sábado, 1 de mayo de 2010

EL PESAJE, SIN INCIDENCIAS




Diego Morilla

Aún para un espectáculo gratuito, el pesaje de un gran combate en Las Vegas es probablemente el espectáculo más corto, menos significativo y de mayor audiencia del mundo.
Por apenas unos pocos minutos, miles de personas hacen largas filas para presentarse en un enorme estadio (esta vez, el MGM Grand, donde se realizará el combate de este sábado) para presenciar un evento meramente protocolar, pero que tiene la particularidad de ponerle rostro y presencia a lo que se viene. Y lo que se viene, en este caso, es un choque al todo o nada a 12 asaltos en el peso welter entre Sugar Shane Mosley y Floyd Money Mayweather, que determinará el nombre del mejor welter de esta generación entre todos aquellos que no se llamen Manny ni se apelliden Pacquiao.
André Berto, Juan Manuel Márquez, Joe Calzaghe, Ricky Hatton (presentado como Micky Hatton por Buffer, en un raro error del siempre efectivo presentador), Thomas Hearns, Marco Antonio Barrera (quien se encontraba presente y fue llamado al escenario, pero curiosamente no subió) y otros grandes boxeadores de todos los tiempos fueron subiendo al escenario mientras se esperaba el demorado arribo de los boxeadores estelares. Luego de una breve espera, Shane Mosley hizo su llegada y acusó 147 libras en la báscula (peso reglamentario de la pelea) mientras que Mayweather hizo lo propio en 146 libras, como acentuando el hecho de que no tuvo problemas en cumplir con el peso reglamentario a pesar de haber ganado campeonatos en una división superior.
El público se mostró dividido casi en partes iguales en lo que hace a favoritismos. Los pedidos de apoyo para uno y otro boxeador resultaron en griteríos y abucheos mezclados pero con composiciones muy similares para cada uno de ellos. Las predicciones de actores, deportistas, expertos de boxeo y personalidades de toda laya se multiplican, y hay una creciente inclinación (casi una ansiedad) por elegir a Mosley como ganador, aún cuando no sea lo que el cerebro dicta.
En las pantallas de todo el estadio (y hay cientos de ellas, distribuidas en todo el lugar) se suceden las repeticiones de escenas destacadas de los combates de ambos púgiles, muchas de ellas en cámara lenta. En todos los casos, la impresionante velocidad de Mayweather sale a relucir, y la imparable energía de Mosley (sobre todo cuando siente lastimado a su oponente) salta de la pantalla y nos pide cambiar la apuesta hacia su lado. Ese es el sentimiento que parece inundar, a horas del evento principal, a los miles de fanáticos que aguantan la respiración en todo el mundo esperando este combate auténticamente soñado, de implicancias que trascienden el combate mismo.
Se rumorea que este combate será el más taquillero de toda la historia exceptuando el peso pesado, y de imponerse Mayweather seguramente todos los caminos llevarán a un combate que sin duda romperá todos los récords posibles de audiencia en vivo, en televisión y en taquilla por todo concepto. Estamos hablando del demorado pero inevitable choque entre Mayweather y Manny Pacquiao, un choque que seguramente tendrá en vilo al mundo desde el momento en que se anuncie hasta que suene el campanazo final. Pero ante la posibilidad de un triunfo de Mosley, las perspectivas no son menos atractivas: una trilogía Mosley-Mayweather tendría resonancias históricas extraordinarias y le traería a su triunfador una gloria impensada, además de una riqueza personal inaudita para el mundo del boxeo.
Por ahora, solo resta esperar que cada gramo acusado en la báscula del MGM se ponga al servicio de un combate sin cuartel en la noche del 1ro de mayo, y que quien resulte con la mano levantada al finalizar el pleito sepa transformar esa victoria en un trampolín hacia mayores retos y aún mayores logros.

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