domingo, 23 de febrero de 2020

TYSON FURY APLASTA A DEONTAY WILDER


ÁLVARO CARRERA
AS.com

"El rey ha vuelto", espetó Tyson Fury sobre el ring del MGM Grand Arena de Las Vegas. Nadie puede objetar nada. Es así. El británico, de 31 años, destronó a Deontay Wilder, quien llevaba como campeón cinco años, con una auténtica exhibición. El ya excampeón fue todo pundonor. Aguantó hasta el séptimo asalto, cuando su esquina arrojó la toalla porque estaba completamente KO desde el tercer asalto. Perdió por primera vez como profesional y luego mostró que tras su fachada hay humildad: "No hay excusas. Volveré más fuerte", apuntó. Visto lo visto, y mientras el 'Gipsy King' celebró su triunfo cantando sobre el ring, todos los fans pensaron lo mismo: ¿Habrá trilogía? Solo el tiempo lo dirá, porque Eddie Hearn tardó pocos minutos en reclamar por Twitter una unificación completa del peso contra Anthony Joshua.
Fury prometió un KO en la previa y lo cumplió. Subió hasta los 124 kilos para tener más pegada, y lo logró. Sonó la campana y el británico se echó sobre Wilder. Primera sorpresa. La segunda fue instantes después, cuando con un jab el inglés sorprendió a Wilder. El estadounidense cambió su rostro. Su cara al acabar el round era un poema... y mucho más lo fue al terminar el segundo. Había conectado varias derechas, pero ninguna completa. Mientras, Fury le estaba sorprendiendo constantemente. Algunas manos le había hecho daño y eso hizo que por primera en su carrera la sensación de tranquilidad que transmite se cambiase por la de miedo.
El tercer asalto fue el principio del fin. Wilder se iba arrinconando y en una de esas acciones, Fury le conectó con un crochet de derecha en su oído, del que empezó a manar sangre. Se levantó de la cuenta, pero algo no iba bien y se vio sobre el ring. Las piernas no le respondían, parecía aturdido. Quedaba un mundo y el panorama era muy poco halagüeño para él. Constantemente iba pegado a la cuerda y siempre tenía alguna parte de su cuerpo en contacto con la cuerda. Estaba mareado por el golpe. Solo le quedaba tirar de arrojo y esperar un milagro en forma de bombazo, pero Fury estaba pletórico. Desde su primera caída no volvió a recibir un golpe duro.
En el quinto asalto, y tras un golpe al cuerpo, Wilder volvió al suelo. Deambulaba por el ring con mas corazón que cabeza. La similitud era clara: parecía Joshua aguantando contra viento y marea el día que Andy Ruiz le quitó el invicto. Actitud de campeón que tenía claro que se iba a quedar sin corona. El final llegó en el séptimo asalto, pero pudo ser mucho antes. Solo la precipitación de Fury, su único debe, lo provocó. El inglés intentaba entrar, pero cuando dañaba era en la media-larga distancia. Cuando se dio cuenta, acorraló a Wilder y tras cuatro manos claras la toalla voló. El ya excampeón no lo entendía, pero era por su bien. No tenía nada que hacer, llevaba varios asaltos sin sacar trabajo. Fury lo celebró por todo lo alto. Hizo una noche capicúa. Salió al ring con trono, corona y capa. Un rey en toda regla. Solo le faltaba una cosa: el cinturón verde y oro. Lo tiene, el único que no había ganado (ante Wladimir Klitschko ganó el WBA, IBF y WBO, cinturones que perdió fuera del ring). El rey ha vuelto.

