domingo, 26 de septiembre de 2010

Iván Pozo aplica el abecé para volver a lo más alto


ARMANDO ÁLVAREZ - FARO DE VIGO

Luis Sandoval había remoloneado en la esquina, impertinente, tras el gong de cada asalto. Tardó en cundir que esta vez no pensaba levantarse de la banqueta. La azafata acababa de pasear el cartel del quinto round. Pozo comprendió al fin y alzó los brazos. Hubo más rumor que vítores. El vigués vuelve a ser campeón del mundo hispano. Un título menor, que importa en lo que supone de cara al futuro: lo sitúa en el camino hacia las peleas de prestigio que frecuentaba no hace tanto. "Es volver a empezar de cero", proclamó, "pero desde un buen grado de boxeo y con el apoyo de la gente. Toca hacer bien las cosas".
Ante Sandoval no necesitó esmerarse. El nicaragüense es un jornalero de los guantes. Se subió al ring con un trapo por bandera y las toallas del hotel para secarse. Pozo llegó en limusina, entre confeti y fuegos artificiales. Refrescaba en la Praza da Estrela, transformada en un precioso escenario. Los devotos del vigués entonaron el himno gallego como canción de degüello. En megafonía, el "Dancing in the dark" de Springsteen, su canción favorita. No hubo baile en la oscuridad, ninguna coreografía de cuerpos en combate. La virtud de Pozo fue no complicarse y aplicar su abecé. Es lo que necesitaba en su resurrección.
Amoedo había diseñado su plan con precisión científica, para culminar en el ecuador de la pelea. Sandoval se movía con gestos toreros, la guardia baja, el paso arrítmico. Dejaba algún buen golpe, de reyerta natural, y un cierto oficio para agarrarse. Pozo lo fue acosando centímetro a centímetro, compacto, buscándole la gomosa faja abdominal. "El trabajo se hizo abajo. Las manos de Iván lo fueron desinflando. Yo me había fijado en que no está muy trabajado en la cintura", explicaría el preparador del Saudade.
La labor de zapa agrietó a Sandoval por dentro. Arriba estaba intacto. Era a Iván al que se le había afilado el rostro, con su mirada morena prometiéndole dolor al adversario. Captó el mensaje. "Dice que se ha lesionado en la mano", revela Amoedo. "Yo creo que se le acabó el fuelle y ante la avalancha que se le venía encima prefirió abandonar".
Pozo estaba feliz con el cinturón dorado y la sensación de haberse reencontrado. "Yo sé que pego duro. Si hubiese continuado un asalto o dos estoy seguro de que lo hubiese noqueado. Ha sido un buen rival, un latino, complicado. Dio guerra hasta que su cuerpo dijo basta".
Amoedo certifica que en el peso gallo han encontrado el hogar ideal. "Iván está fuerte, hace daño. En mosca se mataba, salía debilitado, muy flojo".
Ante sí tiene el tándem dos opciones: defender el título en un plazo inferior a seis meses o medirse contra un ex campeón mundial misterioso, "de 35 años, que viene de vuelta pero muy bueno. Hay que estudiarlo. La economía es la clave".

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