domingo, 8 de febrero de 2009

Narváez, contundente, sigue siendo el mejor del mundo



Estaba todo dado. El Nuevo Palacio Aurinegro de la ciudad de Puerto Madryn tenía un marco fantástico, ideal para la ocasión. La expectativa era inmensa. La historia le había reservado un lugar. Y él no hizo más que tomarlo. A los 33 años, Omar Narváez retuvo por 15ª vez el título mundial mosca de la Organización Mundial de Boxeo, y se convirtió en el campeón mundial argentino con mayor número de defensas exitosas de su corona. El chubutense venció por nocaut técnico en el décimo round al estadounidense Rayonta Whitfield, y logró superar la formidable marca del inolvidable Carlos Monzón, quien se retiró de los rings invicto como campeón de los mediano, en 1997, tras derrotar por segunda vez al colombiano Rodrigo Valdez.
Narváez dio anoche una verdadera clase de boxeo. Hizo la pelea que le convenía ante un rival de mucha categoría, pero que terminó totalmente desconcertado ante la jerarquía del argentino, que demotró que es un gran campeón. En los últimos tres rounds, Narváez lo bailó y terminó luciéndose, dando una gran exhibición. Como era de esperarse, el primer round fue de conocimiento. Los dos buscaron conocerse y no se sacaron ventajas. El argentino buscó encontrar la distancia de los golpes ante un rival diez centímetros más alto (1.70 metros contra 1.60).Poco a poco, Narváez comenzó con su libreto y empezó a caminar el ring, buscando que su rival entre en el juego. Y así fue, porque el norteamericano, al no encontrar una manera de hacerle daño a Narváez, comenzó a mostrarse impaciente y nervioso.
En el cuarto asalto, el estadio explotó con el primer dale campeón, luego de que Narváez conectara dos grandes golpes con su mano fuerte, la izquierda. Pero también explotó de la bronca, ya que Whitfield cortó la ceja izquierda del argentino con un cabezazo, en el momento de mayor lucimiento del chubutense.
A partir de ahí, el combate ganó en emoción. Hubo algunos intercambios de golpes que levantaron al público. Y Narvaéz comenzó a quejarse de los codazos que constantemente metía Whitfield. En el sexto round se vio a un Narváez que hizo gala de toda su jerarquía y mostró lo mejor, destacándose su gran defensa. A medida que el argentino se asentaba en el ring, el estadounidense se desorientaba más y más, sin una estrategia, que fue desapareciendo por la calidad de Narváez. Whitfield continuó con los codazos y en el séptimo round, el árbitro puertoriqueño Samuel Viruet le descontó un punto.Los rounds pasaban y el argentino era el claro dominador. Whitfield estaba estático y Narváez aprovechó para conectar golpes claros. El público vivió de pie el noveno round. Es que el argentino se estaba luciendo y le estaba dando una verdadera lección de boxeo a su rival, que lo único que hacía era escaparse con los cabezazos y los codazos, que le restaron otro punto.
Más tarde, llegó el momento indicado. A los 51 segundos del 10 asalto, el árbitro paró la pelea luego de una nueva arrmetida de Narváez, y decretó el nocuat técnico. Las 6.000 personas que colmaron el Palacio Aurinegro explotaron y gritaron al mismo tiempo que Narváez levantaba sus brazos y festejaba. Todos eufóricos, explotaron al grito de "dale campeón" y "Argentina, Argentina". La espera valió la pena. Al fin y al cabo, Omar Narváez se lució y escribió su propio historia, para ganarse un lugar de privilegio en las páginas doradas del boxeo argentino.

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