sábado, 22 de febrero de 2020

WILDER Y FURY SALDAN CUENTAS ESTA MADRUGADA


ÁLVARO CARRERA
AS.com

Tyson Fury se quedó tendido sobre la lona, mirando al techo. Deontay Wilder le acababa de enviar al suelo por segunda vez. El campeón mundial WBC del peso pesado lo festejaba mientras el inglés seguía en la lona. Nadie pensaba que la historia tuviese el final que tuvo, ya que cuando la cuenta llegaba al final, Fury se levantó. Parecía que no iba con él. Fue una sorpresa, ya que solo Stiverne había aguantado los bombazos de Wilder. Gracias a esas dos caídas el estadounidense evitó perder y el de Manchester hizo lo propio. Combate nulo y en la mente de todos ya estaba la revancha. Ese duelo fue en diciembre de 2018 y lo que parecía rápido se tornó en 448 días de espera. Este sábado, al fin, ambos se meten de nuevo en el mismo ring.
Los caminos de ambos hasta aquí han sido diferentes. Wilder ha querido cerrar capítulos y primero se encargó del aspirante oficial, al que fulminó en un asalto, y después de Luis Ortiz. El cubano era el púgil que más cerca había estado de ganarle, hasta que llegó Fury, y le volvió a noquear. Por su parte, el británico firmó un contrato con Top Rank. Tuvo una pelea cómoda para vestirse de invencible y en la segunda, con la misma intención, un corte le dio un buen susto. Pese a ello ganó y hasta la revancha le dio tiempo para cumplir uno de sus sueños de la infancia, competir en WWE. Una vez centrados en el combate, la tensión empezó a crecer. Lo hicieron peldaño a peldaño hasta que el miércoles, en la rueda de prensa oficial, acabaron a empujones. Demasiado para la Comisión Atlética de Nevada, quien tras el vivido en la previa del Khabib vs McGregor endureció su reglamento hasta este tipo de provocaciones.
Eso hizo que en el pesaje no hubiese cara a cara y tengamos que esperar hasta este sábado para que vuelvan a mirarse cara a cara. Deportivamente, el combate también está al rojo vivo. Wilder está ante su undécima defensa y como todo en su carrera lo ha solventado con su gran virtud: la pegada. Por su parte, Fury es técnicamente mejor. Por tanto, la clave está en la defensa del británico. En su primer pleito dominó y solo las dos caídas le privaron del triunfo. Si realiza una pelea sin fisuras, es favorito, pero si comete errores, Wilder no volverá a fallar. En esa guerra del 'gato y el ratón' hay varias claves. La primera es que el estadounidense parece haber mejorado tras el primer pleito entre ambos.
"Aprendí que necesito estar más tranquilo. Voy a ser mucho más paciente en esta pelea", apuntó en la previa. El segundo está en Fury, ya que para este combate ha decidido subir con mucho más peso. Marcó en el pesaje 123,8 kg (104 kg, Wilder), un dato que puede suponer un incremento de su pegada, pero también puede provocar pérdida de velocidad. Por último, y no menos importante, la atención está en los jueces. En diciembre de 2018 había uno estadounidense, otro inglés y otro canadiense. En esta ocasión, los tres, y el árbitro, serán del país del campeón. Algo que puede ser clave. "No tuve el gas suficiente para acabar con él en la última pelea, pero esta vez voy por el KO", aseguró el aspirante. Quizá por ello, su equipo en esta ocasión no haya pedido a la Comisión Atlética de Nevada una elección más variada. Todos son factores que pueden influir. ¿Cuál será el determinante? El ring del MGM Grand Arena de Las Vegas lo desvelará.

