jueves, 17 de abril de 2008

RELATO DE 24 HORAS EN NEUBRANDENBURG



Cuando pensé en escribir este artículo, en ningún momento era mi intención hacer un análisis del combate como tal. Eso ya lo ha hecho nuestro amigo José Manuel Moreno a la perfección. Dado que iba a asistir in situ, lo que quería era haceros llegar a todos la multitud de sensaciones y emociones que, a buen seguro, nos esperaban en aquella ciudad alemana. Desde luego, no me equivoqué; el nivel de emociones superó con creces al esperado. Pero, por desgracia, no en el sentido que todos deseábamos. Espero que el resultado os satisfaga y, de antemano, pido disculpas porque en una página de boxeo, de nuestro deporte es de lo que menos voy a escribir. Ánimo y paciencia. Confío que os guste.Neubrandenburg es una preciosa ciudad situada 150km. al norte de Berlín. En estos momentos están celebrando el 750 aniversario de su fundación. Su centro histórico lo circunda una muralla del siglo XIV, casi, en perfecto estado; ni los intensos bombardeos de la aviación aliada, que asolaron la ciudad a principios de 1945, pudieron con ella. Esta muralla constituye el orgullo de la ciudad de las cuatro puertas, como se la conoce.Llegamos a la estación de tren sobre las 11h30’ del sábado, con puntualidad teutona. Mientras mi chica y yo buscábamos la salida y la dirección hacia nuestro hotel, nos sorprendió escuchar justo detrás de nosotros, unas palabras pronunciadas en nuestro idioma…-¿Pa dónde tiro?¿P’acá o p’allá?- Y a mí qué me dices, yo sé lo mismo que tú
Una enorme sonrisa surcó nuestras caras; ¡nada más llegar ya encontramos españoles! Estas palabras las pronunciaron una pareja de hermanos, Paco y Juan Antonio, de los que tendremos oportunidad de hablar más adelante. Dos grandísimas personas. Dos auténticas enciclopedias andantes de boxeo y de experiencias vitales.
En una ciudad pequeña, como es ésta, no es difícil orientarse. Así pues, en poco más de 15 minutos estábamos ya en el Hotel Am-Ring, donde llegó la primera sorpresa. Mientras nos asignaban la habitación, pudimos entrever en la sala de reuniones situada detrás de la recepción, una cara conocida. Se trataba de Ricardo Sánchez Atocha y todo su equipo. No podíamos creerlo; estábamos en el mismo hotel que todo el team de Javi Castillejo… y de él mismo. La explicación es sencilla; en Neubrandenburg hay un hotel de cuatro estrellas y uno de tres y la organización alojó a los púgiles “locales” en el de cuatro estrellas y a los “visitantes” en el de tres. En nuestro caso, evidentemente, escogimos ese hotel porque resultaba más económico… pero acertamos de pleno en nuestra elección.
Las emociones iban en aumento desde la misma llegada a la ciudad así que, para aprovechar el tiempo, decidimos salir a dar una vuelta y recorrer la famosa muralla, tomando algunas fotos… y algunas cervezas, que no todo en esta vida va a ser boxeo y arte, arte y boxeo. Aunque en muchas ocasiones boxeo y arte, arte y boxeo se fundan en una misma cosa.
Decidimos entrar en el recinto amurallado por la puerta más cercana a nuestro hotel. No parecíamos estar en una ciudad perdida del estado de Mecklenburg, desde luego, porque las primeras personas que nos encontramos hablaban un perfecto castellano. Justo pasada la puerta de la muralla, nos encontramos con estas tres personas –dos chicas y un chico- tomándose fotos y, dado que hablaban nuestra lengua, decidimos saludarles de esta forma:
- ¡Cuidado que hay españoles hoy en esta ciudad! a saber qué se nos habrá perdido por aquí…- ¿También vosotros venís al combate?- ¡Pues claro que sí!- Pues ella es la mujer de Javi Castillejo…
El shock fue tremendo. Una de las tres primeras personas que nos encontramos paseando por Neubrandenburg era Marta, la mujer del Lince. ¡Qué pequeño es el mundo! ¿o será esta ciudad la que es pequeña? Tuvimos un rato de animada charla. Los ánimos estaban altos, el día lucía radiante. Por primera vez veíamos el sol desde nuestra llegada a Alemania, hacía ya 4 días. Poco más se podía pedir. Resultó, casualidades de la vida, que Marta estaba al tanto de que, alguien que escribe en el foro de esta página –que ella dijo visitar- iba a venir. Así que, de forma indirecta, ya nos conocíamos. Nos despedimos no sin antes pedirles que le diesen todos los ánimos a Javi; que le dijesen que estábamos aquí con él, con ellos. Y que no éramos los únicos. No iban a estar solos.
