viernes, 30 de octubre de 2009

Rumble in the Jungle


Por Diego Morilla ESPNdeportes.com

La historia de la que quizás sea la pelea más ilustre del siglo XX comienza como toda gran aventura: un personaje emprendedor con una idea alocada sale a buscar financistas en los lugares más inverosímiles. Guarden los escépticos sus sonrisas condescendientes. Ese mismo párrafo podría usarse para definir el inicio de lo que luego fue descubrimiento de América (un plebeyo italiano desafiando tres milenios de sabiduría geográfica y astrológica, y buscando dinero en la corte española) y aún así la mención de esa gesta despierta aún hoy una reverencia digna de mejor causa. Compenso este pedido de seriedad admitiendo sin mayores reparos que Don King no es Cristóbal Colón, pero la audacia de ambos tiene muchos puntos en común. Y ahí no se detienen las comparaciones. En este caso, el redescubrimiento de todo un continente estaba también a punto de revelarse ante el mundo.
Saliendo todavía de un brutal período de dominio colonial, el continente africano de mediados del siglo XX reclamaba un lugar de mayor respeto para un espacio tan rico en recursos naturales como humanos. Algunos países lo hacían a través de la lucha pacífica, otros a través de la lucha armada, y otros simplemente derrochaban sus riquezas en dar muestras de opulencia desmedidas.
Uno de esos países era el ex Congo Belga, que pasó a llamarse Zaire en su nueva etapa como país independiente (hoy llamado República Democrática del Congo). El brutal dictador Mobutu Sese Seko reinaba supremo, y Zaire se erguía tempranamente como una potencia continental gracias al oro, petróleo y otras riquezas.
Del otro lado del océano, el promotor musical Don King daba sus primeros pasos en el mundo del boxeo, en el que se había abierto paso contratando músicos primero y luego buscándoles trabajo. En ese mismo plan, King firmó un contrato con Muhammad Alí y el campeón George Foreman garantizándoles la por entonces extraordinaria suma de cinco millones de dólares a cada uno por un eventual choque entre ambos. Lo único que faltaba ahora, pensó King, era conseguir el dinero. King y Mobutu tenían algo que el otro deseaba. El trato estaba hecho antes de comenzar las negociaciones.
El dictador de Zaire garantizó la suma a cobrar por ambos púgiles, en quienes veía a dos pilares de la africanidad regresando finalmente a su tierra para dar ímpetu al nuevo despertar del África ante el mundo al disputar nada menos que el campeonato de peso pesado, el epítome del enfrentamiento deportivo. No hay manifestación más pura y cabal de dominio deportivo reconocido mundialmente que una pelea de campeonato de peso pesado, y esta vez, los protagonistas combatían ante su gente en un escenario único e histórico. Pero eso no era suficiente. Un combate transmitido a todo el mundo desde el corazón de la selva africana requería un esfuerzo extraordinario.
King echó mano a todos sus recursos. Aceptó que una compañía (de la que era socio accionario) filme el evento en exclusividad a cambio de la producción de un largometraje sobre el combate. En lugar de armar una cartelera previa con peleas de menor valía, armó un festival musical al que invitó a muchos de los músicos que había contratado en sus años de promotor. Y se transformó en fallido emprendedor turístico al vender paquetes de pasajes y estadías para presenciar un combate que, según se ilusionaba King, sería visto por miles de millones de personas en todo el mundo.
En su momento, pocas de estas ambiciones se cumplieron. Pero en los años venideros, todas esas predicciones quedaron chicas.
La película en cuestión (When we were kings; Cuando éramos reyes en español), terminó ganando un Oscar luego de descansar en un cajón durante más de dos décadas. El festival musical previo al combate (denominado "Zaire '74") pasó a conocerse como "el Woodstock negro", por la acumulación de estrellas musicales de color provenientes de todo el planeta en un show multitudinario en el corazón del continente del que eran oriundos. Y la repetición del combate fue vista una y otra vez por miles y miles de fanáticos fascinados por el trasfondo histórico y el valor deportivo del combate. Pero eso ni siquiera alcanza para ilustrar el carácter épico de una de las peleas más extraordinarias de la historia del boxeo. Un verde amanecer en la jungla