jueves, 20 de febrero de 2020

CUENTAS ATRÁS DEL WILDER-FURY II

ÁLVARO CARRERA
AS.com

Deontay Wilder (42-0-1, 41 KO) habla claro. Después de hacer nulo contra Tyson Fury decidió cerrar capítulos. La revancha inmediata entre ambos parecía clara, pero tardó en cerrarse y al final el británico optó por un camino más largo (llegando a un acuerdo con Top Rank). Por ello, Wilder buscó esas nuevas metas, ya que no le gusta dejar nada a medias. Lo demostró contra Bermae Stiverne, contra quien se proclamó campeón mundial. Lo hizo a los puntos, era la primera vez que no finalizaba a un rival y casi tres años más tarde se quitó la espinita. Le noqueó en el primer asalto. Se había quedado sin cuentas pendientes, pero tras enfrentarse a Luis Ortiz y Tyson Fury apuntó otras dos.
Primero se encargó del retador oficial. Fulminó a Breazeale y le dio la revancha a Luis Ortiz, el púgil que más cerca estuvo de noquearle. Le ganó por KO en el séptimo asalto. Lo hizo cuando quiso. Demostrando poderío. El último paso para volver a 'quedarse a cero' es Tyson Fury, quien le espera este sábado en Las Vegas. El campeón tiene claro el final: "Será una noche corte. Para peleas interesantes y noches cortas puedes contar conmigo, porque no me pagan por las horas extra", ha apuntado en la previa el estadounidense.
Su primer pleito contra Fury fue vibrante. Él campeón pasó problemas y Fury se recuperó de dos caídas. Lo nunca visto ante el 'Bombardero de Bronce'. Por ello, la revancha era necesaria. Tras el combate, se veía al británico mejor, pero con las últimas actuaciones de los dos púgiles las apuestas están muy igualado (con ligera ventaja para el de Alabama). Dentro de sus limitaciones técnicas, Wilder ha mejorado mucho de sus dos peleas con Ortiz y de la anterior contra Fury. "Aprendí que necesito estar más tranquilo. Voy a ser mucho más paciente en esta pelea, igual que lo fui en la segunda con Ortiz. El objetivo del boxeo es ganar, no solo ganar asaltos… y lo hago de manera devastadora", admite Wilder.
Por todo ello, el campeón se siente en el mejor momento de su carrera. "Mi instinto me dice que estoy preparado. Estoy en la mejor forma de mi vida y a punto de montar un espectáculo. Soy el campeón mundial del peso pesado y no puedo ser vencido", asegura. Realmente, Wilder llega en plenitud. Ha ganado inteligencia y es capaz de administrar su poder para no exponerse tanto como hacía habitualmente, en eso también aprendió de como Andy Ruiz destruyó a Joshua. Es su momento para optar a la gran pelea de su vida, que sería unificatoria de todas las coronas. Para ello lo tiene claro: "Primero Fury". Es su última cuenta pendiente.

martes, 18 de febrero de 2020

FURY: "WILDER NO ES EL MAYOR PEGADOR DE LA HISTORIA, YO ME LEVANTÉ DOS VECES"


ENRIQUE MELLADO
Marca.com

Estamos a escasos días de que tenga lugar uno de los combates más esperados de los últimos años en los pesos pesados. Este sábado -madrugada del domingo en España, en DAZN- tendrá lugar la gran revancha entre el campeón del mundo del WBC, Deontay Wilder, y el aspirante, Tyson Fury. Tras el nulo del primer combate en Los Ángeles, los dos gigantes de la categoría se verán las caras en el MGM Grand de Las Vegas.El británico ha reabierto un debate en una entrevista telefónica con la prensa internacional, sobre quién es el mayor pegador del boxeo. En la actualidad, casi no cabe duda de que The Bronze Bomber tiene el golpe más letal de todos. De hecho, aunque en algunas peleas 'dispara' menos que sus adversarios, sus impactos son siempre un martillazo para el rival. A Fury le preguntaron quién es el rival que más duro lo ha golpeado, y esto respondió:
"Sabes que he sentido el poder. No es tan fuerte, no es tan fuerte. No puede ser el mayor pegador de la historia porque no pudo noquear al Rey Gitano, ¿verdad? Encajé su mejor golpe en la barbilla y volví a levantarme. Golpea con fuerza, pero nunca me han golpeado personas como Earnie Shavers, George Foreman, Rocky Marciano ni ninguno de los mejores. Entonces, decir que es el golpeador más duro de la historia, pues no estoy seguro, pero no creo que pegue más fuerte que Wladimir Klitschko, que posee un golpe de nocaut tremendo. [...] No creo que sea tanto su potencia sino la velocidad con la que te llega porque no te da tiempo a verlo venir".
Lo que sí se puede decir de Wilder es que posee varias virtudes que lo convierten en un noqueador único: su potencia, la paciencia para estudiar a su contrincante, la elección del momento exacto para cargar y una tremenda velocidad a la hora de hacerlo. Y eso no es poca cosa: 41 KOs en 42 peleas. Ya hay quien se pregunta si se trata del mejor noqueador de la historia.¿El mejor noqueador?La discusión sobre quién es el mayor pegador de todos los tiempos siempre estará sobre la mesa, y una vez más se ha reabierto. Quizá habría que diferenciar entre pegador y noqueador que, aunque son cosas que suelen ir unidas, no todos son igual de certeros a la hora de finalizar una pelea. ¿Es Deontay, boxeador poco técnico pero con un estilo atlético y letal con un único golpe -casi desde cualquier ángulo- que es una bomba? ¿Quizá George Foreman, con más recursos técnicos y capaz de noquear con cualquiera de sus impactos, y cuyo empuje corporal era inigualable? ¿Podría ser Mike Tyson, un peso pesado bajo pero muy técnico e intenso que buscaba el cuerpo a cuerpo y en la corta distancia era más rápido que nadie? También podríamos seguir mirando hacia atrás, a Joe Louis, Sonny Liston o Rocky Marciano.