El tiempo que siguió a este casual encuentro lo pasamos, ya con los nervios a flor de piel y un nudo en el estómago, recorriendo la ciudad y comiendo algo. Pero, al poco, nos convencimos que no era día para turismo. Era el día del mejor boxeador –y a mi juicio, deportista- español de todos los tiempos. La muralla y sus cuatro puertas podían esperar toda la vida. Nosotros nos íbamos para el bar del hotel.
Desde este momento los acontecimientos se sucedieron con rapidez vertiginosa. Entramos en el torbellino de la competición, en la vorágine de las horas previas a un acontecimiento deportivo de élite. Al entrar en el bar del hotel, sólo encontramos a una pareja. Resultaron ser Javi (javivg de este foro colaborador, además, de boxeodirecto) y su novia Míriam. Ya habíamos quedado en vernos allí y por fin habían llegado. Su viaje fue relámpago desde Barcelona; ni una concesión al turismo. No había tiempo. Avión a Berlín por la mañana, coche de alquiler y a la velada. ¡Eso es afición!
Poco después comenzaron a bajar los miembros del equipo. El primero fue Ricardo Sánchez Atocha. Todo tranquilidad. Todo confianza. Sin demostrar nervios. Fiel a su estilo. En la siguiente media hora, el bar se llenó. Llegaron todos los miembros del equipo, el representante de la Federación Española y, también llegaron nuestros amigos Juan Antonio y Paco, los hermanos del “¿p’acá o p’allá?”. En pocos minutos, todos éramos una piña. Una piña pequeña, con pocos piñones pero, quizás, la piña más apretada que recuerdo.
Y llegó la hora de ir al pabellón. El Jahnsportforum es un pabellón cómodo. Moderno y funcional. Ni demasiado grande, ni demasiado pequeño. Pero su aspecto, al acceder a las gradas, impresionaba como en las grandes noches. Y eso que, aún, los alemanes no gritaban…
Cada uno nos distribuimos en nuestras localidades pero los nervios ya eran tales, que no tardamos mucho en empezar a hacernos visitas. Entre que los combates previos, la verdad, no eran especialmente interesantes y que nosotros no estábamos para nadie, las visitas que nos hacíamos, las cervezas que compartíamos, servían muy bien para ir soportando la espera hasta el gran momento. Que se acercaba cada vez más.
Sobre las 21h. comenzaron a verse las camisetas del team del Lince. Ya estaban todos allí. Y se acercaron a saludarnos, a hablar con nosotros y permitieron que les asaltáramos con nuestras preguntas o, mejor dicho, con la única pregunta: - ¿Qué tal está el Lince?- Como un cañón
Ésa era siempre la respuesta. La confianza era absoluta. Entre ellos y entre nosotros. Como supongo que también lo era entre todos los que estéis leyendo este artículo.
Pronto se acercó Marta que, tras hablar con Javi(vg) y Míriam en sus localidades, se acercó a los que estábamos más cerca del ring y no dudó, con su amabilidad habitual, en hacerse una foto con nosotros. Foto que hoy veis aquí.
Poco más se puede decir hasta que llegó la hora de la verdad. Seguimos hablando con el Zar Petrov, cuyo profesor de castellano parece haber sido el mismísimo Cervantes, con Chumi –creo que ése era tu nombre, disculpa si no es así- quien, nervioso, nos dejó su cámara para que hiciésemos las fotos que él, por motivos evidentes, no podría hacer… y aplacando los nervios de la mejor forma que podíamos.
Llegó el momento de la salida al ring de los púgiles y se desató el griterío en el pabellón. Los 4.600 alemanes que lo abarrotaban y que, hasta ahora, habían demostrado su natural tranquilidad, estallaron en ánimos a su púgil. Las decenas de españoles que, hasta ahora, habíamos demostrado –con creces- nuestro natural carácter animoso, lo demostramos aún más. Podéis estar seguros que nos hicimos notar. Al alemán que le tocase uno de nosotros al lado, delante o detrás, le costó un poco más poder ver bien la pelea. Os lo aseguro.
Y llegó el combate esperado. Y en este punto me permitiréis que dé un salto en el tiempo de 48 minutos. Como os dije arriba, esa parte ya os la ha contado a la perfección José Manuel Moreno.
