lunes, 16 de febrero de 2009
"LA FARSA DE SAN VALENTÍN"
¿Cuántas veces hemos hablado de robo en el boxeo? Innumerables, demasiadas para un deporte de tan larga tradición y raigambre a nivel mundial. Pero los aficionados y hasta los periodistas y comentaristas de este bello arte, parece que estamos inmunizados. En el fondo, pensamos que esto forma parte del “paisaje” del boxeo, y, que al fin y al cabo, todos los fines de semana, “atracan” a este u otro equipo en la Liga de Fútbol. Pero todo tiene un límite. Y el límite está en aguantar ruedas de molino, impuestas por esos poderes fácticos, que emborronan y ensucian este deporte (o negocio), hasta límites que seguidores más o menos sensatos, pueden decir “Chao” y dedicarse a ver y seguir modalidades más limpias o menos corruptas. El último capítulo de la interminable serie “Los Robos en el Boxeo” sucedió en la que se puede llamar, sin temor a que nos tachen de falso testimonio, “El Desastre de San Valentín”. No vamos a enumerar todos los cambios producidos hasta llegar al sábado día 14 de febrero. El último gag, el de Nate Campbell, seis meses clamando que Joan Guzmán le había llevado a la ruina, y dando él ahora ejemplo, pasándose en más de 3 libras, kilo y medio, del peso reglamentario, y perdiendo los dos títulos que atesoraba, algo anormal en otros deportes más “normalitos”.
Pero vayamos, sin distraernos, a los ejes de la pelea entre Sergio “Maravilla” Martínez y el puertorriqueño, subiendo del peso welter, Kermit Cintrón. Dos primeros asaltos en los que el boricua se adaptó bien a la guardia zurda del argentino de Quilmes, residente en Guadalajara, España, y que se puede decir, sin temor a caer en falsos y criticables localismos, que fueron los únicos que se adjudicó de forma clara el boricua. A partir de ese momento, Sergio, sin hacer “maravillas” dominó el combate a su antojo, con ese estilo tan peculiar, con las manos muy bajas, porque, según suele decir textualmente:”Cuando bajo las manos, los contrarios no me tiran golpes”. Y así sucedía, hasta que en el séptimo episodio, como había pronosticado, faltando 13 segundos para el final, un potente recto de derecha, seguido de un gancho cruzado de izquierda, dan con Cintrón en la lona. El árbitro se pone a contar, y el puertorriqueño, en vez de intentar levantarse, mira a Frank Santore Jr. gritándole que ha sido un cabezazo. Termina la cuenta de diez, y entre las protestas de Cintrón, “Maravilla” se pone a saltar de alegría. El árbitro, con una cara agria y más que sospechosa, empieza a hacerle caso a la esquina de Cintrón, en vez de irse a realizar el protocolo habitual y, al final, levantar el brazo del ganador. Segundos de incertidumbre y ¿La Comisión de Florida? decide que la campana sonó cuando estaba contando nueve Santore Jr. y que hay que seguir. ¡Habrase visto más desvergüenza! La cara en el ringside de Don King, era todo un poema. ¿Pero no valía en esta ocasión lo de que la campana no salva el nocaut? ¿Y que solo el árbitro puede parar la pelea? Vamos, por favor, que lo vimos a través de HBO, que sí valía, como en todas las peleas importantes y en las menos importantes. Después de unos minutos de deliberaciones de auténtica sinrazón, se tenía que reanudar el combate. ¡De locos! Sergio le decía a Kermit (para ser boricua, lo dice todo en inglés) que no con la cabeza, que esta la tiene para pensar en ganar a rivales tan inferiores como el de la noche del sábado. Los cinco asaltos fueron clónicos: dominio total de la situación de Martínez, más y mejores golpes, más golpes de poder, pero quedaba el último acto de este nauseabundo teatro escenificado en la cancha de los “Panthers”: un punto descontado a Martínez por un supuesto golpe ilegal, en un agarrón, precisamente, del retador, que solo existió en la mente de Santore Jr. y en la de los que urdieron toda esta trama, otro golpe, y van demasiados en poco tiempo, al deporte de Fistiana. Ese punto era lo que necesitaban los dos jueces de Florida, otra casualidad, la tierra en la que vive como un “King” el tal Don, para, según los muy sesudos jueces Ged O'Connor y Peter Trematerra dar un increíble empate a 113, mientras el más experimentado y menos corrupto, Tom Kaczmarek, de Nueva Jersey, coincidía con los comentaristas de la televisión estadounidense, y con los millones de buenos aficionados que lo veíamos, desde cualquier confín del planeta: 116-110 para el argentino, que salió, por cierto, al ring, como todos los miembros de su esquina, con las banderas de España y Argentina en sus indumentarias. Un detalle: repasen el video, y quédense con los rostros de dos jóvenes afroamericanos en el ringside, cuando descuentan el punto a Martínez: boquiabiertos, con las manos en la cabeza, uno de ellos con la camiseta de los Celtics. Quizás no vuelvan más a presenciar una Velada de este deporte. Cuando todo pasó, y el nulo, entre abucheos, se anunció por Michael Buffer, Sergio pedía una revancha, propio de deportistas íntegros, para dejar las cosas en su sitio, mientras que Cintrón, después de decir la broma de que le habían “robado” la pelea, ya solo piensa en un supuesto combate con Cotto para junio, aprovechándose del “Caso Margarito”. Forrest, en su hogar de Atlanta, Georgia, sonreiría: podría, probablemente, seguir siendo campeón mundial y seguir esquivando a Martínez. Cuando hay un delito, y lo del sábado lo fue, aunque fuera deportivo, siempre hay beneficiarios. Uno, el referido Forrest, que se ahorra un combate y un rival que no quiere ver en pintura. Dos, ese enorme deportista que es Kermit Cintrón, de profesión el teatro en el ring, y el tercero, Don King, que así podrá organizar Veladas tan desastrosas, con la impunidad que le caracteriza. Resumo: todo lo que no sea que el W.B.C no declare ganador a “Maravilla” Martínez en las próximas 24 horas, será una desvergüenza y una acción propia de déspotas y no de quienes aman de verdad a este deporte tan bonito, tan noble, en el que pululan tal cantidad de indeseables.
JOSÉ MANUEL MORENO. BOXEO VELEÑO.
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