Porcentaje de KOs en los pesos pesados
1. Deontau Wilder (USA) 95% (41)
2. Rocky Marciano (USA) 87% (43)
3. Anthony Joshua (ING) 87% (21))
4. Vitali Klitschko (UCR) 87% (41)
5. Frank Bruno (ING) 84% (38)
6. George Foreman (USA) 83,9% (68)
7. Tommy Morrison (USA) 80% (42)
8. Wladimir Klitschko (UCR) 76% (53)
9. Earnie Shavers (USA) 76% (68)
10. Mike Tyson (USA) 75% (44)
11. Joe Louis (USA) 75% (52)
12. Lennox Lewis (ING) 72% (32)

sábado, 15 de febrero de 2020

¡MARAVILLA MARTÍNEZ VUELVE AL RING EL 6 DE JUNIO!

ÁLVARO CARRERA
AS.com

Sergio 'Maravilla' Martínez (51-3-2, 28 KO) boxeará de nuevo. El argentino, que cumplirá 45 años el 21 de febrero, volverá a subirse al cuadrilátero seis años después de retirarse ante Miguel Cotto. La noticia la adelantó hace unos días ESPN y AS ha podido confirmarla. "Volverá el día 6 de junio en Madrid. Será un combate a diez asaltos en el peso medio. Llevaba dos años queriendo volver a pelear y lo hará en un combate para recuperar sensaciones. Una vez pase ese duelo valoraremos los pasos para el futuro", aseguró a AS Óscar Zardain, promotor de Maravillabox.
Los primeros rumores sobre el regreso de Maravilla comenzaron hace dos años, cuando se empezó a rumorear una revancha con Julio César Chávez Jr. El argentino aceptó todos los términos, pero "al final él prefirió otros caminos", apuntaba hace unos meses el púgil a AS. Con esa oportunidad pasada, el excampeón mundial continuó trabajando en el gimnasio Detroit de Vallecas a las órdenes de Tinín Rodríguez, quien lo entrenará en esta nueva etapa. "Siempre seré boxeador", nos añadía Maravilla Martínez.
En los últimos meses volvieron a sonar rumores sobre otro rival, el 'Chino' Maidana, aunque esa opción tampoco pasó de la fase de habladurías. "Me gustaría hacer una nueva preparación, para sentir esa sensación y poder tener otras diferentes a mis últimos combates", desvelaba a Maravilla a AS. El argentino finalizó su carrera cayendo ante Miguel Cotto en un enfrentamiento al que llegó muy lastrado por las lesiones, especialmente en la rodilla. Ahora, tras seis años está listo para volver. Será el 6 de junio en Madrid.

