sábado, 12 de marzo de 2011
ARUM-KING, COMO EN LOS VIEJOS TIEMPOS
DIEGO MORILLA
ESPN.com
Uno se graduó de abogado en Harvard, se transformó en fiscal y persiguió a delincuentes impositivos. El otro fue pandillero (graduado de la imaginaria "Universidad del Ghetto", según su versión), terminó en la cárcel y al salir se hizo promotor de conciertos.
Ambos entraron en el negocio del boxeo gracias a Muhammad Ali, debutando como promotores poniendo a "El Más Grande" como cabeza de sus primeras respectivas carteleras como profesionales. Un honor que muchos considerarían consagratorio, pero que en el caso de estos dos legendarios personajes resultó iniciático y meramente premonitorio de cosas aún más grandes.
Y las cosas más grandes llegaron. Combates épicos, promociones pantagruélicas y algún que otro fracaso, pero siempre al son de una rivalidad que no conocía fronteras, límites ni adjetivos demasiado subidos de tono a la hora de definirse mutuamente. Y hoy, juntos por primera vez después de cinco años de alejamiento, la tradición continúa.
"Este [tipo] no duerme. Es imposible competir con él, es una máquina de trabajar", dice Bob Arum, promotor de la empresa Top Rank y eterno rival del personaje al que califica con el impronunciable adjetivo que tan prudentemente omitimos, y que casualmente está sentado a apenas unos centímetros de su asiento, vistiendo la chaqueta más vistosa que uno pueda imaginar, poblada de apliques brillantes y dibujos de todo tipo, incluyendo su propio retrato subrayado con la frase que lo identifica: "Only in America". El personaje en cuestión no es otro que el inimitable y verborrágico Don King, que responde al comentario de su viejo enemigo con una impensada justificación: "Bob Arum siempre dice lo que tiene en la cabeza, no le importa quedar bien con nadie, y eso es lo que lo transforma en Bob Arum".
Más de 40 años de una relación que conoció todos los tonos, desde la enemistad manifiesta hasta las expresiones de respeto mutuo (a regañadientes, por lo general), pasando incluso hasta por escenas de violencia física, han transformado a estos dos hombres, que este año cumplirán 80 años de edad casi en unísono (otra muestra más de que el destino les deparaba un camino compartido), en una pareja armada en un sueño con aroma a pesadilla y ocasionales vahos de éxtasis. Pero siempre con un único final posible: la concreción de la mejor promoción de boxeo que el deporte pueda ofrecer.
Esa competencia por lograr la mayor cantidad de dinero, la mayor cantidad de ventas de pay-per-view, la mayor cantidad de público en vivo y cualquier otro récord que implique la derrota del enemigo, ha marcado la vida de estos dos personajes y le ha dado sentido a su existencia. Y hoy, esa rivalidad le da sentido a la reunión que aquí protagonizan, en la que ríen y critican y hasta banalizan 40 años de enemistad amarga con un histrionismo digno de dos comediantes que necesitan desesperadamente el uno del otro para lograr la risa redentora del público y la sonrisa catártica y superadora que vuelva a unirlos, esta vez en pos de un nuevo desafío.
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