El festival musical de tres días concluyó. Por el escenario pasaron The Crusaders, James Brown, Celia Cruz y las Fania All-Stars, B.B. King, Miriam Makeba, The Spinners, Bill Withers, y Manu Dibango, entre muchos otros. Un numeroso grupo de bailarines tribales congoleses pobló el campo de juego del estadio Mai 20 de Kinshasa para una electrizante demostración de danzas tradicionales minutos antes del combate estelar. En el ringside, un grupo de intelectuales y escritores incluía a Norman Mailer (quien produjo un libro íntegramente dedicado a esta pelea), George Plimpton, y hasta a David Frost como comentarista invitado junto a Joe Frazier, rival en común de Alí y Foreman. Los rincones de ambos peleadores estaban conducidos por verdaderas leyendas. Angelo Dundee lideraba la esquina de Alí, mientras que Foreman contaba en la suya con los consejos del genial Archie Moore. Un extraordinario estratega en la esquina de Alí, y el mayor noqueador de la historia en el rincón de Foreman. El destino tiene a menudo maneras sutiles de presagiar el futuro, pero son pocos los que pueden leer esos velados designios.
En efecto, el plan de pelea de Alí y de Foreman fue consecuencia directa de los atributos deportivos e intelectuales de los jefes de sus equipos. El mandato de Moore era castigar a Alí hasta derribarlo impiadosamente, mientras que el plan de Alí era otro muy distinto, y terminó siendo el plan opuesto al anunciado previamente.
Incluso la personalidad de cada boxeador reflejó sus estilos en el ring. Hasta ese momento, Foreman (que luego se reciclaría en un sonriente y locuaz vendedor de parrillas para hamburguesas) era un parco y lacónico fajador de mirada vacía y pegada adormecedora. Alí, por su parte, era el astuto y veloz boxeador de mil recursos y ángulos de pegada, tan peligroso con sus manos como con sus palabras. Y en este combate en particular, Foreman se valió de sus por entonces limitadas armas como pegador, mientras que Alí se valió de sus más amplios atributos de manera pareja y eficiente, quizás con su carisma y su locuacidad como elementos más salientes.
Convenció al pueblo congolés de que su lucha por reconquistar el título sería un triunfo de su raza ante los ojos de todo el mundo. Y el resultado fue extraordinario: en muy pocos eventos boxísticos se puede ver al público involucrarse de manera tan ruidosa en un combate, especialmente a favor de uno solo de los contrincantes. Alí los instó a alentarlo incesantemente, los sedujo y los cautivó con su magnética personalidad, y les enseñó un canto que aún hoy es parte de los numerosos aportes lingüísticos y culturales que esta pelea trajo al boxeo: "¡Alí, mubayé!" (¡Alí, mátalo!), coreado por todo un estadio que solamente interrumpía este cántico para explotar en exclamaciones estentóreas ante cada golpe acertado por el retador al título. Y en cada amarre con su rival, Alí desafiaba a Foreman con hirientes frases susurradas en su oído. "Me dijeron que pegabas mucho más duro que esto, George" es apenas una de ellas.
Pero sería otro notable hallazgo semántico-boxístico el que encerraría la clave del triunfo para Alí. El término "rope-a-dope" puede ser traducido libremente como "dormirse en las cuerdas". Luego de amenazar constantemente a Foreman con bailotear alrededor suyo lanzando golpes picantes (en el molde de su vieja estrategia de "flotar como una mariposa y picar como una abeja"), Alí eligió confundir a su rival apostando por la táctica contraria. Alentado por un video en el que se veía a Foreman respirar con mucho esfuerzo tras apenas dos rounds de pelea, Alí decidió desgastar al temible campeón recostándose sobre las cuerdas y dejando que éste lance golpes inofensivos a granel. Ya en el tercer asalto, Foreman comienza a respirar agitadamente por la boca, algo que ningún boxeador en buen estado físico debería hacer. En ese mismo round, la espalda de Foreman brilla de sudor bajo las luces del ring, mientras que Alí luce casi inmutable ante el ascendente calor, que a pesar de la hora temprana (la pelea comenzó a las 4 de la mañana para acomodarse a los horarios de las transmisiones satelitales) ya era sofocante.
El quinto asalto (el mejor de toda la pelea) marcó un punto de inflexión en el combate, y por extensión, en la vida de ambos peleadores. Luego de castigar duramente a Alí y gastar sus últimas reservas de energía en ese esfuerzo, Foreman se vio sorprendido por una andanada de rectas al rostro con las que Alí venía castigándolo aisladamente durante la parte temprana del pleito. El giro que daría la pelea en esos momentos sería irreversible.
Al finalizar el sexto asalto, se lo ve a Foreman caminar hacia su rincón con el paso exhausto que Alí había visto en los videos de sus peleas anteriores. El daño estaba hecho, y el toro arremetía hacia la capa del torero sin sospechar que el frío acero lo esperaba tras el paño rojo.