miércoles, 12 de febrero de 2020

CUANDO MIKE TYSON PERDIÓ LA VIRGINIDAD


Miguel Angel del Pozo
AS.com

El 11 de febrero de 1990 fue el principio del fin para Mike Tyson. Aquella mañana (la velada comenzó a las 09:00 hora local), en el Tokyo Dome de Japón ‘El terror del Garden’ defendía sus títulos de campeón del mundo de los pesos pesados. El aspirante, un ‘Don Nadie’: James ‘Buster’ Douglas. Era tan poca la confianza que había en el púgil de Ohio que los promotores se llevaron la velada fuera de Estados Unidos por el miedo que tenían a que Tyson reventara a ‘Buster’ en poco tiempo. Como los 93 segundos que tardó en triturar a Carl Williams meses antes. Sería un mal negocio y un bochorno para las televisiones y para el tinglado pugilístico que ese espectáculo se diera en Las Vegas. “Yo he venido a Tokio a ganar”, comentó Douglas en los días previos al combate, ante la incredulidad de todos. Mientras ‘Buster’ pensaba en ganar, Tyson se dedicaba a alternar, cerrar bares, rodar spots, visitar el zoológico de Tokio, firmar autógrafos o fotografiarse junto al campeón del mundo de sumo Konishiki. Todo siempre con Don King a su vera.
Para entender la magnitud de la derrota de Tyson a manos de Douglas hay que poner en contexto la meteórica carrera de Mike y cómo había llegado hasta aquella pelea que supuso hace 30 años una de las mayores sorpresas del deporte mundial. El mejor boxeador de finales del siglo XX, y uno de los más fascinantes de todos los tiempos, creció en un barrio marginal de Brooklyn, donde romper las reglas era sobrevivir. A los 12 años tenía 30 condenas por robo y violencia. Creció sin padre y necesitaba una figura paterna, sin duda. Y eso fue lo que encontró en el mítico preparador Cus D’Amato, que había entrenado, entre otros, a Floyd Patterson, Kevin Rooney, Joe Shaw o Jose Torres. D’Amato moldeó al joven Mike y lo convirtió en una máquina de aniquilar y machacar rivales. Canalizó la naturaleza agresiva de ‘Ironman’ hasta sus guantes, convirtiendo sus puños en armas de destrucción masiva: “Vi que Mike era fuerte, que podía aguantar los golpes. Y estaba dispuesto a ser constante. Por eso le dije que podía hacer de él un gran boxeador y el futuro campeón del mundo”. Y Tyson captó el mensaje. Era agresivo, maleducado e insolente. Y muy inteligente. D’Amato tuvo que despojar a Tyson de toda la porquería para llegar a su interior, y a partir de ahí construyó una obra inigualable y un boxeador casi perfecto: “El boxeo tiene que ver más con la cabeza que con los puños. Colócate de lado y así podrás lanzar con peor intención ese golpe. Hay algo que te está distrayendo”, solía repetirle el viejo Cus a su pupilo cada sesión.
D’Amato presentó a Tyson al mundo en las Olimpiadas junior de 1982. Mike Tyson tenía entonces 16 años. “¿Qué vas a hacer cuando salgas ahí?”, le preguntó a Mike antes del primer combate. “Voy a salir como un hijo de perra”, contestó este. Y tardó ocho segundos en fulminar a su rival. Con asistencia médica incluida. Y así fueron pasando los combates hasta que logró hacerse con el título de campeón olímpico junior. El combate final apenas duró 35 segundos. Poco más de medio minuto para que la esquina rival arrojase la toalla: “No queríamos que le hiciera más daño”.
Y llegó el momento de dar el paso al profesionalismo. En 1985. Desde entonces, y KO tras KO, fue dejando rivales en la lona. Y con el hándicap de ser mucho más pequeño que la mayoría de ellos. No tenía suficiente envergadura para hacer un boxeo más práctico y metódico. Tenía que arrollar. Invadir. Echarse encima de sus rivales y machacarlos. Así logró aspirar al título de campeón del mundo. Se presentó el 22 de noviembre de 1986 ante Trevor Berbick, dueño del cinturón de los pesados, con un récord de 27 victorias, 25 por KO y ninguna derrota.
Pero Tyson subió aquella noche al ring del hotel Hilton de Las Vegas con el alma rota. Cus D’Amato había fallecido poco antes. A la esquina de Tyson le preocupaba que no tuviera la cabeza en la pelea. Unas dudas que duraron apenas seis minutos, dos asaltos. Los que tardó Tyson en aniquilar al campeón de los pesados y enseñarle al mundo quién era y de lo que era capaz. Una combinación de golpes rápidos, un derechazo al torso y un gancho de izquierdas limpio a la cabeza de Berbick que asombraron al mundo. Tyson se convertía en el campeón del mundo de los pesados más joven de toda la historia y empezaba una nueva era para el boxeo. Tyson pasó a ser una celebridad y una máquina de destrozar boxeadores y de hacer dinero. Los más afamados promotores se lo rifaban. Incluido, como no podía de ser de otra forma, el extravagante Don King. Y poco a poco su situación cambió, el destino de su carrera ya no estaba en sus manos. Pertenecía a Don King. Un boxeador letal, una máquina de triturar, pero frágil mentalmente, en manos de aquel promotor. Las decisiones que se tomaron respecto a Tyson y su carrera eran las que beneficiaban personalmente a Don King y no a ‘Ironman’. Con el cinturón en su mano, Don King le preparó a su nuevo pupilo varias peleas con la posibilidad de ir unificando títulos. Tras ganar en Las Vegas (1-8-1987) a Tony Tucker en 12 asaltos y a los puntos, Tyson reunió los cinturones de la WBC, WBA e IBF. Unos reinados que defendió con sus puños y sus KO ante Tyrell Biggs (7º asalto), Larr y Holmes (4º), Tony Tubbs (2º), Michael Spinks (1º), Frank Bruno (5º) y Carl Williams (1º). Y así se llegó a la pelea ante James ‘Buster’ Douglas. Precisamente se eligió a James por ser un rival con buena planta. Un tipo que le aguantase lo suficiente a Tyson. Pero tampoco demasiado.
