sábado, 7 de noviembre de 2009

Bob Arum, un promotor de boxeo como pocos


AP

El promotor de boxeo más importante del país es un abogado de Harvard al que le sobra picardía, un erudito del talmud que vive lanzando improperios.
Dicen que es generoso y entrador, despiadado e intrigante, pero todo el mundo respeta su devoción al boxeo y su trayectoria en este deporte.
"Bob Arum es una de las 10 personas más inteligentes que he conocido, y no me refiero exclusivamente al mundo del boxeo", comentó el ejecutivo de HBO Seth Abraham, quien es amigo de Arum. "Combina la inteligencia de los libros con la inteligencia de la calle, sentido común y experiencia, lo que es algo extraordinario".
Arum había visto muy pocas peleas cuando organizó su primera cartelera y nunca pensó que le dedicaría su vida al deporte de los puños, pero a punto de cumplir 78 años y luego de trabajar con todo el mundo, desde Muhammad Ali hasta Oscar De La Hoya, Arum está dando otro golpe maestro.
Su empresa Top Rank montó la cartelera más importante del año, la pelea del 14 de noviembre entre Manny Pacquiao y Miguel Cotto en Las Vegas.
Top Rank maneja las carreras de ambos, así como las de una decena de campeones mundiales, incluido el rey de los medianos Kelly Pavlik y el monarca liviano Edwin Valero.
Mientras que figuras como Don King prácticamente desaparecieron del mapa y la Golden Boy Promotions trata de afianzarse, Arum demostró que sigue siendo el mejor.
Su yerno Todd duBoef está haciéndose cargo del imperio que creó, pero Arum continúa manejando las riendas.
"Es lo que me mantiene joven", bromeó, hablando con The Associated Press en un restaurante de Manhattan.
Su relación con el boxeo es fortuita. Tras graduarse como abogado en Harvard, comenzó a trabajar en una prestigiosa firma neoyorquina y luego integró el equipo del procurador Robert F. Kennedy.
En 1964, Arum fue el encargado de confiscar los ingresos de la pelea entre Sonny Liston y Floyd Patterson. Esa experiencia despertó su pasión por el boxeo. O, más específicamente, por el dinero que mueve el boxeo.
Un día conoció al astro del fútbol americano Jim Brown, quien era muy allegado al líder de la Nación del Islam Elijah Muhammad y, por ende, a Muhammad Ali, el cual acababa de convertirse. Le presentaron a Alí y al poco tiempo, este devoto judío representaba a la figura más rutilante del boxeo.
"Cuando Brown me pidió que fuese abogado y promotor de Alí, pensé que arreglaría una pelea y después encontraría a otra persona, y yo seguiría en la abogacía", comentó Arum. "No quería ser promotor".
La primera pelea que hizo con Alí fue la de George Chuvalo, el 3 de marzo de 1966, en momentos en que Alí era muy criticado por su posición sobre Vietnam. La habían prohibido pelear en casi todas las ciudades, por lo que el combate se hizo en Toronto.
Arum dice que siguió colaborando con Alí porque estaba furioso con el trato que se le había dado.
Los dos viajaron juntos por el mundo durante 20 años.
"Yo estaba muy cerca de los boxeadores y sabía quiénes eran buena persona y quiénes no, quiénes eran egoístas, quiénes eran personas especiales", afirmó Arum. "Alí fue una gran persona. Me refiero a lo que lleva adentro, bien adentro. A su esencia. Era puro oro".
Su relación con Alí lo hizo forjar la rivalidad más grande que tuvo fuera del ring.
Cuando Alí peleó por segunda vez con Joe Frazier en el Madison Square Garden, apareció Don King, quien acababa de salir de la cárcel, a la que había ido por asesinato. Don King se abrió camino rápido como promotor y arregló una pelea con George Foreman en el Zaire, por la que Alí recibiría 5 millones de dólares.
"Alí me preguntó qué debía hacer", relata Arum. "Le dije '¡toma esa pelea!' Cinco millones es mucho dinero. Alí aceptó y ganó. Luego hizo a King a un lado y yo volví a promover sus peleas. Organizamos con King un tercer combate con Frazier".
Fue una de las pocas ocasiones en que Arum y King trabajaron juntos. La relación entre ambos ha sido muy hostil, ya que tienen estilos muy diferentes.