Sintiendo la urgente necesidad de un esfuerzo mayor y la cercanía de una posible definición, ambos púgiles se cuadraron en el centro del ring varios segundos antes del campanazo inicial del séptimo asalto. El réferi Zack Clayton tuvo que separarlos para que no comiencen el round hasta que sonara la campana. Y el round fue claramente para Alí, que para ese momento ya tenía la clave de la victoria y esperaba solamente el momento propicio para develarla. La arremetida final llegó en el octavo asalto. Luego de una última sesión de castigo voluntariamente aceptado sobre las cuerdas para desgastar aún más a Foreman, Alí salió de su guarida disparando manos desde todos los ángulos.
La seguidilla de manos inapelables y certeras que siguieron a ese momento constituyen uno de los nocauts más vistos en la historia del boxeo. Foreman, indefenso, apenas atinaba a intentar resguardarse moviendo sus brazos en remolino, en un payasesco intento por mantener el equilibrio, bloquear los golpes y detener su eventual caída con un mismo baile desgarbado. No hubo suerte en ninguna de esas tareas. Foreman cayó de espaldas a las lonas en medio del ring, y cuando la cuenta llegó a diez y el estadio explotó en vítores bajo el sol naciente de un amanecer en plena selva, asomó también en ese instante un nuevo destino para los dos protagonistas del combate.
Renovando su aura de vencedor aún ante las circunstancias más adversa, Mohammed Alí, que nunca había caído por nocaut en toda su carrera hasta el momento, recuperó el respeto que había ganado al vencer al durísimo pegador Sonny Liston diez años antes y que había perdido parcialmente al caer ante Joe Frazier en su intento por regresar a la cima. De repente, todos sus dichos y predicciones pasadas y futuras (desestimadas como meras ilusiones de grandeza de un boxeador en decadencia) cobraron fuerza nuevamente. Y Alí, que había prometido retirarse tras este combate, fue el primero en creerlas. Su combate ante Foreman lo hizo sentirse imbatible nuevamente, y su legendaria confianza en sí mismo se disparó a niveles dañinos para su propia integridad. Ebrio de su propio orgullo, Alí llevó su carrera demasiado lejos, y su final es de público conocimiento. Las razones de su estado actual (con un mal de Parkinson agudizado por los golpes recibidos en sus tres últimos combates a fines de los '70) tienen su origen en esa gloriosa y (a la postre) pírrica victoria del 30 de octubre de 1974. Pero su estado actual es también el precio que pagó por recuperar su credibilidad, su título y su estatus de leyenda, que luego le valdría el cariño y la admiración de millones alrededor del mundo.
Por su parte, Foreman tuvo en esa noche el comienzo de un largo camino de redención personal y profesional que duraría dos décadas. Luego de ese combate, con la confianza por el piso y su aura de invencibilidad reducida al mínimo, George Foreman caería derrotado ante boxeadores que quizás le hubiesen durado apenas unos minutos en otra etapa de su carrera, para luego abandonar el deporte y retomarlo diez años después, ya con sus ideas y sus objetivos más claros. Su nuevo viaje no estuvo exento de altibajos, pero aún así hizo falta un Evander Holyfield en su mejor momento para evitar que George recupere su título a comienzos de los '90. Sin amilanarse, Foreman continuó su senda, haciéndole quizás el "rope-a-dope" a la vida y al boxeo, dejando que cada una de las barreras que lo separaban de su sueño de recuperar la gloria se vayan gastando y cayendo a pedazos, exhaustas ante tanta voluntad y tanto empeño. Finalmente, ese momento llegó, y George se sintió digno de volver a calzar los pantalones que usó en aquella gesta fallida para subirse al ring en una última búsqueda de gloria, consciente esta vez del esfuerzo y la humildad que le hacían falta para lograrlo. Años después, muñido de esa misma humildad, compartiría el escenario de la premiación de los Oscar en Hollywood con su rival de aquella noche en el Congo, aceptando una estatuilla por el documental "Cuando éramos reyes", estrenado más de 20 años después de la noche en que ambos, Alí y Foreman, sacudieron la selva con el rugir de sus puños.
Pero esa noche fue diferente. Esa noche, en algún lugar de la jungla congolesa, las voces callaron, los tambores se silenciaron, el amanecer brilló más que nunca y rugió solamente el eco de un combate entre dos reyes enfrentados y luego hermanados por la búsqueda de la misma corona a lo largo de toda una vida plagada de agonías y éxtasis, el eco de un combate que aún hoy, a treinta y cinco años de aquella refulgente alborada africana, sigue resonando como uno de los momentos más trascendentes y memorables de la historia del deporte.