Los púgiles llegaron a Tokio varios días antes de la pelea. Había que aclimatarse. Al horario, al clima, a todo. Y mientras ‘Buster’ se mataba a entrenar y se repetía una y otra vez que no tenía nada que perder, Tyson se dedicó a la farándula. Clubes, fiestas, autógrafos, saraos y poco gimnasio. En un principio parecía que tampoco iba a ser necesario nada más. Delante estaría un púgil que era un buen atleta pero poco más. Además, ‘Buster’ psicológicamente no llegaba en la mejor forma posible: su madre había fallecido tres semanas antes y su esposa padecía serios problemas de salud. Pero James Douglas llegó a Tokio a pelear. A por el cinturón. Aunque nadie creyera en él. “Soy alguien y no tengo nada que perder”, se repetía una y otra vez ‘Buster’ durante las sesiones de entrenamiento. Algo de optimismo no le venía mal, ya que enfrente iba a tener a una bestia con un récord escalofriante: Tyson llegó a Tokio con 37 victorias, 32 de ellas por KO y 17 en el primer asalto. Cero derrotas. Nunca nadie le había tumbado. Casi nada.
La vida de Mike Tyson ya empezaba a ser un espectáculo mediático, con cambios de entrenadores y con un romance y divorcio con Robin Givens que se llevó la mitad de su fortuna. Pero poco importaba. Tyson estaba de vuelta, como rezaban los carteles de la pelea. De vuelta tras seis meses de su último combate y en los que se le vio más por las discotecas que por los gimnasios. Y eso le costó que un sparring le mandara al suelo durante uno de los entrenamientos públicos antes de la pelea de Tokio. Hay quien todavía sostiene que aquello fue parte del paripé en el que se había convertido la carrera de Mike Tyson de la mano de Don King.
Fuera como fuese, el 11 de febrero de 1990 ‘Buster’ Douglas apareció en el Tokyo Dome con la indumentaria habitual de un boxeador: batín blanco con capucha. Como toda la vida. Mientras, Tyson entró en escena con una camiseta descuidada, sin mangas, excesivamente escotada. Luce músculo y desde el paseíllo intenta intimidar a Douglas. Mientras ‘Buster’ salta y baila durante las presentaciones, Tyson camina por el ring mirando a su rival. Quiere intimidarlo. Asesinarlo con la mirada. Como tantas otras veces había hecho. “No le aparté la mirada, sabía que iba a hacerlo. Sólo estaba concentrado en romper a sudar. Sólo tenía una estrategia. Sobrevivir a aquello y al combate”, apuntó James Douglas recordando esos instantes. La primera táctica no le funcionó a Tyson. Y tuvo que ir un paso más allá: “No eres nadie, ‘Buster’. No existes. Eres muy malo”, le decía ‘El terror del Garden’ siempre que tenía oportunidad. Nada nuevo para Douglas, que se había hartado de escuchar ese discurso de Tyson y su entorno durante toda la semana. Las palabras no duelen. Las amenazas no noquean.
La pelea comenzó, como era de esperar, con un Tyson lanzado y dispuesto a fulminar a su oponente lo antes posible. Era el favorito. Había tumbado ya a 17 moles en el primer asalto. Y Douglas no tenía por qué ser una excepción. Pero el arranque de furia de Mike duró apenas dos asaltos. Dos asaltos que ni siquiera ganó según las cartulinas de los jueces. “Si es capaz de mantener alejado a Tyson esto podría durar unos cuantos asaltos, pero si no lo consigue, Mike acabará con él rápido”, sentenciaban los comentaristas de televisión. Y James ‘Buster’ Douglas, ese tipo que se subió al ring con las apuestas del Bellagio (Las Vegas) en contra con un contundente 40 a 1, empezó a dominar la pelea. Bailaba y mantenía en la distancia a Tyson. Y le golpeaba. Así logró hacerse dueño del centro del ring, contra un Tyson que cada vez está más aletargado, lento y pesado, y cuyas rodillas le van lanzando señales según va recibiendo jabs y directos de ‘Buster’. No le aguantan. Y a eso se suma que no se defiende. A partir del quinto asalto el ojo de Tyson empieza a hincharse y a cerrarse. Nadie entiende nada. Ni los comentaristas de televisión, quienes asombrados empiezan a apuntar que podrían estar ante una noche histórica dentro del boxeo.
El sexto asalto también es para el aspirante, al igual que el séptimo. A Tyson, cada vez más cansado y lento, sólo le queda una salida. Confiar en encontrar un hueco en la defensa de Douglas y acabar con esa pesadilla y con un ‘Don Nadie’ que le ha salido respondón. Y ese momento llega en el octavo round. El aspirante, que ya se ve tan superior que incluso se atreve a arrinconar contra las cuerdas al campeón, descuida la guardia un instante. Tyson, acorralado, golpeado, humillado y vencido por un ‘paquete’ ve el hueco y saca el brazo a pasear: gancho de derecha que explota en la mandíbula del crecido aspirante y lo manda a la lona. El árbitro mexicano inició la cuenta, mientras Douglas dio un par de golpes a la lona, como maldiciendo su suerte, “qué cerca lo tuve”. Una cuenta lenta. Cuando llegó a seis y con Douglas todavía en el suelo, el árbitro se volvió hacia una de las esquinas como pidiendo calma a todo el mundo. Douglas se levantó cuando el árbitro llegó a nueve, aunque repasando las imágenes realmente se observa que pasaron entre 11 y 12 segundos de reloj. “Podía haberme levantado a los seis, pero me tomé un par de segundos de descanso”, recuerda Douglas sobre una cuenta que supuso que Don King no reconociera la victoria y que incluso le llevó a interponer una queja formal ante las distintas federaciones implicadas en el combate. Queja que quedó en agua de borrajas.