Tras el desenlace conocido, y aún no asimilado, hubo momentos duros, muy duros. Tan duros como ninguno recordábamos. Y que no queremos volver a vivir. Momentos que se encargó de hacer aún mucho más duros el preparador del Sylvester, que demostrando una falta de deportividad –y hasta de humanidad- increíbles, se dedicó a arengar a las masas dando gritos y saltos por el ring mientras exhibía sus absurdos bíceps de grasa. Durante estos interminables minutos en que teníamos que soportar el espectáculo de ese no-deportista, Javi aún no se había levantado del suelo y la sensación era de incertidumbre y miedo. Pienso que si alguna vez a este hombre le sucede algo parecido con alguno de sus pupilos, entonces puede que se dé cuenta que aquella noche de Neubrandenburg se comportó como una bestia. No como una persona. Igual es que no se le puede considerar como tal.
El resto, ya en el hotel, siguió siendo duro. Todos preguntábamos por Javi y todos nos decían que estaba bien. Sólo importaba eso ya. Todo lo demás era accesorio. Carecía de toda importancia. Incluso su mujer, Marta, se acercó a nosotros en esos momentos para tranquilizarnos y agradecernos que estuviésemos allí. Todo un detalle que, aún hoy, seguimos agradeciendo.
Llegó el team de Christian Sanavia –gran robado de la noche- y decidimos subirnos a descansar. Cabe decir, como apunte, que Murat jamás ganó a Sanavia. Fue al contrario. Pero estábamos en Alemania, en un ambiente de euforia teutona y le birlaron el título. Aún así, él se mostraba tranquilo en todo momento, quitando hierro al asunto y asumiendo la injusticia. Gran boxeador y gran persona el italiano.
En la mañana siguiente, al bajar al desayuno, ya andaba Javi por allí. Bromeando, según nos decían los miembros de su equipo. Él, el campeón, era el único que hacía bromas en ese momento. Los demás seguíamos teniendo un irreprimible sentimiento a medio camino entre la rabia, la amargura y la incredulidad que, de alguna manera, nos bloqueaba.
No sé si el boxeo es injusto. Ése sería otro tema. Pero, en este caso, el destino sí ha sido injusto. Y cruel. Y despiadado. Inesperado. Insospechado. No sé qué hará Javi ahora. Por un lado, que un campeón como él se despida así es una treta macabra del destino pero, por otro lado, ¿qué más se le puede pedir cuando lleva tantos años dándonos satisfacciones por añadidura? La decisión que tomen él y su familia será la correcta. Y será la que yo apoyaré. Pero tengo claro que no quiero volver a vivir una noche como la del sábado, 12 de abril de 2008.
Dice el tango que veinte años no son nada. Pero se equivoca. Es mucho tiempo, tanto tiempo como para ser ocho veces campeón del mundo en dos categorías, seis veces campeón de Europa y tres de España. ¿Cómo que veinte años no es nada?
Grande Javi. Grande.
Agradecimientos (no quisiera olvidar a nadie, perdonadme si es así):
- A todos los valientes lectores que han llegado hasta aquí. Hace falta mucha afición para eso.- A los responsables de www.boxeopro.com por darme la oportunidad de contaros a todos lo que vivimos aquel día.- A mi chica, May, por acompañarme en esta aventura en la que terminó sufriendo tanto o más que yo, a pesar de no ser tan aficionada.- A Christian Sanavia quien, después del palo que le habían dado, no dudó en contemporizar la situación como gran deportista que es. Espero que tenga mucha suerte en el futuro.- A los chicos de Barcelona que se presentaron en Neubrandenburg sin, tan siquiera, tener hotel para dormir. Confío que no lo hicieran junto a la muralla.- A los hermanos Juan Antonio y Paco, que nos ilustraron con sus conocimientos y con su arte en la vida (una vez más, boxeo y arte unidos) para pasar mucho mejor los momentos duros.- A Míriam y a Javi, cuyo entusiasmo les llevó a hacerse un Barcelona – Neubrandenburg en poco más de cinco horas. Javi, si debutas como amateur, allí estaremos.- Al equipo del Lince, comandado por Sánchez Atocha, por hacernos sentir en todo momento uno de los suyos.- A Chumi (anda que como no te llames así…) por ser tan buena gente y confiarnos su cámara. ¡No olvides que tenemos una cita pendiente para intercambiar las fotos y una cerveza!- Al Zar Petrov, que lleva ya ocho años dando clase y caché al boxeo español y que, además, es un tipo estupendo.- A Marta, la mujer del Lince, por ser una persona tan amable y cercana, aun atravesando por momentos tan duros.- Y, como no, a Francisco Javier Castillejo. El mejor boxeador español de todos los tiempos. Posiblemente el mejor deportista en general. Y, con seguridad, el más maltratado de nuestro deporte.

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