quedó como un mapa. La del argentino con corazón chulapo brilla intacta nueve días después. En los 500 metros que van del restaurante Casa Juan a Plaza de Castilla, para realizar las fotos, varias personas le felicitan. Hace dos años, en Alovera, el pueblo de Guadalajara donde vivía, pasó casi inadvertido en el mismo trance. Es el glorioso precio de ser una estrella mundial del boxeo.
Cifras.
Lo dicen los números de su combate contra el mexicano: 30 millones de dólares en PPV, cinco en otros conceptos de televisión, tres por la venta de las 20.000 entradas del Thomas&Mack Center, asientos de 600 dólares que costaron 2.500 en la reventa, 41% de share en Argentina, "como una final de fútbol", explica En 2007, en Aluche, cobró una bolsa de 840 euros contra un desconocido Pavel Florin ("entonces ganaba yo menos que mis rivales, porque si no, no querían enfrentarse a mí"). Ahora su caché se anota con seis cifras.
Atrás queda la época en la que reconoce que tuvo que recurrir incluso a la caridad cuando aterrizó en España huyendo de la crisis del corralito en Argentina y pasó varios años "sin papeles". "Que te detengan una vez ya es una barbaridad, pero a mí me ocurrió varias. Dos noches encerrado y amenazas de expulsión del país. No lo entendía, porque yo tenía mis trabajos (hasta cinco llegó a alternar: gimnasio, portero en un pub, clases de boxeo...) y sólo quería salir adelante. Menos mal que tenía también algún alumno policía al que recurrir", relata sin resentimiento.
En 2007 consiguió dar el salto a EE UU y ahora su combate contra Chávez jr., hijo del guerrero de Sinaloa, auténtica leyenda del ring, ha sido un acontecimiento. Con mucho picante verbal de aperitivo. Martínez había dejado el título previamente y el júnior se negaba a ponerlo en juego contra él.
Sobreprotegido.
"Todas las mañanas, cuando corría, visualizaba su cara. Lo veía. Y las manos me dolían de tanto apretar los puños. Hubo demasiada sobreprotección para un campeón del mundo. Él no estaba preparado para boxear con los mejores y sus defensas las hizo contra gente no tan buena. ¡Si hizo tres antes de cruzarse conmigo!".
El desenlace final, con Maravilla claro ganador a los puntos pero al que le iniciaron la cuenta cuando quedaba 1:30 tras encajar una dura izquierda ("me pegó en el oído y se me apagó la luz"), ha valorizado la posibilidad de una revancha. Luego se supo que Chávez dio positivo por marihuana y puede estar un año suspendido. "Antes quiero hacer otro combate. Mi idea es boxear en casa, meter a 70.000 u 80.000 personas en el Monumental de River". El argentino es "socio de privilegio del club" y ahora mismo "el deportista más conocido de Argentina". Será difícil que hasta allí vuelen Canelo Álvarez o Miguel Cotto, rivales de postín. Pero se manejan otras opciones. Luego, a finales del 2013, tocaría una revancha con Chávez jr. ¿Después Floyd Mayweather?
"Cuando Chávez me pidió la revancha le dije que sí", y el argentino ya se aseguró el primer asalto: "¡Sí, pero te voy a pegar el doble!". El propietario de los Dallas Cowboys de la NFL ha ofrecido su estadio en Arlington (Texas), con capacidad para 80.000 espectadores. Pero Maravilla no se fía de la rigurosidad de los controles antidopaje en Texas, tras el positivo del mexicano: "Si quiere boxear allí, pongo de condición a que se someta a controles olímpicos (de sangre), un mes, una semana y un día antes de la pelea".
El más grande.
Tras los puños del de Quílmes hay mucha cabeza, muchas horas de vídeo ("puedo ver mil veces un fragmento de diez segundos de un rival") y mucho conocimiento del pasado. Su peculiar estilo, de manos bajas, es por algo. "En Ali está el abc del boxeo", suelta mientras gesticula y señala su camiseta. "El boxeo está mal desde la base. ¿Por qué no enseñan a boxear como Ali? Él, Sugar Ray Robinson y Leonard peleaban con la guardia baja. Ahora te enseñan a estar firme, cerrado, cruzado". Así, según Maravilla, se encaja más. "En el boxeo importan el tiempo y la distancia, engañar al rival. No voy a ganar por pegar más, sino porque no me peguen. El boxeo no es posicional, es mental. Ahora lo puedo decir con la autoridad que me dan nueve cinturones, antes no. Hay que trabajar para recibir poco. Mientras otros sigan con la teoría contraria, mejor para mí. Seguiré ganando", alecciona. Su juego de pies, su esquiva, le han valido para salir muy poco castigado en 54 combates (50 victorias con 28 KO's, dos derrotas y dos nulos).
En su imaginario pugilístico aparecen también otros nombres: su compatriota Carlos Monzón ("ese sí que era intocable") o el Pernell Whitaker que se cruzó en el camino de Poli Díaz en 1991 ("inteligentísimo"). Y en su vida ocupa un lugar de privilegio Diego Armando Maradona. Por eso, cuando sonó su móvil la mañana del duelo con Chávez y escuchó la voz del dios del fútbol al otro lado, supo la que había liado en Argentina. "Se me caían las lágrimas mientras él gritaba como un loco. '¡Haz lo que dijiste en el pesaje!'. '¿Pero tú sabes quién soy yo?', le respondí". Un SMS de Leo Messi también le dio ánimos. A él, a Sergio Gabriel Maravilla Martínez. Campeón del mundo. Vecino de Chamberí, boxeador en EE UU. Un descubrimiento.
Este sábado, velada en Parla; en octubre, libro en Argentina
Maravilla tiene claro que, cuando cuelgue los guantes, vivirá en Madrid. Por eso ya trabaja en insuflar aire al boxeo español. En 2011 arrancó MaravillaBox, su promotora, que este viernes (19:00 h.) inaugura gimnasio en Madrid (C/Vilches, barrio de Entrevías) para el público en general y también de base de los boxeadores que ha fichado, como Gabriel Campillo (dos veces campeón mundial del semipesado) o Kiko Martínez (campeón europeo del supergallo). El sábado estará en la velada que organiza en la Plaza de Toros de Parla (19:30, entradas 10 y 15 euros) con los enfrentamientos Ibrahim López-Álvaro Terrero (crucero), Iván Ruiz-Geisler Iglesias (gallo) o Roman Vardayan-Jhair Enrique (superligero).
En octubre tiene previsto viajar a Argentina para presentar Corazón de Rey, su autobiografía. "Vengo de fábrica así", bromea cuando se le pregunta por sus inquietudes. "Me gusta escribir, lo hago habitualmente. También monólogos de humor. Cuando me retire me encantaría ser monologuista". En Argentina ya ha debutado. También como bailarín, haciendo saltar los audímetros, en el concurso Bailando por un sueño.
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