Pacquiao: Mayweather no quiere pelear conmigo


AP

Manny Pacquiao, que se alista para medirse con el puertorriqueño Miguel Cotto, cree que la pelea más prometedora en el boxeo jamás ocurrirá porque Floyd Mayweather Jr. se niega a enfrentarlo.
Pacquiao entrena en Hollywood para su combate con Cotto el 14 de noviembre, pero el púgil considerado el mejor campeón libra por libra se tomó un momento el jueves para mencionar sus posibilidades de pelear con Mayweather, el rey de ganancias en los combates por televisión, en lo que sería un acontecimiento muy lucrativo para ambos.
"Creo que no va a ocurrir", dijo Pacquiao. "Estoy seguro de que no quiere pelear".
Pacquiao considera que Mayweather trata al boxeo principalmente como un negocio y no atiende el valor de entretenimiento que ofrece a los aficionados.

Algete celebra una espectacular velada de boxeo este viernes


Todo está listo en Algete para que esta noche se celebre una de las mejores veladas de boxeo que han pasado hasta la fecha por la zona norte de la región. Desde las 8 y media el polideportivo Duque de Algete acogerá este gran acontecimiento que cuenta con el atractivo de ver la reaparición en los cuadriláteros del ex campeón de España e Intercontinental, Pablo Navascués.
Tras su histórico enfrentamiento con Javier Castillejo que acabó con el resultado de combate nulo, todo parecía indicar que Navascués pondría el punto final a su carrera. Sin embargo, el “Huracán” quiere volver a pelear por el título mundial y su primera parada será en Algete frente a Cogival Lima. En esa misma velada se verá nuevamente en el ring a Rubén Varón. El ex campeón de Europa del peso Superwelter celebrará su recuperación de la lesión que sufrió hace tres años en su mano derecha. En su reaparición su rival será el rumano Rafael Chiruta en un duelo que servirá para comprobar su estado de forma.
A seis asaltos veremos nuevamente a Javi Vega. El campeón de España Welter se enfrentará a Nicolás Perillo con vistas a mantenerse activo para defender, cuando le llegue el momento, su entorchado nacional. Además de todo ello, habrá otros combates que abrirán una noche cuyas entradas están a partir de los 15 euros.

Preparado para ‘todo’ Miguel Cotto


Raúl Álzaga / Enviado especial

Así lo prometió el campeón boricua Miguel Cotto al reaccionar ayer a los comentarios del entrenador de su rival, Manny Pacquiao, durante su día de entrenamiento abierto a los medios noticiosos y que casualmente coincidía con su cumpleaños número 29.
“Va a ser un combate bien aguerrido, pero les puedo asegurar que al final voy a salir victorioso”, dijo Cotto a la multitud de prensa que se dio cita para verlo en acción en el gimnasio Fighting Fury de Tampa.
“Lo que diga Freddie Roach me tiene sin cuidado. Lo mejor que él puede hacer es preparar a Manny Pacquiao lo mejor posible. Yo lo estoy”.
De hecho, el titular wélter de la Organización Mundial de Boxeo se rió cuando fue confrontado con las declaraciones de Roach en torno a sus debilidades como boxeador y de que será noqueado por el filipino.
“Roach no se va a meter en mi cabeza. Él habla mucho y cree que va a pasar lo mismo cuando Pacquiao peleó con Hatton, cuando los principales protagonistas fueron él y Floyd Mayweather, padre”, dijo Cotto, rehusando entrar en dimes y diretes.
“No vamos a caer en ese juego. Ninguna cosa estúpida que diga me va a afectar y nada de lo que él diga va a cambiar el resultado de la pelea”, apuntó.Durante su leve entrenamiento de ayer se vio un Cotto con un físico bien tonificado, dispuesto y contento, pero sobre todo, lleno de confianza en que el trabajo realizado rendirá frutos el 14 de noviembre.
“Las peleas se ganan en el gimnasio y aquí hemos trabajado al 100 por ciento. Además, la nutrición ha ayudado mucho y por eso el estado anímico que me encuentro es muy diferente a veces anteriores. De hecho, nos encontramos muy cerca del peso”, dijo.
“Lo que he dicho desde el principio, Pacquiao es un gran peleador, pero viene de 126 libras. Por más pesas que le dé y por más peso que adquiera nunca va tener la fortaleza de Miguel Cotto y ésa es una de las interrogantes que va a tener que enfrentar cuando suba al ring. Estamos preparados para todo lo que él traiga”, agregó.
En términos tácticos de su entrenamiento, Cotto no quiso abundar mucho, pero sí dejó claro que está listo para enfrentar exitosamente a otro púgil zurdo, como ya lo ha hecho en el pasado.
“En mi preparación trabajé contra zurdos. Pacquiao no es el primero que enfrento. Ya tengo peleas con (Carlos) ‘El Indio’ Quintana, Zab Judah y (DeMarcus) Corley. Estoy bien preparado para él”, sostuvo Cotto, quien agregó que no considera a Pacquiao un mejor peleador de lo que era hace tres años, cuando reinaba en las 130 libras.
“Lo único que tiene Manny de diferente de hace tres años para acá es que subió de peso y tuvo las victorias sobre (Ricky) Hatton y (Oscar ) De la Hoya. Eso tiene su mérito, pero en términos boxísticos, sigue siendo esencialmente el mismo tipo de peleador. Contra él vamos a trabajar una pelea inteligente asalto por asalto. Y si se da un golpe fuerte, lo vamos a aprovechar para noquearlo”.