lunes, 23 de marzo de 2009

Legrá se proclama campeón de Europa


Reproducimos la crónica de la victoria de José Legrá ante el francés Desmarets escrita por Manuel Alcántara que apareció en MARCA el 23 de diciembre de 1967.
Manuel Alcántara | Madrid

Ya está José Legra encaramado al sillón europeo de los pesos plumas. Ya está el limpiabotas de Baracoa portando el manto de armiño, signo de la realeza, de su categoría. Es el rey europeo de los plumas, el único, el invicto campeón continental. El ídolo de ébano, al concluir victoriosamente su pelea, fue llevado a hombros durante un buen rato, mientras gritaba su júbilo, su inmensa alegría. El pupilo de Kid Tunero llegó al primero de los dos peldaños difíciles que tiene que escalar. El título mundial le está aguardando. Alzado, sonriente, gritando, golpeándose con ambos puños el pecho, el puma de Baracoa es paseado por el ring. Docenas de personas están en el cuadrilátero, y él, con la cabeza cerca de los focos, dice, gritando: “¡Yo, yo, yo!”. Se desbordaba en el júbilo loco de nuestro campeón. Está cobrándose en siete minutos la sangre, los sudores, los golpes, la fatiga y el hambre de siete años.
Lleno de gala. Muchas figuras conocidas. En la caja, pintada de rojo y amarillo, dos pares de guantes del color de los helados de crema tostada. Una pancarta exclusivista afirma: “Legrá. Legrá, Legrá. Y nada más. El primero del mundo”. Pasa Popeye con unos guantes diminutos de esos que se ponen en los coches los que aspiran a ver peor. Son unos guantes como reducidos por los jíbaros, como los que pudo ver Gulliver en el país de Lilliput...
Desmaters luce - es lo único que ha lucido esta noche - un batín morado con las solapas y el cinturón amarillo. Legra va de celeste y blanco. Los calzones hacen juego. El argelino- francés aparece impertérrito. Legrá sonríe y agradece. Ambos portan las banderas del país respectivamente cortésmente cambiadas: Desmarets, la española, y Pepe, la francesa. Suenan los himnos. Le ofrecen al cubano-español un enorme racimo de plátanos verdes. Como una gran canana. El árbitro suizo los reúne: “Segundos fuera”. Suena el gong...

DURÓ TRES ASALTOS

Sale Legrá flexible y suelto, amagando y moviendo sus piernas de bailarín. La iniciativa es totalmente suya y nos da la impresión de que el efectismo de otras veces hace hoy efecto y que a la armonía se une la eficacia. Retrocede Desmorets, intenta contrar y es cazado, en frío con algo que pudo ser el lucky punch que acabara con el combate. El crochet ha desguarnecido a su adversario, a quien le cuentan hasta ocho como es de rigor, de pie y en las cuerdas. Pero el golpe ha conseguido mucho más, intimidar a Desmarets, quitarle moral, le hace pensar en la derrota. Prosigue la pelea y el huésped falla un derechazo de muy malas intenciones, y Legrá, un gancho.
En el segundo asalto, fervorosamente animado por el público, conecta Legrá un rápido uno-dos. Desmarets se traba. Hay ya un hematoma en su pómulo izquierdo. El combate es de total dominio del español, al que se ve seguro y confiado, dueño de la situación. El tercer asalto fue visto y no visto. Un swing de derecha de Legrá llega, nítido, entre elmaxilar y la carótida del argelino. Desmarets se queda de piedra. Sin caer, pero de piedra. Lo tengo a medio metro y sé, mirando sus ojos, cuándo un boxeador está sin vista. Le cuentan. Se reanuda el combate y Legrá hace algo de verdadero campeón: no aturdirse cuando se tiene tocado al adversario. Va a por él con decisión y también con clarividencia. Un directo de izquierda y un crochet corto y exacto con la derecha son suficientes. Desmarets no ha caído, le han contabilizado el k.o. de pie.
El ex limpiabotas es ya campeón continental. Ha sido bien llevado. El mérito del elegante púgil es indiscutible, pero también lo es el pulso de su preparador y de nuestra Federación. Legrá debe cuidarse al máximo. Puede ser muchas cosas. Puede serlo todo.

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