Sergio Gabriel Martínez es un obsesivo del físico. Un verdadero animal de
trabajo que encontró en la mente planificadora de Gabriel Sarmiento al guía para
generar una evolución físico-técnica pocas veces vista a partir de su llegada a
España en el 2002. Desplazado el entrenador cordobés en circunstancias
extraboxísticas, su lugar lo ocupó su hermano Pablo, quien mantuvo los rituales
de trabajo a destajo. Maravilla tiene un físico privilegiado en lo que respecta
a velocidad y respuesta explosiva, pero a los 38 años arrastra lesiones
crónicas.
En los últimos tiempos se le hizo usual que, además de la dureza de la
fajina, conviviera con malestares físicos como el codo izquierdo lastimado antes
de enfrentar al inglés Darren Barker o un músculo intercostal desgarrado en las
semanas previas al choque con el mexicano Julio César Chávez.
De aquella consagración en Las Vegas, el 15 de septiembre último, el quilmeño salió con los nudillos lastimados (el vendaje flojo le pasó factura) y una lesión ligamentaria en la rodilla derecha que lo llevó al quirófano. El médico español Angel Villamor le reparó el sitio, amén de trabajarle el tobillo de la misma pierna y en las manos. Pero el diablo metió la cola.
Maravilla confesó que en uno de los viajes promocionales, la despresurización de un avión le generó un derrame de líquido sinovial en la zona posterior de la rodilla que provocó una infección, por lo que hubo que extremar los cuidados. Por eso, la concentración de nueve semanas para el combate no se hizo, como sucede habitualmente, en la base californiana de Oxnard sino en el Maravilla Box Sports Center que tiene en Vallecas, un barrio áspero de las afueras de Madrid.
En el gimnasio de dos plantas no sólo hizo el trabajo de potencia sino que realizó varias sesiones aeróbicas en bicicleta fija y escaladores cíclicos para evitar el alto impacto que podría producir el habitual footing. En las seis sesiones de guantes que hizo entre el lunes 8 y el viernes 19 (se enfrentó en tandas de hasta 12 asaltos al virginiano Julius Jackson -hijo del ex campeón mundial Julian Jackson-, al estadounidense Rayco Saunders y al colombiano José Miguel Torres) usó hasta tres rodilleras de neoprene para mantener firme la zona. Y su osteópata, la doctora Raquel Bordons, prestó sus manos mágicas para dejarlo en las mejores condiciones posibles.
En la última semana, de descarga, el campeón mediano CMB casi no salió de su habitación del Sheraton. Fiel a su costumbre, se movió en privado en dos sesiones: una matutina en el gimnasio, haciendo bici fija y trabajo físico en colchoneta y máquinas, y una vespertina, en un salón privado con una hora de trabajo técnico de baja intensidad. El miércoles, en la conferencia de prensa, se le atrevió al stand up para describir su situación: “¿Qué me duele la rodilla? Por supuesto. ¿Qué tengo el tobillo con seis huesos limados? Claro. ¿Que me rompí la muñeca? También. ¿Y el hombro? Por qué no. Y mi cabeza debe estar un poco loca también. Pero estoy 11 puntos, de puta madre, me entrené como un salvaje”.
Este viernes a las 11, cuando se enfrente a la balanza ubicada en el Salón Libertador del Hotel Sheraton, no será una preocupación dar los 72,574 kilos (límite de la categoría). La mayor preocupación de Maravilla -más allá de saber si San Pedro abre las canillas el día sábado- estará sobre el ring para ver si el taxi está joya de chapa y motor.
De aquella consagración en Las Vegas, el 15 de septiembre último, el quilmeño salió con los nudillos lastimados (el vendaje flojo le pasó factura) y una lesión ligamentaria en la rodilla derecha que lo llevó al quirófano. El médico español Angel Villamor le reparó el sitio, amén de trabajarle el tobillo de la misma pierna y en las manos. Pero el diablo metió la cola.
Maravilla confesó que en uno de los viajes promocionales, la despresurización de un avión le generó un derrame de líquido sinovial en la zona posterior de la rodilla que provocó una infección, por lo que hubo que extremar los cuidados. Por eso, la concentración de nueve semanas para el combate no se hizo, como sucede habitualmente, en la base californiana de Oxnard sino en el Maravilla Box Sports Center que tiene en Vallecas, un barrio áspero de las afueras de Madrid.
En el gimnasio de dos plantas no sólo hizo el trabajo de potencia sino que realizó varias sesiones aeróbicas en bicicleta fija y escaladores cíclicos para evitar el alto impacto que podría producir el habitual footing. En las seis sesiones de guantes que hizo entre el lunes 8 y el viernes 19 (se enfrentó en tandas de hasta 12 asaltos al virginiano Julius Jackson -hijo del ex campeón mundial Julian Jackson-, al estadounidense Rayco Saunders y al colombiano José Miguel Torres) usó hasta tres rodilleras de neoprene para mantener firme la zona. Y su osteópata, la doctora Raquel Bordons, prestó sus manos mágicas para dejarlo en las mejores condiciones posibles.
En la última semana, de descarga, el campeón mediano CMB casi no salió de su habitación del Sheraton. Fiel a su costumbre, se movió en privado en dos sesiones: una matutina en el gimnasio, haciendo bici fija y trabajo físico en colchoneta y máquinas, y una vespertina, en un salón privado con una hora de trabajo técnico de baja intensidad. El miércoles, en la conferencia de prensa, se le atrevió al stand up para describir su situación: “¿Qué me duele la rodilla? Por supuesto. ¿Qué tengo el tobillo con seis huesos limados? Claro. ¿Que me rompí la muñeca? También. ¿Y el hombro? Por qué no. Y mi cabeza debe estar un poco loca también. Pero estoy 11 puntos, de puta madre, me entrené como un salvaje”.
Este viernes a las 11, cuando se enfrente a la balanza ubicada en el Salón Libertador del Hotel Sheraton, no será una preocupación dar los 72,574 kilos (límite de la categoría). La mayor preocupación de Maravilla -más allá de saber si San Pedro abre las canillas el día sábado- estará sobre el ring para ver si el taxi está joya de chapa y motor.
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