Con el aspirante en pie, a Tyson sólo le quedaba rematar la faena. Meyran da la señal para que continúe el combate pero el sonido de la campana pone fin al octavo round. Salvado por la campana. Va a comenzar el noveno acto y ya nadie duda de que Tyson tumbará otra vez al correoso ‘Buster’. Es cuestión de tiempo. Sólo eso. Pero en el inicio del asalto número nueve el aspirante pasa por encima de Tyson. Y el décimo sigue en la misma tónica. Ironman está recibiendo golpe tras golpe. Su defensa ha dejado de existir. Y Douglas, a base de directos al rostro de su contrincante, evita que se le agarre. Y llega el momento: gancho de derecha que llega limpio y hace retroceder a Tyson. En su retirada recibe una combinación de crochet de izquierda, derecha e izquierda que le hunde en la lona. Las apuestas han saltado por los aires, al igual que el protector bucal del campeón. Por primera vez alguien ha sido capaz de tumbar a Mike Tyson. El invencible boxeador de Brooklyn ha caído y lucha contra la cuenta del árbitro para volver a la pelea. Pero sólo acierta, todavía aturdido por la combinación de golpes que ha recibido, a gatear por el ring, a recoger el protector bucal y sostenerlo de lado con la boca y a ponerse en pie para que el mexicano Meyran le recoja en sus brazos. KO. Tyson ha caído y James Douglas es el sorprendente nuevo dominador de los pesos pesados.
A partir de entonces tanto a Tyson como a Douglas les cambió la vida. A ‘Buster’ le ofrecieron una bolsa millonaria por defender su corona ante Evander Holyfield, el rival que Don King tenía en mente para Tyson cuando este acabara con ‘Don Nadie’ Douglas. ‘Buster’ perdió en tres asaltos aquel combate ante Holyfield y se embolsó 24 millones de dólares, que hubieran sido 100 si hubiera retenido sus títulos. Pero como él mismo reconoció, no tenía ni ánimo ni ganas de boxear tras la batalla de Tokio. Luego vendrían sus problemas de salud, la afición a la comida basura y tres días en coma por sus malos hábitos alimenticios y su diabetes. Se recuperó, volvió a boxear, eso sí, ante rivales de menor entidad, y se retiró a su rancho de Ohio.
Para Tyson la pesadilla no hizo más que comenzar. “El combate contra ‘Buster’ Douglas no tendría que haber sido difícil. Antes que a él había derrotado sin mucho esfuerzo a otros que eran mejores. Pero no me tomé a Douglas en serio. Fui a Japón y alterné con muchas mujeres. No entrené ni me tomé el combate en serio. No puedo culpar a nadie. Debería haber entrenado más. No me cuidé y maltraté mi cuerpo. Cuando Cus D’Amato murió y me divorcié, lo perdí todo”, reconoció Tyson años más tarde. Tras aquella derrota vino su paso por la cárcel acusado de violación a una miss. Salió de allí tres años más tarde. Pero no era el mismo. Regresó con ganas de subir al ring, pero era un tipo más salvaje aún. Se volvió incontrolable. “Perdí toda mi humanidad y mi reputación allí dentro”, recuerda un arrepentido Tyson. Su incidente con Holyfield, al que acabó arrancando parte de una oreja de un bocado, y el lamentable espectáculo en la previa ante Lenox Lewis atestiguan la violencia desmedida con la que ‘El terror del Garden’ salió de prisión. Aquel combate con Lewis fue la última oportunidad para Tyson. En la presentación de la velada intentó agredir al británico: “Me quedé desconcertado, preguntándome qué le pasaba. Ese tipo de cosas intimidatorias son las que hace un gilipollas. Él sabía que no me podía ganar. En el ring no pudo ni tocarme. Fue valiente, hizo lo que pudo. Pero yo fui mejor”.
Y así fue, como relata Lewis, que humilló a Tyson. Se movió mejor, golpeó mejor y manejó los tiempos mejor. En el octavo asalto una derecha mandó al suelo a Tyson. Con la cara ensangrentada y boca arriba, Tyson escuchaba la cuenta. Levantaba un poco la cabeza, miraba a su alrededor y volvía a posarla. No quería seguir. Había tenido suficiente.
Tyson se subió tres veces más al ring, con más pena que gloria. Pero ya todo había acabado. Acabó aquella mañana en Tokio con ‘Buster’ Douglas, el ‘Don Nadie’ que había iniciado el principio del fin de Mike ‘Ironman’ Tyson.

