jueves, 9 de junio de 2011

Midiendo el legado de Tyson



Brian Campbell
ESPN Mobile

Llegará un día en el futuro en el que mis hijos de tres años descubrirán mi pasión inquebrantable por el deporte del boxeo. E, inevitablemente, surgirá el tema de Mike Tyson.
Estoy seguro de que tendrán preguntas que variarán desde, "¿Puede haber sido el mejor de todos los tiempos?" a "¿Realmente se comió la oreja de ese hombre en el ring?" O, muy probablemente: "¿Me estás diciendo que el hombre de la televisión que besa palomas solía practicar este deporte?"
Esa es la realidad única y surrealista de Michael Gerard Tyson. No tiene definición; habiendo vivido la vida de 10 hombres en casi 45 años, Tyson ha sido rico, ha quebrado, ha sido querido, despreciado, encarcelado, compadecido, y casi todo lo que se te pueda ocurrir. Pero después de haber vivido cada estereotipo lo suficiente como para plantar los pies en el suelo, pegaba el salto al siguiente capítulo de su vida impredecible.
Ahora, con su carrera posterior al boxeo y su imagen reinventada a través de los ojos de la cultura pop, Tyson probablemente será recordado por esta generación como el icono de la comedia "The Hangover" tanto como es recordado por la generación anterior por haber amenazado con comerse los hijos de otro hombre.

Pero ninguno de esos es el Mike Tyson sobre el que les contaré a mis hijos.
Por todo el tiempo que nos pasamos analizando lo que Tyson podría haber sido como boxeador históricamente, nos estamos perdiendo la oportunidad de disfrutar lo que fue en realidad -- durante una temporada dolorosamente corta. Tyson, quien encabeza a los 12 miembros de la clase 2011 a ser inducidos en el Salón de la Fama del Boxeo Internacional este domingo, fue un fenómeno único.
El término "El Hombre Más Malo del Planeta" nunca le hará justicia. Tampoco alcanzará con ver una colección de sus primeros combates. Puedes arrojar estadísticas como su carrera sin precedentes al título de peso pesado a los 20 años o los meteóricos 19 nocauts consecutivos al principio de su carrera, 12 de ellos en el primer round... y apenas estarías rozando la superficie.
Tyson era un espectáculo individual quien debía ser visto en el contexto de su época para ser apreciado. No sólo trascendió el boxeo sino los deportes en general, saliendo a la fama en una tormenta perfecta durante los coloridos y excesivos años '80 junto con MTV, Michael Jordan y Hulk Hogan. Es el único atleta que mi padre --nunca un fanático de los deportes-- y yo realmente compartimos.
Cuando los críticos atacan la lista de oponentes derrotados por Tyson en su apogeo invicto tachándola de mediocre, están perdiendo de vista lo más importante de su verdadero legado: Tyson tomó un momento de la cultura estadounidense y lo hizo suyo.
Era un personaje de película hecho realidad, parte héroe y parte villano al mismo tiempo. Éste probablemente era su rasgo más menospreciado (y más lucrativo). Una superestrella atractiva y vulnerable con un toque siniestro, elevado por su atuendo icónico de pantalones cortos y zapatos negros sin medias, y una toalla blanca alrededor del cuello en lugar de la bata tradicional.
Nada de lo que Tyson hizo fue tradicional. Era un asesino urbano quien, a diferencia de los deportistas de su época preocupados por su imagen, se mantuvo fiel a la persona que realmente era como héroe de la contracultura salido de la nada. Tenía más credibilidad callejera que cualquier atleta en la historia, y todo lo que hacía -- como la forma en que se desplazaba rápidamente por el ring antes del comienzo de una pelea como un animal enjaulado -- parecía auténtico, y de hecho era auténtico. Fue su transparencia salvajemente impredecible lo que lo convirtió en una estrella de reality show años antes de que el género fuera inventado.
La honestidad y la promesa inflexible de violencia de Tyson alimentaron sus dos grandes fortalezas como atleta. Primero estaba su capacidad de vender boletos como la atracción más dinámica en la historia del deporte, ya sea vendiendo nocauts, o, más adelante en su carrera, vendiendo colapsos. La otra era su capacidad de ganar peleas incluso antes de que comenzaran, a través del temor y la intimidación (mira el nocaut de Tyson sobre el invicto Michael Spinks en 91 segundos en 1988).
A pesar de siempre haber sido, con 5-10 pies, el hombre más pequeño del ring en una era que abrió paso al nacimiento de los súper-pesos pesados de la actualidad, el Tyson de los años '80 hundía a sus oponentes en el caos. Los despojaba de cual fuera el plan de juego que traían e inmediatamente los empujaba a un modo de supervivencia. Incluso antes de que Tyson corriera a través del ring tras la campana inicial para tantear y cabecear como lo solía hacer, al estilo Cus D'Amato; incluso antes de estallar para aterrizar su combinación patentada de gancho izquierdo-uppercut derecho, ya los tenía.

Y a nosotros también.
El mismo miedo que les infundía a sus oponentes resonaba aún más profundamente en el espectador en casa. Hacía que Ray Lewis luciera tan terrible como Carl Lewis. Había una energía palpable en el aire antes de cada pelea de Tyson. De alguna manera te sentías excitado, nervioso y culpable al mismo tiempo, como si estuvieras a punto de ver un crimen organizado -- y aún así una pantalla de televisión y miles de millas de distancia no eran protección suficiente.
Y luego estaba la destrucción que Tyson dejaba a su paso. Ahora parece una hipérbole, pero la mayoría realmente creía -- si bien atrapados en el momento durante los tres años de reinado del peleador -- que Tyson se retiraría invicto. De pronto, no importaba el nivel de competencia al que se enfrentaba ni la naturaleza predecible del resultado. Era como ver jugar al "Dream Team" olímpico de la NBA -- sólo si el partido se estaba jugando en un episodio de "Los Sopranos".
Hoy en día, la vida de Tyson sigue dando giros impredecibles en los reinados de actor/entrenador y hombre de familia. Y no me sorprendería, teniendo en cuenta su popularidad y su presencia sin igual, que algún día tome las riendas de Muhammad Ali como el embajador mundial del boxeo.
Lo trágico de presentarle a Tyson a una nueva generación como un "héroe trágico" es que esto desprecia para siempre el glorioso momento en el que simplemente fue "un héroe".
Algún día, mis hijos preguntarán sobre Tyson y yo les diré lo que sé sobre quién es y quién fue. También les diré que no hubo nadie como él antes, y que nunca volverá a haber.

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