viernes, 16 de septiembre de 2011
EL REY DEL PPV
Por Diego Morilla
ESPNdeportes.com
La frase del siempre rimbombante manejador y publicista Leonard Ellerbe fue digna de una conferencia de prensa de un artista de rap. Pero la veracidad de su declaración no es más que un testimonio del verdadero poder de atracción del protagonista de esta velada estelar de boxeo que tendrá lugar el próximo sábado en el MGM Grand de Las Vegas, y quien es también uno de los pilares que sostienen el pugilismo en la cima del interés general en los deportes de combate en todo el mundo.
"Este hombre ha cambiado la historia del pague-para-ver. Ahora tiene que llamarse 'may-per-view'", dijo Ellerbe al presentar a su protegido Floyd Mayweather Jr., citando los más de 400 millones de dólares en ganancias generadas durante su carrera, a través de casi 7 millones de compras de unidades de pague-para-ver en sus peleas.
Y la importancia de estos números no puede ser subestimada. En un mundo sobrecargado de ofertas de entretenimiento digital gratuito entregado por vía inalámbrica a cada artefacto y electrodoméstico posible (todavía no hay hornos a microondas con acceso a internet, pero no se sorprendan si los ven anunciados en las barras laterales de anuncios de Google en un par de días, sin siquiera darme crédito a mí por haber generado esta brillante idea), la presencia de un individuo que pueda impulsar a millones de personas a desembolsar casi 60 dólares (suficiente como para comprar cuatro boletos al cine, o una cena en un restaurant para dos o tres personas) por verlo pelear en televisión, representa un verdadero milagro para una industria televisiva que languidece ante el ataque de las computadoras en tabletas, los teléfonos inteligentes y los inminentes artefactos de cocina con acceso multimedia.
"Mi único trabajo en mi vida ha sido ganar, este país se ha hecho ganando", dijo Mayweather en su conferencia de prensa . Un comentario lógico para un boxeador que eligió el apodo "Money" (dinero) y que luce un deslumbrante reloj con una ancha malla cubierta de diamantes en su mano izquierda.
Ante este escenario, es fácil determinar por qué se demora tanto el combate entre Mayweather y Pacquiao, un choque que generaría cientos de millones de dólares en ganancias pero que desataría una guerra para determinar quién es el responsable de las compras de pague-para-ver, y que transformaría la distribución de dividendos en una verdadera pesadilla. Y esto viene a colación a la hora de analizar la "contratación" de Ortiz como rival de ocasión para Mayweather. Por bueno que sea el méxico-americano oriundo de Kansas, está claro que deberá pagar por la oportunidad de medirse ante Mayweather cobrando un dinero fijo (se calcula que su bolsa total será de $2.5 millones de dólares, a distribuir entre todo su equipo de trabajo) que, a pesar de constituir una de las mayores bolsas de su carrera, no está ni siquiera cerca de ser una parte equitativa de las ganancias que generará este combate.
A pesar de que la pelea tiene que transcurrir todavía y que nadie está derrotado hasta que suena la campana final, está claro que este choque, tal como los anteriores desarrollados por Mayweather y Pacquiao, tienen como objetivo enviarse mensajes cruzados para ir abriendo el apetito de las audiencias del mundo ante la posible mega-pelea que se avecina. Ambos pelearon con Shane Mosley, como para que tengamos una manera de compararlos ante un rival reciente en común. Pacquiao ha peleado en una ciudad como Dallas, con muy poca presencia de filipinos en sus alrededores, ante un rival que casi no genera fanáticos propios como Joshua Clottey, y el éxito ha sido resonante. Ahora, Mayweather peleará con un zurdo que va al frente y no le teme al palo por palo, al igual que Pacquiao, como para continuar el envío de mensajes cruzados entre ambos peleadores. La pelea de Pacquiao ante Márquez en noviembre próximo probablemente no aporte ningún dato nuevo, pero vista desde una perspectiva amplia no es más que un nuevo paso en este baile de gallos que aletean, despliegan sus puyas y ensayan sus gritos de guerra, pero sin animarse a lanzarse a la batalla de una vez por todas.
La elección de Ortiz como rival no solamente tiene sentido económicamente hablando, sino que pone a Mayweather en posición de lograr un nocaut que le ha sido esquivo en sus últimos compromisos desde diciembre de 2007, cuando anotó un tremendo nocaut ante Ricky Hatton. El valor de un video de nocaut no le pasa por alto a Mayweather, quien sabe que no hay herramienta de promoción mayor que esa para crear interés en un choque de gran envergadura. "Los fanáticos quieren ver sangre, sudor y lágrimas, y eso es lo que tenemos que darle", sugirió Mayweather, y Ortiz seguramente cumplirá complacido ese mandato. "Él dice que la pelea no llega a la distancia, y yo digo lo mismo, así que la pelea no llegará a la distancia", sentenció Floyd, dando por bueno el acuerdo tácito entre ambos.
No sabemos si será una guerra, un mero choque de estilos interesantes o un aburrido intercambio de jabs anotadores sin mayores consecuencias. Lo cierto es que el nombre de este juego, gracias a la presencia de Mayweather como factor dominante en el boxeo actual, es el mismo que el rap lleva como bandera, y el que Mayweather lleva como sobrenombre: "money".
"El entrenador (de Ortiz, Danny García) me pidió que pelee limpio, pero el boxeo es un deporte sucio", sentenció Mayweather, momentos antes de desafiar a Oscar de la Hoya y a Víctor Ortiz por separado a apostar la nada antojadiza suma de $2.5 millones de dólares al resultado de este combate. La apuesta, empero, encierra una metáfora aún mayor: el boxeo como deporte apuesta toda su bolsa y todo su potencial de atracción en los hombros de Floyd Mayweather y su poder de convocatoria, y lo que muchos pueden ver como un exceso de ambición no es otra cosa que el motor mismo que mueve al pugilismo en el siglo XXI.
Por su bien, y por el del boxeo mismo, esperemos que esa máquina siga andando.
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