sábado, 1 de febrero de 2020

ANDRADE NOQUEA A KEELER Y PIDE A SAUNDERS

ÁLVARO CARRERA
AS.com

Un jab para molestar y una izquierda recta para liquidar. Así de sencillo parecía el trabajo de Demetrius Andrade ante Luke Keeler.
El estadounidense, de 31 años, defendía el Mundial WBO del peso medio en Miami y su intención era clara: arrasar para retar a los grandes nombres de la división. No pudo hacerlo, y es que el irlandés fue una roca que resistió en pie hasta el noveno asalto. El castigo fue algo, igual que la superioridad de ‘Boo Boo’. Triunfo, aunque por ratos le volvió a pasar algo recurrente: no lució. El rival no era propicio para ello y se notó. Pese a ello, apuntó a los grandes carteles. “Me gustaría enfrentarme a Billy Joe Saunders por su cinturón”, apuntó. Andrade parece olvidarse de su antiguo sueño, Canelo, y apunta a una posible tercera corona (también ha sido campeón mundial en el superwelter). Deberá esperar, el camino que tome el mexicano marcará el del resto.
Su combate, pese a su inesperado inicio, no tuvo demasiada emoción. Andrade tardó 10 segundos en enviar a su oponente al suelo. Keeler aguantó y trabó la pelea. Vio tan cerca el campeón los titulares alabándolo que se lanzaba demasiado y eso fue en su contra.
Aún así, con otra gran izquierda recta, volvió a enviar al irlandés al suelo. Ahora si parecía letal... pero Keeler se levantó. Otra vez. Ahí Andrade se dio cuenta de que el final no iba a ser rápido. Tenía un titán delante. El aspirante trabó las acciones y el campeón se obcecó con el KO, lo que restaba rapidez y sorpresa al golpe que había provocado que el nocaut sobrevolase el pabellón. Andrade era muy superior, sumaba un gran castigo, pero le faltaban golpes de poder claros continuados para terminar todo antes del límite. No ocurrió hasta el noveno. Antes, el estadounidense boxeó confiado y  luciendo una buena defensa. Llegaba con manos aisladas, pero le faltó poner en sobre la tarima series más largas. Cuando enlazó un crochet con una izquierda recta y otro crochet, derribó la muralla irlandesa. Después puso su rumbo a Inglaterra. Quiere a Billy Joe Saunders.