lunes, 9 de mayo de 2011

PACQUIAO, MOSLEY Y LA GRAN DESILUSIÓN


DIEGO MORILLA ESPN.com

A pesar de la idolatría que ambos reciben de sus muchos fanáticos, esta fue la primera vez en mucho tiempo en que dos grandes campeones fueron abucheados sonoramente por la multitud de más de 16.000 personas presentes en el estadio. Y gracias a la transmisión televisiva internacional, estamos seguros de que esa decepción se expandió a lo largo de todo el planeta.
Estamos hablando de la muy pobre actuación brindada por Shane Mosley y [sobre todo] por el rey de los listados libra por libra, Manny Pacquiao el pasado sábado en el MGM Grand de Las Vegas. Pacquiao se llevó la victoria en una clara pero deslucida decisión unánime.
Si hay una señal clara de la decadencia de un boxeador, esa es el choque repentino entre la mayor bolsa de toda su carrera y la peor actuación de toda su trayectoria. Cuando ambas cosas se encuentran, es inevitable que el "ganso de los huevos de oro" entre en sus últimos días de vida. Y si bien esta ocasión no marcó ni la mayor bolsa ni la peor actuación de ninguno de los dos retadores, lo cierto es que ha comenzado ya la cuenta regresiva.
En este punto de la carrera de Pacquiao, no exageramos si decimos que cada uno de sus combates es meramente un posible preludio a una pelea de ensueño ante Floyd Mayweather Jr. El combate necesita de la buena predisposición de ambos para llevarse a cabo, pero también necesita imperiosamente que sus actuaciones previas sirvan de mero aperitivo para que ese choque sea lo más atractivo posible.
Necesita, en definitiva, de actuaciones explosivas, únicas, extraordinarias, o por lo menos dignas de los $20 millones que Pacquiao cobró por su mezquina actuación del sábado pasado. La conferencia de prensa posterior al evento arrojó algunos datos y comentarios a modo de excusa para las actuaciones de ambos, pero todo resultó ineficiente.
Casi como por arte de magia o telepatía, aparentemente ambos púgiles sufrieron algún tipo de lesión que afectó su movilidad justo en el sexto round. Mosley alega haberse doblado un tobillo, mientras que Pacquiao indicó haber sufrido un calambre en su pierna izquierda que le quitó "potencia y balance", y ambos lo sufrieron casi en unísono.
Todo muy bien. Pero francamente, una revisión del combate nos hace ver que no hubo mayor diferencia entre los primeros seis asaltos y los últimos seis. El nivel de acción fue igual de paupérrimo en ambos hemistiquios, y la falta de entusiasmo de ambos no pareció limitada a sus lesiones temporarias y definitivamente menores. Porque después de todo, ¿cuántos trabajadores del mundo recorren sus duras jornadas laborales con piernas acalambradas y tobillos lesionados a cambio de sueldos que, en su totalidad, no alcanzarían para comprar un boleto de ringside para una pelea de esta envergadura?¿Es lícito en este contexto pedirles a dos individuos como Pacquiao y Mosley, que ganarán un mínimo $20 y $5 millones de dólares respectivamente por este combate, que soslayen sus dolencias musculares a cambio de ganarse su pan (y sus relojes de oro, sus mansiones y sus aviones privados) en buena lid?¿Cuánto dolor se le puede pedir a alguien por esas cifras?
Ciertamente, no estoy pidiendo aquí una muestra de sacrificio sadomasoquista ni una demostración de castigo innecesario disfrazada de evento deportivo. Simplemente, hago una moción de anhelo para que podamos seguir viendo, de parte de los practicantes más ilustres de nuestro querido pugilismo, una actuación que nos emocione, nos provoque y nos pida más. Una actuación que nos haga imaginar choques futuros, y no recordar nostálgicamente choques pasados. Una actuación que no nos haga sentir defraudados.
LA CAÍDA QUE NO FUE
Una de las pequeñas controversias de la noche fue la anotación del décimo asalto en las tarjetas oficiales del combate entre Pacquiao y Mosley. En ese asalto, Pacquiao tropezó y cayó hacia atrás mientras Mosley lo golpeaba casi sobre el hombro, y el réferi Kenny Bayless [de buena actuación, exceptuando este pequeño gran error] decidió contarlo como una caída.
"Cuando el réferi declaró la caída me puse furioso", dijo Pacquiao, aclarando que Bayless le pidió disculpas por su error y admitió haber estado equivocado. Y lo mismo sucedió con Mosley, que pareció pedirle disculpas a su rival también mientras el conteo se estaba llevando a cabo.
De todos modos, esta caída no tuvo mayor impacto en las tarjetas porque debido al sistema de anotaciones de diez puntos obligatorios para el ganador de cada round, los jueces no están obligados a descontar un punto por la caída, o pueden computarlo de la manera que más les parezca. El juez Glenn Trowbridge lo marcó en 10-9 para Mosley considerando quizás que la caída era mérito suficiente para que el californiano gane el round, pero no por margen de dos puntos; Dave Moretti lo vio en empate a 10 puntos por bando equiparando el dominio de Pacquiao en esos tres minutos con la caída provocada por Mosley; y Duane Ford se lo dio a Pacquiao [al igual que todos los demás rounds al producir una tarjeta perfecta de 120-107 para el filipino] por 10-9, desestimando totalmente la caída como lo que fue: un error arbitral.
Curiosamente, según los datos de estadísticas de golpes, el décimo fue el mejor asalto de Pacquiao en lo que hace a golpes conectados. El filipino acertó 22 de los 58 puños lanzados en ese round, su mayor total para un solo round en toda la pelea.

LAS HERIDAS DE LA BATALLA
Mientras unos prefieren dar testimonio de sus desgarres y retorcijones musculares como excusa, otros elijen mostrar con orgullo sus heridas de guerra como prueba irrefutable de que se han ganado cada centavo embolsado en su respectiva pelea. Un testimonio de la dureza y la valentía del gran ganador de la noche, el mexicano Jorge Arce, fue el tamaño de la herida que tuvo en su nariz y su total desestimación de su gravedad.
Luego de 12 rounds de tremendo castigo de ida y vuelta ante Wilfredo Vázquez Jr. el pasado sábado, en los que [a juzgar por el estado del rostro de los dos boxeadores] llevó la peor parte, Arce mostraba una herida enorme y sangrante sobre el costado izquierdo de su nariz. Pero aún así, el ahora campeón mundial mexicano en cuatro divisiones diferentes (mosca Jr., mosca, gallo Jr. y ahora pluma Jr.) desestimaba totalmente el sangrado continuo de la herida secándose apenas el sangrado con servilletas de papel mientras declamaba su gran victoria a los cuatro vientos.
"Los que decían que yo estaba muerto ahora saben que yo andaba nomás de parranda", parafraseó el azteca, al tiempo que dedicaba su victoria a "todos los que han creído en mí, y a los que no creyeron en mí les digo 'shut your mouth', cállense la boca", finalizó, antes de que un médico de la comisión de boxeo se presentara junto a un policía local para llevárselo al hospital casi obligadamente, debido a que el organismo de control local es responsable por el estado físico de cada boxeador.
El Travieso Arce, si lo dejaban, seguía de parranda.

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