miércoles, 8 de febrero de 2012

CHÁVEZ CARRASCO, EN EL NOMBRE DEL PADRE


JOSÉ MANUEL MORENO. "BOXEO VELEÑO".

Julio César Chávez Carrasco retuvo su corona del peso medio WBC tras imponerse por puntos a su compatriota Marco Antonio Rubio en pelea celebrada en el Alamodome de San Antonio, Texas, ante más de 14.000 espectadores. Julio César Chávez Jr. es, sin duda, el boxeador de toda la historia mejor llevado en volandas a los altares del boxeo. El nombre de su padre consigue el milagro de llenar recintos y provocar controversias y polémicas, como les conviene a todos mediáticamente hablando. En su pelea del sábado evidenció el cansancio provocado por su poca profesionalidad a la hora de preparar este combate, reconocido por el mismo peleador tras el combate, hasta el punto de que tuvo que rebajar tres kilos en las últimas 48 horas antes del combate. El inicio fue prometedor, con un Rubio que aunque tenga aspecto de peleador de mediados del siglo pasado, salió muy mentalizado de convertise en nuevo campeón del mundo. Chávez, amén de ser llevado por el "amo" del boxeo, Bob Arum, es preparado por el tótem en estos momentos de los entrenadores, Freddy Roach, y este debió de sugerirle que con su estado de forma le convenía una pelea a contraestilo, una pelea distinta a todas las que le habíamos visto hasta ahora. Agachado, encorvado, con la testa por delante, y soltando ganchos al cuerpo y uppers al mentón de su rival. Rubio parecía desconcertado y nervioso por la pelea que le proponía su "augusto" rival. Fruto de esa desesperación, un par de clamososos golpes bajos que no le quitaron puntos, no obstante, en criterio de Lupe García, árbitro también mexicano. La pelea en su fase intermedia era fea, además de decepcionante. Pero Chávez siempre hacía más que su contrario. Los dos últimos asaltos fueron los únicos en los que pareció una pelea entre guerreros mexicanos. Buenos intercambios, chispa en el ring y en las gradas, hasta esos momentos adormilada. Pero era tarde. Ganó justamente el hijo del mejor peleador mexicano de todos los tiempos, que sigue ganando, con la carrera de su hijo, peleas después de retirarse. Eso sí, Chávez Carrasco pasó en la noche del pasado sábado de ser un "adolescente" en el boxeo, quizas un niño malcriado fuera del ring (le detuvieron ebrio días antes de la pelea), gracias a sus bellas formas de boxear a pasar durante doce asaltos a ser un tipo duro, rocoso y hasta desesperante. Tuvo la decencia de confesar tras la pelea que con ese estado de forma nunca ganaría a "Maravilla" Martínez pero que cambiaría muchas cosas para enfrentarle y ganarle. Escrito dejo que ese combate nunca se dará y de hecho ya se habla del irlandés Andy Lee como próximo rival. Ante el argentino, la única duda sería, hablando de niños, si acabaría hecho papilla o simples migajas, y eso lo evitarán Arum y compañía. ¿Para qué un combate con Martínez si llena escenarios ante boxeadores como Rubio? Pues eso.

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