King es un cirquero al que le gusta llamar la atención con extravagancias; Arum es más comedido y sagaz.
Los dos se reconciliaron con el correr de los años.
Con el boxeo en declive, la de 1980 probablemente pase a la historia como la década más rica del deporte, una era en la que la división de los medianos contó con figuras de la talla de Sugar Ray Leonard, Marvin Hagler, Tommy Hearns y Roberto Durán.
Entre bambalinas, Arum era quien manejaba todo.
Luego del retiro de Alí, Arum tuvo la visión de que podría ganar más dinero con divisiones más bajas. Contrató a las mejores promesas y las hizo pelear entre ellas, a veces al aire libre. Montó veladas memorables como la pelea de Hagler con Hearns.
"Fue una época especial. Había otra energía", dice Marc Ratner, ex director de la Comisión Atlética de Nevada, que supervisaba el boxeo.
Arum se enorgullece de cómo reflotó la carrera de Durán, cuya imagen había quedado por el piso cuando abandonó su pelea con Leonard. El promotor notó que Durán era muy popular en Nueva York y le organizó una pelea con un fajador mucho más joven, Davey Moore.
Publicitó la pelea casi exclusivamente en los diarios en español y fijó un precio máximo de 100 dólares para las entradas. El Madison se llenó y Durán ganó.
"Me gustan las personas especiales, como Alí y Foreman", afirma Arum. "Y como Marvin, Ray, Tommy y Durán. Tenían cualidades que admiro. Gente humilde, que quería ayudar a los demás. Eso me parece increíble".
Arum supo explotar las transmisiones por circuito cerrado y por cable.
"Siempre pensé que Arum no tiene rival entre los promotores", señala Rich Rose, quien estuvo a cargo del Caesar's Palace, escenario de grandes combates, en la década de 1980. "No llama la atención, pero sabe manejarse y no le asusta hacer cosas poco ortodoxas".
Arum sabía que el talento solo no basta para vender a un boxeador al público, por mucho que le duela a los puristas del boxeo y siempre buscó otras cosas.
Por eso le brillaron los ojos cuando descubrió a Oscar de la Hoya, tal vez su máxima creación. Era un campeón olímpico que tenía todas las cualidades que él buscaba: era bilingüe, guapo, con una gran personalidad y buena pegada.
De la Hoya progresó rápidamente y terminó ganando 10 títulos en seis divisiones.
En 1996, de la Hoya le regaló su medalla de oro olímpica a Arum con ocasión de sus 65años como gesto de gratitud. Tres años después, su pelea con Félix Trinidad generó 70millones de dólares, una de las taquillas más grandes en la historia del boxeo.
Cuando de la Hoya creó su propia compañía promotora, Golden Boy Promotions, Arum lo asesoró.
Todo el que lidia con Arum en algún momento se pelea con él y la relación con de la Hoya terminó agriándose, al punto de que el promotor le devolvió hace dos años la medalla de oro y ha habido varias disputas entre sus empresas.
De la Hoya se negó a hablar de Arum para esta entrevista y el promotor tuvo pocas cosas buenas que decir sobre su antiguo protegido.
"Oscar era un chico con poca educación, muy apuesto, que prometía como boxeador más de lo que dio", manifestó Arum. "No quiero rebajarlo, pero como persona, no era nada especial".
"Como boxeador, fue figura muchos años. Era mejor que el promedio, mucho mejor, con gran potencial", insistió.
La carrera de Arum está marcada por controversias. Una vez fue multado con 125.000 dólares en Nevada por manipular las clasificaciones de la FIB para que Foreman pudiese defender su cetro ante Axel Schulz, un boxeador muy mediocre.
En enero de 2004, el FBI allanó las oficinas de Top Rank para investigar denuncias de que una revancha entre de la Hoya y Shane Mosley había sido arreglada. No se comprobó irregularidad alguna.
Arum, con todas sus contradicciones, es un modelo de lo que hay que hacer para tener éxito en un campo tan brutal.
"A veces hay que ser malo", expresó Leonard, quien dice que le debe buena parte de su éxito a Arum. "Hay que ser insensible, y Bob puede serlo. Nada lo afecta. Lidió con Don King, con los casinos, los estadios y esas cosas, y sigue montando peleas".

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