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Primero Bobby Thomson, luego Jerry West, luego Dwight Clark. Ahora esto.
A veces en el mundo deportivo un momento trasciende el momento. Un jonrón es más grande que un batazo escuchado alrededor del mundo o un tiro en suspensión desesperado es más grande que un lanzamiento de 60 pies o una atrapada es más grande que "La Atrapada".
Cuando el guante derecho de Juan Manuel Márquez envió un shock violento por los huesos etmoides, lacrimales y cigomáticos del cráneo de Manny Pacquiao al faltar un segundo en el sexto asalto de lo que fácilmente y sin condiciones se considerará la pelea del año, uno podía ver el deporte completo del boxeo caer boca abajo.
Igual que Pacquiao.
Y mientras estuvo tendido inmóvil por los minutos subsiguientes, uno podía ver el futuro del boxeo abandonar el ring como un espíritu que volaba al cielo. O en la otra dirección. Todo depende de cómo usted se sienta sobre el futuro del boxeo.
El nocaut de Márquez fue lo mejor que jamás pudo suceder en su carrera, pero lo menos que necesitaba el boxeo. Con ese puñetazo, se esfumaron dos componentes principales que de alguna manera lograban mantener la unidad dentro del deporte:
1. El aura de misterio, la intriga, y el interés frenético por uno de los únicos dos peleadores que cargaban con el deporte y quien era la segunda atracción más grande del boxeo (Pacquiao).
2. El anhelo constante por la mejor pelea que nunca fue: Pacquiao contra Floyd Mayweather Jr.
Lo que Márquez conectó fue mucho más que un derechazo. Conectó un puño que forzó a un deporte completo a preguntarse: "¿Ahora qué?"
Se acabó. Hecho. El fin. El futuro del boxeo ya estaba bajo observación por riesgo de suicidio por una creencia común en los resultados arreglados, y en soporte vital proverbial debido al interés en aumento constante en las peleas de la MMA y el UFC -- incluso antes de Manny-Juan Manuel IV. El público anti-boxeo ya había empezado a bailar, con los brazos arriba como la estatua de Rocky o como Ali después de liquidar a Liston.
Esta pelea probará ser fundamental en la dirección del deporte. ¿Qué combate hay en el horizonte que le importará a los aficionados no-acérrimos del boxeo? ¿Qué boxeador además de Mayweather Jr. entrará al cuadrilátero y nos hará creer que expondrá algo que nunca hemos visto antes mientras que al mismo tiempo nos hace sentir que podríamos estar viendo algo o alguien histórico?
La respuesta a ambas preguntas: ninguno. Y ésas son las realidades sin contestar que se le reprochan al deporte, así como las realidades sin respuesta que el boxeo desesperadamente necesita que sobrevivan. Ahora mismo, las preguntas son lo único a lo cual se aferra el deporte.
A diferencia, digamos, del tenis -- si Rafael Nadal y Roger Federer ambos se hunden, sigue habiendo suficiente interés universal por Novak Djokovic y tal vez Andy Murray para salvar al deporte de la extinción. Y a diferencia del golf -- el desvanecimiento lento de Tiger Woods ha sido iluminado por destellos del genio prodigioso de Rory McIlroy, generando interés y fanfarria globales. El boxeo no tiene ese nivel de talento, menos aún a potenciales miembros del Salón de la Fama entre bambalinas que carguen el deporte durante lo que podría ser su hora más oscura.
No es falta de respeto a Andre Ward, Tim Bradley Jr. o Sergio Martínez (a los 37 años), pero ellos no son la respuesta.
Sin embargo, el lunes en USA Today, y en varios blogs deportivos y boxísticos, parecía haber un sentido de esperanza que Márquez-Pacquiao V generaría mucho interés. Algunos observadores incluso propusieron que la IV era de algún modo más buena para el boxeo que mala. El promotor Bob Arum tuvo la audacia de decir, "Esta pelea demuestra la salud del deporte. Devuelve el deporte a la comunidad".
El delirio es una droga tremenda.
Éste es o el nuevo comienzo o el final del boxeo. Cada asalto fue emocionante, dramático y ambas cosas. Si el boxeo regresa al estilo expuesto en esta contienda, el deporte fácilmente recuperaría el público con el cual alguna vez contó y traería de vuelta a alguna de la gente que se fue para seguir la MMA, el UFC y el bádminton. Pero el hecho de que Pacquiao perdió y que perdió de la manera en que lo hizo (¡lo cual no puede enfatizarse lo suficiente!) puso todo el futuro del deporte en un patrón de espera nada prometedor.
Un amigo mío dijo después: "Ahora debo encontrar un deporte nuevo para ver". Ése es un diagnóstico sucinto del daño que causó un golpe. Ese golpe envió la posibilidad de una pelea para salvar un deporte (Mayweather-Pacquiao) y el rumor/interés rodeándole a la morgue deportiva. Ese golpe evaporó todo el tiempo disponible para que los boxeadores jóvenes cierren la brecha entre los asuntos principales del boxeo hoy y los combates que ahora no nos interesan mañana.
Luego están todas la otras cosas que consiguió el puñetazo de Márquez. Todo tiene aire de Shakespeare. Maravillosamente trágico. Lo cual en el caso del boxeo, no es necesariamente algo bueno, porque esta pelea puso en evidencia cuán vulnerable es en realidad este deporte.
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